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23o domingo tiempo ordinario

23º domingo t.o. 7 sep. 08
Lact.: Ez 33: 7 – 9; Rom 13: 8 10; Mt 18: 15 – 20


Amigos y amigas:
Este domingo no me tocó predicar, por lo que no elaboré una homilía, como de costumbre. Además Amando no se encuentra y no tuve la habitual meditación comunitaria. Sin embargo, me parece interesante compartir con Uds. algunos temas de reflexión a partir, sobre todo, del texto del evangelio de Mateo que corresponde a este domingo.

1. El tema es del perdón, en relación al famoso “hasta 70 veces 7”. Leyendo en particular a un teólogo australiano que leemos habitualmente en nuestras meditaciones dominicales, varias cosas importantes quedan sugeridas, quizás releídas por mí con lo que ya constituye nuestro “marco de espiritualidad”.
a. La primera es que el tema del perdón en última y más profunda instancia hay que plantearlo en el campo de la gracia.
b. En la espiritualidad del evangelio el perdón recibido de Dios o motivado por él, no puede plantearse en términos cuantitativos. Cierto que ha habido teologías, quizás todavía dominantes que presentan a Dios como exigiendo un equilibrio en el universo. Recuerdo que en lo que estudiamos hace décadas se hablaba de un argumento persuasivo de la Encarnación del Verbo y de la muerte de Jesús como “necesarios” o “convenientes”, se decía, porque si bien el pecado del ser humano por parte nuestra es insignificante, era una ofensa “infinita”, por parte del ofendido. De ahí “deducían” la conveniencia de que solo un acto de amor infinito, el del Hijo en la cruz, podía “pagar” por dicha deuda. Es impresionante semejante razonamiento que no parece tener ningún parentesco con la continuación del evangelio de hoy, del señor que perdona una suma exorbitante a su deudor (vv. 21 al 35). De verdad que esa teología de un dios que exige su paga estricta por las deudas es una visión mercantilista de Dios, al que convierte en un comerciante.
c. El evangelio de Jesús presenta a un Dios generoso, gratuito para perdonar. No es el mercader que anda exigiendo en recuperar su “kilo de carne” de donde sea (la comparación es del australiano y recuerda la película de El Mercader de Venecia). Toda la vida de Jesús, es un dar de un Cristo que recorre su camino, hasta la cruz, como pura autodonación, no por compensar lo que los “otros” hayamos hecho bien o mal o dejado de hacer, ni por responder a una “aritmética del mérito”.
d. En esta perspectiva de gratuidad se conecta con la idea de plenitud. El evangelio no se reduce al “perdón de los pecados”, sino a mostrar un camino para que podamos ser personas plenas, totales, en un camino que comparte la misma generosidad de Dios.
2. La visión humana, nuestra, es la que piensa siempre en términos mercantiles de recuperar la deuda. Se “absuelve” de la deuda cuando ésta se paga. Y esta manera de ver las cosas la proyectamos a Dios. Y, por supuesto la aplicamos en nuestras relaciones con los demás, con quienes sentimos que nos han ofendido. Y hablamos de que hay que ser “justos”.
a. Pero hay bastante de trampa en esto. Mientras mantenemos la deuda, más que ejercitar justicia estamos ejerciendo poder sobre el deudor. Estamos reteniendo algo en nuestra relación con la otra persona. Aunque lo paradójico de “guardar resentimiento” es que es destructivo para uno y para los otros. Es vivir una vida “protegida”, dedicada a un falso yo que me he construido, que se constituye en centro. Me impide descubrirme a mí mismo.
3. Creo que no había pensado antes de hoy de dónde viene la palabra “per – dón”. Per-donar es una forma de “donación” de dar, renunciando a la relación de poder. No nos dejamos, no retenemos, no guardamos nada de poder sobre el otro. (El prefijo "per" significa o bien "a través de", o bien lo que sigue en superlativo, en este caso, donación máxima).
a. Per-donar es renunciar a tener ese poder sobre el otro. Más aún es aceptar ser vulnerable. Y renunciar a proyectar nuestras visiones sobre Dios.
4. Eso no quiere decir que el perdón no implique “costos”. Es costoso, para ambos, el que perdona y el perdonado, porque es relacional.
a. No consiste, por parte del “deudor” en decir “lo siento”, si no va acompañado de restauración y reconciliación. Sobre todo en ciertos campos (no en todos) cierto grado de restitución es posible y por tanto necesaria, por justicia, por responsabilidad. Es decir, por capacidad de responder por los efectos de nuestras acciones.
b. Y en cuanto al que per-dona también da algo, y renuncia a algo.
c. Ambos reconocen algo de su verdadero ser, renunciando al falso yo. El perdonado reconoce la necesidad de per-dón, lo que significa renunciar a mentiras y a fingimientos, al “yo no hice nada”, al tiempo que sabe que la historia no tiene marcha atrás. Lo que hizo lo hizo y ahora lo que se le dé es gratuito. Y el que per-dona renuncia a constituirse en juez y centro. Ambos se permiten ser vulnerables y se permiten ser amados.
5. Y el perdón, más que restituir puede ayudar a cambiar a quien lo recibe (y a quien lo da), porque nos permite encararnos con nosotros mismos.
a. Quizás por eso a veces nos dé miedo perdonar y ser perdonados en serio. Y quizás por eso, porque mucha gente ha experimentado tan poco perdón en su vida que ser honesto les plantea una terrible amenaza.
b. Más aún cuando se trata de una culpa corporativa, más difícil de enfrentar por lo difícil de cuantificar responsabilidad.
c. De nuevo aquí no hay soluciones aritméticas. Solo la gracia dada y recibida puede ser la base de reconciliación
6. El teólogo australiano citado acaba formulando a modo de pregunta lo que podemos aquí afirmar: Ninguna circunstancia justifica el cese del amor. Eso solo inspira venganza de ambas partes y de ahí viene la espiral de la violencia, a nivel micro o macro. La falta de gratuidad para donar y per-donar, invita al miedo, que se transforma en odio irracional, tanto es el dolor y la soledad que nos afligen y que pueden ser fuente de odio fuera del marco de la gracia. Pablo, en la 2ª lectura de hoy empiueza diciendo: “A nadie deban nada, más que amor”.

Son, creo, elementos importantes de reflexión, para afinar nuestra visión. Quizás en los casos concretos se nos haga difícil su traducción.

Comentarios

  1. Jorge, gracias por esta reflexión. Voy a tratar de integrarla al curso de Etica en los Evangelios Sinópticos que me han invitado a dar en la UNA.

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