Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2014

22º domingo t.o.

Lect.:   Jer 20,7-9;  Rom 12,1-2; : Mt16,21-27 Quedábamos, el domingo pasado, tomando conciencia de algo que a menudo se nos pierde de vista : que cuando hoy llamamos a Jesús el Cristo, no lo hacemos en el sentido judío primitivo de "Mesías", sino que queremos decir “ el que ha realizado por completo su identidad de "hijo del hombre ”, como él se llamaba a sí mismo, es decir,  el “ser humano pleno” . Y cuando nos ponemos el adjetivo de “cristianos”, también estamos confesando no una doctrina, sino que nos reconocemos partícipes de esa misma identidad humana que Jesús nos muestra, y de esa misma vocación, la de realizar nuestra condición humana en plenitud. Pero el capítulo de Mateo continúa y se adelanta a respondernos la pregunta que seguramente nos hemos planteado: ¿y cómo lograr realizarnos humanamente como Jesús? ¿Qué es lo esencial que hay que hacer para seguir ese camino de Jesús de plenitud humana, para ser también cada uno de nosotros "cristiano&quo

21º domingo t.o.

Lect.:  Isaías 22,19-23;  Romanos 11,33-36; Mateo 16,13-20 Como lo reflexionábamos hace unos meses, durante la Pascua, los discípulos pasaron por una transformación profunda, a partir de esa experiencia espiritual que llamamos "resurrección". El domingo de Pascua decíamos, "A partir de ese momento de la Pascua, los discípulos testigos experimentan vivo a Jesús , de una manera distinta a como lo habían conocido en su vida histórica, y se experimentan a sí mismos de manera distinta , descubriendo en Jesús y en cada uno de ellos, los horizontes de la vida humana más anchos que jamás podrían haberse imaginado. Unos horizontes en que se experimentan a sí mismos y a Jesús inmersos en la realidad de la vida divina, de lo santo, del amor total, de la plenitud del ser humano . De una realidad que no muere jamás. Pienso que, de alguna manera podemos decir que con esta experiencia de vida y visión, los discípulos que creyeron en él, también resucitan en y con Jesús ."

20º domingo t.o.

Lect.:   Isaías 56,1.6-7;  Salmo 66; Rom 11,13-15.29-32; Mt 15,21-28 Como en el texto de hoy, encontramos otros pasajes de los evangelios, no muchos, en los que Jesús reconoce la actitud de fe en personas no judías, no pertenecientes a la religión oficial, en samaritanos o en paganos   , como se decía antes.  . Se trata de personas, que se le aproximan, con una extraordinaria confianza en la generosidad, en el amor de Dios, que se dejan atraer, incluso con audacia como esta mujer cananea, por esa generosidad divina sin sentirse inhibidos por sacerdotes y otros funcionarios religiosos, que les tratan de poner límites, ni por la exclusión o el desprecio de que pueden ser objeto por parte de los oficialmente creyentes. A pesar de que Jesús es también un judío con los condicionamientos propios de su época, —como lo muestra su reacción inicial ante los gritos de la mujer—, el reconocimiento que hace Jesús de que esta cananea, o la samaritana, o el centurión,... son hombres y mujere

19º domingo t.o.

Lect.:   I Reg 19,9a.11-13a; Rom 9,1-5; Mt 14,22-33 A menudo hemos hablado de las parábolas como un recurso utilizado por Jesús para introducirnos en un nivel profundo de la realidad, al que no se llega con conceptos y razonamientos. Los símbolos, las comparaciones son, entonces, una forma de abrir nuestro espíritu a la experiencia de esa realidad íntima de nuestra vida . Los evangelistas utilizan, además, otro recurso con el mismo propósito: los relatos milagrosos. Muchos de ellos vienen a ser como "parábolas en acción" y buscan también sacarnos de nuestro nivel habitual de conocimiento, de nuestra percepción rutinaria y sacudirnos con símbolos fuertes para que empecemos a experimentar nuestra vida espiritual.  Así funcionan también los símbolos del relato de hoy . Los primeros, que enmarcan el escenario, no tienen dificultad: La tempestad como una forma de evocar las ocasiones en que estamos metidos en una situación difícil, es una imagen que no tiene mayor complic

18º domingo t.o.

Lect.:   Is 55,1-3: Rom 8,35.37-39; Mt 14,13-21 El domingo pasado Mt nos recordaba lo que era para Jesús el “gran tesoro”, la “perla más valiosa” que podemos hallar en nuestra vida. No era, por supuesto , la acumulación de capital, ni de todo tipo de bienes materiales, ni siquiera de una larga vida. Pero tampoco, la de reputación, posiciones de poder o privilegio sobre los demás, o de títulos y diplomas. Con la frase característica de la predicación de Jesús, nos decía que ese tesoro y esa perla era el “reino de Dios ”, pero eso no quiere decir ni la religión ni la Iglesia. El reino de Dios es el encuentro personal con Dios que se alcanza , como lo dicen todas las tradiciones espirituales, cuando llega cada uno a descubrirse a sí mismo. Identificar el encuentro consigo mismo y el descubrimiento de Dios, es lo máximo a lo que podemos aspirar en nuestra vida, desde la perspectiva evangélica. Y hoy el relato de la  multiplicación de los panes añade algo más : el descubrimiento d