Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de abril, 2011

Domingo de Pascua, 24 de abril 2011

Domingo 24 de abril de 2011, Pascua. Lect.: Hech 10: 34 a. 37 – 43; Col 3: 1 – 4; Jn 20: 1 – 9 1. Hay cosas en los evangelios que deberían llamar nuestra atención y ponernos a pensar. Por ejemplo, cuando Jesús habló de que quien cree en él vive para siempre, si estaba anunciando que lo esencial de su mensaje era literalmente “volver” a la vida, y que nuestros cuerpos muertos invirtieran su proceso de corrupción, ¿por qué no usó ese elemento como parte de su “marketing” —y perdónenme la irreverencia del término—? Semejante anuncio hubiera sido de gran impacto en aquel ambiente , como en el nuestro de hoy todavía. Hubiera ganado tantos o más seguidores que los que le buscaron por la multiplicación de los panes. Pero no encontramos que su predicación contenga ese reclamo continuo. En cambio, sí habla de “nacer de nuevo”, y de vivir una vida “abundante”, “plena”. Apreciaba, amaba la vida, toda forma de vida, pero no parece que su énfasis central fuera garantizar la perpetuación de la v

Viernes Santo

Viernes Santo, 22 de abr. de 11 Lect.: Is 52: 13 - 53.12; Hebr 4: 14-16 – 5:7-9; Pasión según s. Juan 18: 1- 19: 42 1. Cada generación, cada cultura en cada época puede y debe releer la Pasión y Muerte de Jesús dentro de su propia situación. Si no lo hace, se arriesga a perder la relación viva con el acontecimiento y a caer en la mera repetición de los relatos sin una comprensión a fondo del sentido de los mismos. Las primeras comunidades cristianas tenían claro este panorama y por eso no solo transmiten los hechos históricos, sino las formas particulares de cada una de sus interpretaciones. Conforme con sus raíces judías es comprensible que algunas de ellas, al estilo del autor de la carta a los Hebreos, entendieran la Pasión y Muerte de Jesús en clave cultual, como el gran sacrificio que venía a sustituir y a llevar a su nivel más hondo los sacrificios del Antiguo Testamento. Otras, también en ese ambiente, vieron los acontecimientos en la línea del siervo doliente de Isaías 53, r

Jueves Santo, en la Cena del Señor

Jueves Santo, 21 de abril de 2011 Lect.: Éx 12: 1-8. 11.14; 1 Cor 11: 23-26; Jn 13: 1 – 15 1. Resulta un ejercicio interesante tratar de pensar, con base en los evangelios y en Pablo, hasta donde lleguemos, qué podría tener Jesús en la conciencia en el momento de la Última Cena . Si enfocamos ese momento con esa perspectiva, podremos aproximarnos un poco más al sentido que tiene la celebración de este Jueves Santo y, por extensión, el de la celebración de la Eucaristía. Hay cosas que no podemos pensar que Jesús tuviera en su conciencia. Por ejemplo, dicho con todo respeto, no calza de ninguna manera suponer que Jesús estuviera pensando en que estaba “instaurando un sacramento”, o que apuntaba a “crear” una “forma sacramental” de estar presente entre los suyos, después de su muerte. Menos aún que lo hacía para ser “objeto de adoración” en los templos de la cristiandad que vendrían luego. Todo esto son construcciones teológicas muy posteriores y, por tanto, anacrónicas en ese momento.

Domingo de Ramos

Domingo 17 de abril de 2011, Ramos. Lect.: Is 50: 4 – 7; Flp2: 6-11; Pasión según Mateo, 26:14 – 27:66 1. A pesar de que ya no pueda vivirse la cuaresma como preparación al bautismo, como lo era en las primeras comunidades cristianas; a pesar incluso de que el mismo sacramento del bautismo, al focalizarse casi exclusivamente en el de niños, ha perdido trascendencia y relevancia en la vida diaria de los adultos, con todo y todo, la Semana Santa podría darnos la oportunidad de un replanteo a fondo de nuestra vida cristiana. Al enfocarse en las últimas horas de Jesús, en la culminación de su vida, nos brinda la ocasión para concentranos en pensar en lo que fue lo esencial en todo su ser y su acción. Para qué vivió y por qué murió. Unos días privilegiados para hacernos las mismas preguntas con respecto a nosotros mismos. La Semana Santa podría ser esa ocasión. Pero no es fácil. Hay, al menos, un par de obstáculos serios para lograrlo. 2. El primer lugar, el relato de la Pasión y muerte

5º domingo de Cuaresma

5º domingo de Cuaresma, 10 de abr. de 11 Lect.: Ezeq 37: 12 – 14; Rom 8: 8 – 11; Jn 11: 1 – 45 1. Innumerables veces, con ocasión de despedir a un ser querido en un funeral, hemos leído este texto de Juan. Y hemos recalcado ese punto central: Jesús no está hablando de la resurrección del “último día”, algo que sucederá después de que nos muramos, como lo pensaba Marta. Jesús está hablando de “algo” que nos puede suceder ya en vida y que nos transforma tan profundamente que sus efectos permanecen incluso a través de la muerte física. Este mensaje del texto de Juan, coincide con lo que afirma otro evangelio no canónico, no oficial, el de Felipe, cuando dice: “Los que afirman: «Primero hay que morir y (luego) resucitar», se engañan. Si uno no recibe primero la resurrección en vida, tampoco recibirá nada al morir”. (Evang. de Felipe 90). 2. No se trata de juegos de palabras, sino de aproximarse al mensaje evangélico sabiendo que no se puede leer así como así. Menos aún el evangelio

4º domingo de cuaresma

4º domingo de Cuaresma, 3 de abr. de 11 Lect.: I Samuel 16, 1b.6-7.10-13, Salmo Responsorial: 22, Efesios 5, 8-14, Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38 1. El texto evangélico de hoy queda un poco truncado por los liturgistas. Le faltan unos versículos con los que termina el cap. 9 de Jn. Sin embargo, son importantes para ubicar el sentido del relato con el diálogo entre Jesús y los fariseos después del segundo encuentro de Jesús con el ciego curado. Dicen así los versículos: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen: “Vemos” su pecado permanece.»”. Como de costumbre, Jesús nos choca con tres afirmaciones: Él ha venido para que los que no ven, vean; también para que los que ven se queden ciegos. Y, finalmente, cuando algunos fariseos se ofenden por sus pala