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Mostrando las entradas de octubre, 2013

30º domingo, t.o.

Lect.:  Eclo 35, 12-14. 16-18;  II Tim 4, 6-8. 16-18; Lc 18, 9-14 La semana pasada el texto del evangelio nos pedía que dejásemos de ser como el juez injusto que cerraba sus oídos a los lamentos de la viuda pidiendo justicia. Y nos hacía ver la urgencia de que nos interpelemos a nosotros mismos y asumamos nuestra cuota de responsabilidad por en lo que causa injusticia en el país, en el funcionamiento de una economía que causa progresivamente más desigualdad y pobreza. La 1ª lectura de hoy del libro del Eclesiástico insiste en el tema: nos presenta un modelo  de un Dios que, a diferencia de aquel juez injusto, no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja.  Y esto nos interpela de nuevo, porque si el grito de los que padecen injusticia “alcanza las nubes”; es más, si los gritos del pobre “atraviesan las nubes” y hasta alcanzar a Dios no descansan; con más razón deberían más rápidamente llega

29º domingo t.o.

Lect.    Éxodo 17,8-13;  2Timoteo 3, 14-4, 2; Lc 18: 1-8 Esta lectura de Lc me ha hecho pensar en tres pequeñas anécdotas que me han sucedido esta semana. La primera : esta misma mañana temprano tocaron el timbre de la casa unos Testigos de Jehová. Decían que querían compartir el mensaje de la Biblia. Lo relacionaban con "los tiempos difíciles que estamos atravesando" y citaban un pasaje, creo que de Daniel, anunciando que Dios eliminará a todos los gobernantes injustos. Con una lectura fundamentalista claramente creen que ante la injusticia de esta sociedad Dios mismo tendrá que intervenir. - La 2a anécdota se refiere a un videoclip que estaba circulando por internet en manos de personas piadosas. Presenta la discusión entre un barbero que dice no creer en Dios porque existe la pobreza, la injusticia y el sufrimiento y un creyente que le responde que “lo que sucede es que no nos acercamos a Dios y por eso no se solucionan esos problemas”. Aquí pa

28º domingo t.o.

Lect,: II Reg 5, 14-17, II Tim 2, 8-13, Lc 17, 11-19 En el episodio del domingo pasado Lc nos mostraba un Jesús que aclaraba a sus discípulos lo que era la fe. No es un depósito de creencias que hay que aumentar. Aunque sea pequeño como un granito de mostaza es algo poderoso, porque nos permite vernos , ver lo que nos sucede y ver el mundo en que nos movemos. Con unos ojos distintos, no con los de nuestro pequeño yo, egocentrado, aislado y angustiado, sino  desde los ojos de nuestro verdadero ser que en su plenitud es lo que llamamos Dios. La fe nos permite entrar en el misterio de nuestra existencia y descubrirnos relacionados unos con otros y con toda la creación, dentro de la vida de Dios. Y dentro de la vida de Dios experimentamos de manera distinta eso que llamamos nuestros logros y nuestros fracasos, los conflictos, y los momentos de tranquilidad.  En el relato de hoy vemos esa fe en acción. Diez leprosos, desde lejos, por el aislam

27o domingo t.o.

Lect.: Hab.  1, 2-3; 2, 2-4;  II Tim 1, 6-8. 13-14;   Lc 17, 5-10 Muchos de los comentarios y homilías sobre este texto de Lc acaban en una oración para pedir a Dios que nos aumente la fe. Es la misma actitud de los apóstoles. Aparentemente frustrados porque no han tenido éxito en algunas actividades de su misión, le piden a Jesús que les acreciente su fe. Lo curioso es que pasemos por alto que Jesús no parece seguirles la corriente. No les da la razón en que necesitan aumentar la fe. Más bien les cambia de "onda". La cosa no es de cantidad. Bastaría que su fe fuera tan pequeña como un grano de mostaza para vivir en una realidad nueva. No es cosa de cantidad sino de calidad. La fe no es, como a veces suponemos, una acumulación de creencias, y que cuantas más tengamos, con menos dudas, más fe tendremos.  La fe es algo cualitativamente distinto. La fe no es creencia sino una actitud nueva, una nueva forma de existir que nos permite percibirnos y pe