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Mostrando las entradas de 2008

4o domingo de Adviento

4º domingo de Adviento, 21 dic. 08 Lect.: 2 Sam 7: 1 – 5. 8b – 11. 16; Rom 16: 25 – 27; Lc 1: 26 – 38.   1. Hay una frase muy llamativa en la 1ª lectura de hoy, la que Yavé, Dios, le pide al profeta que le diga a David: “¿Eres tú quien me va a construir una casa a mí?” Uno puede notar, por el contexto, la ironía en la pregunta, como diciendo: “no seas tan ingenuo y pretencioso, cómo un ser humano va a tener la iniciativa de construir una casa a Dios”. Y por si acaso no lo entiende, aclara en un versículo que omitió el texto incluido hoy en la misa, “Dios te anuncia que es Él quien te va a construir una casa”. El mensaje es transparente: todo el misterio de la vida divina, de la vida espiritual, trasciende nuestras posibilidades ordinarias. Nosotros por propia iniciativa, conforme a nuestros criterios, no podemos “construirle casa” a Dios en un doble sentido. Ni podemos construir un templo, una religión, en el cual encerrar la presencia del Altísimo, ni tampoco intelectualmente pod

3er domingo de adviento

3er domingo de Adviento, 14 dic. 08 Lect.: Is 61: 1 – 2 a. 10 – 11; 1 Tes 5: 16 – 24; Jn 1: 6 – 8. 19 – 28 1. Hace poco, durante un viaje proyectaron una película supuestamente navideña. Solo miré fragmentos, estando más interesado en la lectura del libro que traía. Lo poco que vi me dio a entender que se trataba de ayudar al personaje principal a descubrir el espíritu navideño. Y este lo concretaban en las galletitas navideñas, el árbol adornado, los gorros de santa Claus, en fin en todo ese conjunto de personajes y decoraciones que caracterizan la forma contemporánea de celebrar la navidad. No había, por supuesto, ni la menor alusión a la persona de Jesús de Nazaret. Por contraste, en nuestros templos, nos preparamos a la fiesta navideña de una forma diferente. Ninguno de los signos comerciales externos se encuentra aquí dentro. El centro de la fiesta que preparamos está simbolizada en el portal, el pesebre de Belén. Es curioso que puedan coexistir en paralelo dos formas aparente

33o domingo tiempo ordinario

33º domingo t.o. 16 nov. 08 Lect.: Prov 31: 10 – 13. 19 – 20. 39 – 31; 1 Tes 5: 1 – 6; Mt 25: 14: 30 1. No sé si Uds. han tenido la experiencia de discutir con alguna persona no creyente sobre el sinsentido que para ellos tiene el creer en Dios. Algunos puede ser que nos digan: “¡qué desperdicio! Uds. creyentes pierden toda su vida, sacrifican sus cualidades, muchas cosas que podrían hacer y disfrutar en este mundo, solo por la esperanza que tienen en otro mundo futuro, en un más allá del cual, además, no se puede estar totalmente seguros”. Si Uds. se han topado con alguien que argumenta de esa forma (o a lo mejor son sus propias dudas las que en algún momento los ha preocupado en ese sentido), no sé qué les habremos respondido. ¿Qué habría respondido yo? No se extrañen por lo que voy a decirles: en parte le hubiera dado la razón al que nos intranquiliza con esas sospechas. Porque hay cierta manera de vivir y practicar la religión que se merece esas críticas. Es una religiosidad qu

32o domingo tiempo ordinario

32 domingo t.o., 9 nov. 08 Lect.: Sap 6: 13 – 17; 1 Tes 4: 12 – 17; Mt 25: 1 – 13 1. La liturgia católica dedica por tradición estos últimos domingos del año eclesiástico a meditar sobre la vigilancia, la preparación para el encuentro definitivo con Jesús y, luego, para el juicio final. Es frecuente que esta meditación la reduzcamos a una consideración sobre la proximidad de la muerte y a la necesidad de estar con todo en orden para ese viaje. Como si el evangelio nos estuviera diciendo: mucho ojo, que en cualquier momento una fatalidad se lo puede llevar, y mejor que lo coja si no bien portado, al menos confesado. Esta manera de ver las cosas es parte de la visión religiosa tradicional, bien intencionada pero poco formada y nada reflexiva. Si uno lee la parábola de hoy, se da cuenta fácilmente que no tiene el tono trágico de la llegada de la muerte sino, por el contrario, el tono festivo de la llegada del Reino de Dios a nuestra vida, que trae consigo el encuentro con el hijo de

Todos los Difuntos

Celebración de Todos los Fieles Difuntos, 2 nov. 08 Lect.: Job 19: 1. 23 – 27; Rom 14: 7 – 9. 10c - 12 Jn 14: 1 – 14 1. Cuando celebramos esta conmemoración de todos los difuntos se nos reaviva ternura y nostalgia por los que ya se fueron, familiares y amigos. Pero, sin duda, no pensamos solamente en ellos, pensamos también en nosotros. Con espíritu de fe, no vemos los muertos como desaparecidos, sino como quienes han concluido la carrera, el combate, diría Pablo. Es decir, como quienes ya han alcanzado la plenitud de vida humana. De alguna manera nos sirve esta celebración para pensarnos nosotros mismos, ver la propia plenitud a la que somos llamados. Aunque quizás deberíamos decir que en los difuntos no vemos a quienes ya alcanzaron la plenitud de vida, sino más bien a quienes se les ha manifestado ya con claridad la plenitud de vida que ya habían alcanzado aquí en su existencia corporal aunque entonces no la percibieran sino oscuramente, como en un espejo, como a través de eni

30o domingo tiempo ordinario

30º domingo t.o., 26 oct. 08 Lect.: Ex 22: 21 – 27; 1 Tes 1: 5c – 10; Mt 22: 34 – 40 1. No sería raro que no hayamos caído en la cuenta de que de este texto evangélico caben diversas lecturas, no solo distintas sino incluso contradictorias. Estamos tan acostumbrados a pensar en el mandamiento del amor como la característica del cristianismo, que quizás no se nos ha ocurrido que uno puede hablar de ese mandamiento fuera del sentido evangélico. Por ejemplo, si leyéramos el texto con la mentalidad judía propia del tiempo anterior a Jesús, estaríamos pensando en un Dios eminentemente judío, no universal. Es decir, un Dios que eligió a Israel como el pueblo predilecto y exclusivo, que lo protege, lo bendice, lo multiplica y lo hace superior a todas las naciones, que acabarán por plegarse al monte Sión, es decir, a Israel. A cambio de eso, este pueblo se compromete a darle culto, a cumplir sus mandatos y a no mezclarse para nada no solo con otros dioses, sino tampoco con los pueblos que

29o domingo tiempo ordinario

29º domingo t.o., 19 oct. 08 Lect.: Is 45: 1. 4 – 6; 1 Tes 1: 1 – 5b; Mt 22: 15 – 21 1. Este texto que acabamos de leer es uno de los peor interpretados del evangelio. Ha servido a través de los siglos para manipular el pensamiento de Jesús pretendiendo que según él se estaría enseñando aquí la separación de dos poderes, el político y el religioso. Aunque no podemos en este momento desarrollar una explicación detallada del tema basten dos argumentos para ver lo incorrecto de esta interpretación. 1º, si la intención del evangelio fuera separar el aspecto político del religioso de igual manera podríamos aplicar esta separación a otros aspectos de la vida humana. Por ejemplo, podríamos decir “Den al arte lo que es del arte, a la ciencia lo que es de la ciencia, a la economía…, a la vida familiar…, a la vida sexual…, etc, y a Dios lo que es de Dios. Con esta interpretación “lo de Dios” quedaría reducido a una hora los domingos, para venir a misa. Sería una enseñanza absurda y contradic

28o domingo tiempo ordinario

28º domingo t.o., 12 octubre 2008, Lect.: Is 25: 6 – 10 a; Flp 4: 12 – 14. 19 – 20; Mt 22: 1 – 14 1. Al leer el evangelio de hoy, prescindiendo de circunstancias muy culturales del momento en que se escribió este texto de Mt, uno podría hacer una interpretación muy radical: los que rechazan la invitación al banquete del Rey, es decir, al Reino de Dios, son los que tienen muchas tierras, muchos negocios, es decir muchas preocupaciones económicas. En un evangelio que Uds. probablemente no conocen, el de Tomás, esta interpretación es claramente más radical. Después del rechazo termina diciendo: “Sal a la calle (y) tráete a todos los que encuentres para que participen en mi festín; los mercaderes y hombres de negocios [no entrarán] en los lugares de mi Padre»” (T 64) . Pareciera ir en la línea que suena extrema del otro texto sobre los ricos y el camello pasando por el ojo de una aguja. Esta lectura evangélica puede resultarnos inaceptable a la mayoría de nosotros. No porque seamos rico

27o domingo tiempo ordinario

27º domingo t.o., 5 oct. 08 Lect.: Is 5: 1 – 7; Flp 4: 6 – 9; Mt 21: 33 – 43 1. Sabemos lo que es el narcisismo, conforme a los mitos romano y griego. Literalmente se puede dar algo de esa coquetería y vanidad mientras somos adolescentes o en adultos que tardan en madurar. Pero hay otra forma en que perdura en todos nosotros el peligro de hacer de nuestra propia imagen el centro de todo. Quizás lo vivamos de manera inconsciente, como si fuera algo natural, y por eso no caemos en la cuenta de lo peligroso que es. Se da cuando vivimos todo en nuestra vida —lo que somos y tenemos— como algo central de lo que somos dueños y como si eso que somos lo conociéramos ya perfectamente. Como si no tuviéramos que aprender y compartir con otros lo que somos, lo que hacemos o dejemos de hacer con nuestras cualidades, nuestras funciones y tareas y nuestras pequeñas o grandes posesiones. En otro estilo literario y con otra intencionalidad distinta de los mitos griegos, la parábola evangélica y el c

26o domingo tiempo ordinario

26º domingo t.o., 28 sep. 08 Lect.: Ez 18: 25 – 28; Flp 2: 1 – 11; Mt 21: 28 – 32 1. La aparente paradoja del texto evangélico de hoy en realidad refleja una frecuente actitud humana que se produce también en el camino espiritual. Nuestra vida diaria está llena de promesas. Nos prometemos a nosotros mismos cumplir con determinado ritmo de trabajo, abstenernos de ciertos comportamientos inadecuados, realizar acciones de gran utilidad para nuestra familia o para otros. Prometemos a los demás cosas parecidas. No digamos ya si tenemos un cargo político, empresarial, religioso o simplemente nuestro rol familiar. Prometemos ir, hacer, decir, cumplir… Y demasiadas veces todo se queda en el nivel de las promesas. ¿Por qué nos sucede esto? No basta decir que porque somos humanos y débiles. Esa afirmación tan general explicaría más la actitud actitud inicial del primero de los hijos del relato de hoy: no quiero ir a trabajar en la viña, me da pereza, exige mucho esfuerzo, mi padre no me paga…

25o domingo tiempo ordinario

25º domingo t.o., 21 sep. 08 Lect.: Is 55: 6 – 9; Flp 1: 20 c – 24. 27 a; Mt 20: 1 – 16 1. La mayoría de nosotros crecimos con una idea bastante simplificada de lo que consiste el ser cristianos. Se trataba —pensábamos— en cumplir con una moral representada en los 10 mandamientos, en aceptar una serie de dogmas sobre Dios, —la Trinidad, la divinidad de Cristo,…— en aceptar que ese Dios nos protege y nos ayuda con la Iglesia, sus ministros, sacramentos y la mediación de la Virgen y los santos a cumplir con esa moral y a superar los peligros de este mundo y así, con todo esto, a tener la esperanza en una recompensa en el más allá. Creo que así también nos ven otros desde fuera del cristianismo. Es un cuadro bastante simple que, al menos en lo moral, no se diferencia mucho de las demás religiones e incluso de la práctica ética de “los paganos”, como dice el mismo evangelio. Apenas consistiría en agregar a ese comportamiento moral unas cuantas creencias propias. Pero si ser cristiano se

24o domingo t.o. Fiesta de la Exaltación de la Cruz

Fiesta de la Exaltación de la Cruz, 14 sep. 08 Num 21;4b – 9; Flp 2: 6 – 11; Sal 77; Jn 3: 13 – 17 1. En más de una ocasión hechos o situaciones nos mueven a preguntarnos por qué somos cristianos, por qué soy yo cristiano. A algunos muchachos les golpea pensar, por primera vez, que quizás lo son por un accidente de nacimiento. De haber nacido en China, o en la India, otras serían las probabilidades. Pero ya que nacimos aquí, la pregunta del por qué sigue siento relevante. ¿Por tradición, herencia o rutina? Uds. me dirán que lo ideal es serlo por convicción, pero ¿convicción de qué? ¿De que Jesús es un gran maestro de moral y que siguiendo sus enseñanzas viviremos correctamente? ¿O que Jesús nos ofrece apoyo, protección, seguridad en esta vida y en la otra? O tal vez, conectado con eso pero yendo un poco más allá, convicción de que Jesús es el único que nos da un camino para salvarnos, para no ir al infierno? ¿Por qué razón profunda, en definitiva, somos creyentes cristianos? 2. E

23o domingo tiempo ordinario

23º domingo t.o. 7 sep. 08 Lact.: Ez 33: 7 – 9; Rom 13: 8 10; Mt 18: 15 – 20 Amigos y amigas: Este domingo no me tocó predicar, por lo que no elaboré una homilía, como de costumbre. Además Amando no se encuentra y no tuve la habitual meditación comunitaria. Sin embargo, me parece interesante compartir con Uds. algunos temas de reflexión a partir, sobre todo, del texto del evangelio de Mateo que corresponde a este domingo. 1. El tema es del perdón, en relación al famoso “hasta 70 veces 7”. Leyendo en particular a un teólogo australiano que leemos habitualmente en nuestras meditaciones dominicales, varias cosas importantes quedan sugeridas, quizás releídas por mí con lo que ya constituye nuestro “marco de espiritualidad”. a. La primera es que el tema del perdón en última y más profunda instancia hay que plantearlo en el campo de la gracia. b. En la espiritualidad del evangelio el perdón recibido de Dios o motivado por él, no puede plantearse en términos cuantitativos. Cierto q

22 domingo tiempo ordinario

22º domingo t.o., 31 ago. 08 Lect.: Jer 20: 7 – 9; Rom 12: 1 – 2; Mt 16: 2 – 27 1. Hoy les tengo que pedir que hagamos un esfuerzo especial para captar el mensaje del evangelio, no porque sea especialmente difícil, sino porque es uno de esos llamados de Jesús al que le damos interpretaciones que se quedan cortas e incompletas, pero que repetimos tantas veces que resulta difícil releer el evangelio y recuperar con frescura su mensaje original. El llamado al que me refiero es el que dice: “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. ¿Cómo hemos entendido esta invitación de Jesús? Hay tres interpretaciones frecuentes que dejan muy corto el sentido del texto. 1ª, entendemos que “tomar la cruz” es asumir mortificaciones —voluntarias e involuntarias— y ofrecerlas por nuestros pecados. No podemos ser mártires condenados a muerte, pero podemos morir a pellizcos. Muchas veces hemos entendido así nuestra vida espiritual. Una 2ª forma: cuando pens

21o domingo tiempo ordinario

21º domingo t.o., 24 ago. 08 Lect.: Is 22: 19 – 23; Rom 11: 33 – 36; Mt 16: 13 – 20 1. A menudo, el ambiente de discusión en torno a un tema, hace que por defender posiciones opuestas sobre el mismo, en el calor del debate se vayan perdiendo de vista aspectos del asunto que, a la larga pueden ser más importantes que lo que se sigue discutiendo. Eso pasa, por ejemplo, en torno a este texto de Mt. Por el interés en dar buena organización a la Iglesia, —importante pero no lo esencial del evangelio—, ha dado lugar a largas e interminables controversias entre católicos, ortodoxos y protestantes sobre el papado y el papel del obispo de Roma que, probablemente no se van a resolver pronto y quizás no tengan tanta trascendencia para nuestra vida espiritual y nuestra acción como cristianos. En cambio hay tres aspectos en el texto de Mt que, independientemente del debate sobre el papado vale la pena subrayar. 2. El 1º es la afirmación de que la Iglesia se construye sobre roca. Se trata de u

20º domingo tiempo ordinario

20º domingo t.o., 17 ago. 08 Lect.: Is 56: 1. 6 -7; Rom 11: 13 – 15. 29 -32; Mt 15: 21 – 28 1. Cuando los de mi generación nos criábamos, CR oficialmente era un país predominantemente católico. Además éramos católicos bastante homogéneos. Abuelos, papás y jóvenes todos coincidían en prácticas y creencias de lo que confesábamos como religión verdadera, aunque falláramos en cumplirla. A la mayoría de los sacerdotes religiosos, españoles, italianos, alemanes y norteamericanos, se les consideraba de mejor preparación que la mayoría de los locales. Y se aceptaba su manera de entender lo católico como la más correcta. Por otra parte, a los protestantes y evangélicos se les veía de manera negativa. A veces se les atacaba, a veces se les tenía lástima. Se pedía por su conversión a la única religión verdadera, como también se pedía para los judíos que eran casi la única otra religión existente en el país, resultado de migraciones desde Europa. De masones y otros grupos semejantes, apenas se

19o domingo tiempo ordinario

19º domingo, t.o., 10 ago. 08 Lect.: 1 Reg 19: 9 a. 11 – 13 a; Rom 9: 1 – 5; Mt14: 22 – 33 1. A menudo leemos tan precipitadamente la SE que más que poner atención a lo que dice, le hacemos decir lo que ya teníamos en mente y que, quizás, se nos ha repetido rutinariamente por años. Eso creo que pasa, por ejemplo, en este texto de Mt hoy. Es como tantos otros, un texto teológico de gran simbolismo. Pero, ¿en qué consiste el símbolo? La mayoría de las veces, incluso comentaristas instruidos nos vienen a decir que aquella tormenta era símbolo de las muchas tormentas que padecemos en la vida, y toman el texto para hablar de cómo Dios nos ayuda a vencer los miedos así como Jesús ayudó a los discípulos a vencer el miedo a la tormenta. Demasiado fácil la comparación. Pero, ¡atención!, leamos más despacio. Esto no es lo que dice al menos este texto. No habla de que aquellos pescadores, hombres de mar, acostumbrados al oleaje y al mal clima, estuvieran aterrorizados por la sacudida de las ol

18o domingo tiempo ordinario

18º domingo t.o., 3 ago. 08 Lect.: Is 55: 1 – 3; Rom 8: 35. 37 – 39; Mt 14: 13 – 21 1. No hay quien, entre nosotros adultos, no se haya dado cuenta de la subida de precios de los alimentos. Los que, además, hayan escuchado la información de la prensa, se han podido enterar de algunas de las causas y dimensiones del problema. En primer lugar, que hay muchísimas familias, alrededor del mundo, unos 290 millones de personas pobres que pueden ser más afectados vitalmente, agudizándose su problema de hambre y desnutrición. Ya en 34 países ha habido motines y revueltas. Se trata de un problema internacional, de subida de precios de alimentos básicos, como el arroz, el maíz y el trigo y, en consecuencia, de todos los demás productos derivados o dependientes de estos alimentos. Los que se han informado del asunto habrán podido entender algo bien llamativo: la subida de precios no se debe esta vez a una escasez, no principalmente. La producción mundial es muy grande. Pero el uso de granos e

17o domingo tiempo ordinario

17º domingo t.o., 27 jul. 08 Lect.: 1 Reg 3. 5. 7 – 12; Rom 8: 23 – 28; Mt 13: 44 – 52 1. No se si todavía se acostumbra a hacer fiestas sorpresa, “asaltos” lo llamábamos hace unos años. Un cumpleaños, todos los amigos y familiares puestos de acuerdo, invaden la casa, cada uno con un plato y regalo, la cumpleañera no sabe nada, llega del trabajo, incluso resentida porque muchos cercanos no la han llamado en todo el día, abre la puerta, la casa a oscuras, solo ve bultos en la penumbra, y de repente, ¡todas las luces se prenden, todos salen de su escondite, la música suena, todos ríen, cantan, la abrazan y besan, el espacio se transforma ¡y empieza la fiesta! Se me ocurre esta comparación, pensando en el reino de Dios. Está aquí, estamos en él, nos rodea, incluye a todos los que queremos y a los que podemos querer, pero no se nos han prendido las luces y no lo vemos todavía, no caemos en la cuenta que ya está aquí y ahora. En el momento en que se ilumina todo, en que se cae la venda d

16o domingo tiempo ordinario

16º domingo t.o., 20 jul. 08 Lect.: Sap 12: 13. 16 – 19; Rom 8: 26 – 27; Mt 13: 24-43 1. Hay dos formas típicas de inmadurez y de inseguridad en las que a veces caemos, —personas y grupos— cuando nos topamos con las dificultades de la vida diaria. Una primera es la de imaginar un mundo en el que, como en las películas de aventuras, hay buenos y malos —nosotros, por supuesto estaríamos en la lista de los buenos— y si algo malo nos pasa, o le pasa a nuestra familia o a nuestro país, culpabilizamos a otros de todo eso malo que (nos) sucede. Tenemos ejemplos en el orden político (Bush, Occidente, el “no nos dejan gobernar”, o “solo restan, no suman” de políticos locales…) y también en el plano personal (ante fracasos en el trabajo, o en las relaciones…). Es un comportamiento incapaz de asumir responsabilidades y temeroso de descubrir el posible “lado oscuro” que cada uno de nosotros también tiene. La otra forma de inmadurez, contraria en alguna medida, es la de cerrar los ojos a todo lo

15o domingo tiempo ordinario

15º domingo t.o. 13 jul. 08 Lect.: Is 55: 10 – 11; Rom 8: 18 – 23; Mt 13: 1 – 23 1. Un dicho antiguo afirma que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Jn mismo nos narra aquella historia en la que el ciego de nacimiento llega a ver mejor que los fariseos que se decían videntes. Podríamos hoy corregir un poquito el dicho para destacar que ese “no querer ver” lo que significa es que todos tenemos, por una u otra razón, impedimentos para poder ver y entender las cosas como son. No me refiero a la capacidad intelectual que, en promedio, permite entender lo importante de la vida. Hay otras cosas que ciegan nuestro entendimiento. A veces son las “pasiones” que obsesionan y enturbian la visión. Por ej., uno muy enojado con alguien es incapaz de ver ningún detalle positivo en la otra persona. O alguien, cegado por la codicia no ve a quién está atropellando para ganar dinero, o qué principios está quebrantando. Otras veces, excitados por la necesidad sexual, y con la posibilidad de un

14o domingo tiempo ordinario

14º domingo t.o., 6 jul. 08 Lect.: Zac 9: 9-10; Rom 8: 9. 11 – 13; Mt 11: 25 – 30 1. Voy a empezar hoy constatando algo desagradable, algo que nos puede molestar y que no quisiéramos que fuera así: La mayoría de los que estamos aquí, somos capaces de cometer las peores barbaridades. Podríamos hacer daño a los demás y a nosotros mismos. No les suene exagerado: podrían nuestros nombres aparecer en páginas de sucesos de los periódicos, como autores de fraudes, robos, violencia doméstica y sexual, y cosas peores. Somos capaces de todo eso. Y si Uds. me dicen que no lo hacemos, porque tenemos un buen nivel educativo, o porque vivimos en un buen ambiente social, con un nivel económico medio, es cierto. Pero hay gente que ha alcanzado mayor nivel educativo y que vive en un ambiente de mayor confort y siguen cometiendo barbaridades: por ejemplo, acumulando bienes y posesiones de modo egoísta, sin preocuparse si afectan la vida de otros; o utilizando puestos políticos para su propio benefici

13o domingo tiempo ordinario.

1 3º domingo t.o., 29 jun. 08 Lect.: 2 Reg 4: 8 – 11; 14 – 16 a; Rom 6: 3 -4; 8 – 11; Mt 10: 37 – 42 1. Aunque hoy se celebra la fiesta de San Pedro y San Pablo, vamos a leer las lecturas del domingo correspondiente. Nos dan oportunidad de una reflexión más profunda, de una relación básica sobre la cual, por supuesto, también se construye la de la pertenencia a la Iglesia y la relación con el Papa. --- Todos estamos claros de que llamamos “vida cristiana” a la que tratamos de vivir, por la relación que tenemos con Cristo. En lo que puede ser que estemos menos claros es en cómo entender esa relación. Damos por supuesto que ya lo entendemos y no nos esforzamos por reflexionar. Lo malo es que si la entendemos incorrectamente, nuestro comportamiento también lo será. ¿Cómo solemos entender esta relación? No tenemos esa relación, simplemente, por el hecho de pertenecer a la Iglesia, y estar unidos al Pontífice Romano. ¿Cómo, entonces? Lo más frecuente es pensar en Jesucristo como un media

11o domingo tiempo ordinario

11º domingo t.o., 15 jun. 08 Lect.: Ex 19: 2 – 6 a; Rom 5: 6 – 11; Mt 9: 36 – 10:8 1. A veces, cuando llega este domingo con esta lectura de Mt, ponemos todo el énfasis en la misión de Jesús a los doce y saltamos de inmediato a motivar a la oración por nuevas vocaciones sacerdotales. Esta manera de leer el evangelio tiene dos problemas. El primero, que el mensaje de Jesús fue recogido por una gran variedad de personas en su propio momento, y en las comunidades de los años siguientes, en Palestina y en en tierras de gentiles. No solo eran los que llaman los 12, también los 72 o los 500. No solo eran los cristianos de origen judío, también los de origen griego o pagano, o los itinerantes, o los de énfasis gnóstico. Es decir, la misión de Jesús iba dirigida a una gran pluralidad de discípulos y fue vivida de una manera muy variada. Nos equivocaríamos si pensamos solo en los presbíteros, y menos aún al estilo de sacerdotes católico romanos como los que conocemos hoy. Pero el otro proble