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5o domingo t.o.


Lect.: Is. 6:1-2 a.3-8; 1 Cor 15:1-11; Lc 5:1-11


  1. Vean qué curioso. La gente se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios. Curioso por dos razones: primera, porque no lo buscan y lo rodean como otras veces, por curiosidad o por afán de beneficios milagrosos. No es para pedirle cosas, salud, alimento, u otro tipo de ayudas. Es porque les atrae lo que dice acerca del reino de Dios. Además, también es curioso, porque si simplemente querían oír la palabra de Dios, podían haber ido a la sinagoga, o al Templo y escucha a los rabinos o a los sacerdotes, presentarles las enseñanzas de la Biblia. La gente percibe que lo que Jesús presenta como palabra de Dios es distinto y distinto también es el modo como lo presenta. En definitiva les habla del encuentro con Dios, en algo que él llama "el Reino" y que, les dice, ya está dentro de nosotros.
  2. La pesca milagrosa no es sino la manera simbólica de presentar la enorme acogida que tienen esas enseñanzas de Jesús. Él no les habla "más de lo mismo" , repitiendo ritualmente lo que dicen la ley y los profetas, ni imponiendo nuevas reglas y rituales, como hacía la religión oficial. Él habla de una experiencia personal de la divinidad en cada uno. De una experiencia que él vive y que mueve toda su vida, traduciéndose en  una mayor calidad humana, en la práctica del amor, de la solidaridad, en la construcción de la paz y la unidad, con relaciones cada vez más justas.
  3. La gente se ve fascinada por este nuevo enfoque que pasa de las tinajas de la ley al vino nuevo de la vida abundante, plena. Y de entre esa gente él llama a cuatro que constituyen también una curiosa elección para continuar su misión. Cuatro que provienen  de una región llena de paganos, bajo mucha influencia griega, como lo sugieren incluso los nombres de dos de ellos. Están acostumbrados a compartir, como decíamos el domingo pasado, en una sociedad muy plural, con creencias y prácticas diversas, con el riesgo de encontrarse confundidos, con sensación un poco caótica, como lo simboliza la figura del mar que en ese tiempo se veía como  una representación del caos y de los riesgos que conlleva.
  4. A veces tengo la sensación de que para continuar la misión de esos primeros cuatro en las comunidades de la Iglesia nos colocamos más del lado de aquellos funcionarios del Templo y de la sinagoga, enseñando doctrinas aprendidas, imponiendo cargas sobre los hombros de la gente, repitiendo celebraciones sacramentales de forma rutinaria, que no atraen a quienes quieren profundizar en su vida espiritual, ni transmiten  un mensaje significativo para los hombres y mujeres de nuestra sociedad.Pero eso solo genera atracción por rutina, por innovaciones en formas superficiales o por temor. Una buena ocasión en el texto de Lucas, para redescubrir cómo Jesús atraía tocando lo mejor del corazón de cada uno de los que lo escuchaban.

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