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Mostrando las entradas de febrero, 2013

2º domingo de cuaresma

Lect.: Gén 15, 5-12. 17-18; Flp 3, 20-4, 1; Lc 9, 28b-36. Hace una semana comentábamos sobre los conflictos que no nos faltan en la vida de cada uno, por el choque de intereses, de deseos que nos caracteriza y que nos hace comportarnos como dudosos a la hora de tomar decisiones. Lo que llamamos las tentaciones de Jesús nos muestra que Jesús, también,  vivirá el encuentro con Dios en un modo de vida que genera choques, incertidumbres, y exige decisiones que conllevan un costo. El relato de hoy va un poco más allá. Colocado en vísperas de la pasión y muerte de Jesús subraya otra experiencia profundamente humana. No solo conflictos caracterizan nuestra vida, sino también, el dolor y el sufrimiento recibido de otros, por ignorancia, por mala intención o por violencia intolerante ante lo que  somos, pensamos y decimos. El caso de Jesús es elocuente: lo asesinarán porque su predicación y modo de vida chocaba con las enseñanzas y prácticas de los dirigentes religios

1er domingo de cuaresma

1er domingo de cuaresma, Lect.:  Deut 26, 4-10;  Rom 10, 8-13;  Lc 4, 1-13 Si hay algo en lo que nos igualamos los seres humanos, al menos los adultos, es en que la vida de ninguno de nosotros está exenta de conflictos. Grandes y pequeños. Profundos y superficiales. Con los demás y, cosa curiosa, con nosotros mismos. Un conflicto se da cuando se produce un choque de intereses, de visiones que, en el momento de actuar, nos presentan la posibilidad de hacerlo de manera diferente, en un sentido o en otro. Uno tiene que tomar una decisión pero el problema está en que, al decidirse por una opción, se genera algún tipo de choque, de problema al renunciar a la otra opción posible. Los conflictos se nos presentan en las situaciones más cotidianas. Puedo usar mi tiempo libre para ayudar a un vecino o familiar con problemas. O puedo usarlo para descansar después de una semana de fatiga. Puedo orientar mi trabajo profesional solo para acumular plata y p

5o domingo t.o.

Lect.: Is. 6:1-2 a.3-8; 1 Cor 15:1-11; Lc 5:1-11 Vean qué curioso. La gente se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios. Curioso por dos razones: primera, porque no lo buscan y lo rodean como otras veces, por curiosidad o por afán de beneficios milagrosos. No es para pedirle cosas, salud, alimento, u otro tipo de ayudas. Es porque les atrae lo que dice acerca del reino de Dios. Además, también es curioso, porque si simplemente querían oír la palabra de Dios, podían haber ido a la sinagoga, o al Templo y escucha a los rabinos o a los sacerdotes, presentarles las enseñanzas de la Biblia. La gente percibe que lo que Jesús presenta como palabra de Dios es distinto y distinto también es el modo como lo presenta. En definitiva les habla del encuentro con Dios, en algo que él llama "el Reino" y que, les dice, ya está dentro de nosotros. La pesca milagrosa no es sino la manera simbólica de presentar la enorme acogida que tienen esas enseñan

4o domingo t.o.

Lect.:    Jeremías 1, 4-5. 17-19   : I Corintios 12, 31-13, 13;   Lucas 4, 21-30 Escuchamos con frecuencia hoy  las quejas, en personas muy religiosas, incluso en dirigentes religiosos, de cómo se han perdido hoy los valores morales y cómo nuestra sociedad ha dejado de ser tan cristiana como, supuestamente era anteriormente. Al menos según algunos creen. Pero además, los que así se quejan, suelen culpar de la situación a las malas influencias externas a la Iglesia: a la excesiva libertad de costumbres, a la liberación de las mujeres, al énfasis en valores humanos que no nombran directamente a Dios, sino que dan protagonismo a los seres humanos, a la tendencia a relativizar las doctrinas tradicionales por darle su lugar a otros puntos de vista de gente no católica... Y, con estas preocupaciones, quienes ven así las cosas piensan que la solución vendría de unas leyes y una educación más estrictamente católica, desterrando influencias de otros grupos no creyentes.