Ir al contenido principal

4º domingo de cuaresma

4º domingo de Cuaresma, 3 de abr. de 11
Lect.: I Samuel 16, 1b.6-7.10-13, Salmo Responsorial: 22, Efesios 5, 8-14, Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38

1. El texto evangélico de hoy queda un poco truncado por los liturgistas. Le faltan unos versículos con los que termina el cap. 9 de Jn. Sin embargo, son importantes para ubicar el sentido del relato con el diálogo entre Jesús y los fariseos después del segundo encuentro de Jesús con el ciego curado. Dicen así los versículos: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen: “Vemos” su pecado permanece.»”. Como de costumbre, Jesús nos choca con tres afirmaciones: Él ha venido para que los que no ven, vean; también para que los que ven se queden ciegos. Y, finalmente, cuando algunos fariseos se ofenden por sus palabras y le preguntan si los está llamando “ciegos”, Jesús les dice que su problema es creer que ven.
2. Hay algo que debimos haber dicho desde el principio de la cuaresma y que nos permite entender estas aparentemente contradictorias afirmaciones de Jesús. Se trata de tener en cuenta que estos domingos de cuaresma eran la catequesis preparatoria para el bautismo del día de Pascua, que representaba el nuevo nacimiento a una vida nueva de los que lo recibían. Si consideramos entonces todos los textos de estas semanas anteriores como preparación catequética, podemos entender que todo este relato simbólico de la curación del ciego nos habla de un paso indispensable para avanzar a la vida nueva. En este domingo el paso consiste en reconocer que en este nivel de la vida espiritual uno tiene que enfrentar una doble “ceguera”. En primer lugar, descubrir que la manera como uno está acostumbrado a “ver” la realidad y la vida puede perfectamente incapacitarlo para ver dimensiones de esa vida y esa realidad que de hecho son profundamente reales y están ahí aunque no las veamos. De esa “ceguera” uno tiene que ser curado, hay que salir de ella. En segundo lugar, reconocer que la dimensión más profunda de nuestra vida, la realidad de la vida divina en nosotros, supera todo conocimiento humano, toda imagen, toda expresión verbal y doctrinal, por lo que para encontrarse entonces con Dios, es preciso entrar en otro nivel de conocimiento que, desde la perspectiva “normal” parece más bien exigir la renuncia a “querer ver”, como uno ve de manera habitual.
3. Si el párrafo anterior puede sonar difícil y abstracto, —sin duda por limitación de quien escribe—, existen innumerables ejemplos en la vida diaria que nos ayudan a entenderlo. Un drogadicto, un alcohólico, alguien obsesionado con el sexo, no “ven” en la realidad más que aquello que les produce la sensación placentera buscada. (Hay incluso bastantes chistes al respecto). En otro orden de cosas, alguien a quien nunca se le ha cultivado el gusto, o que no ha tenido la oportunidad de ver y apreciar cuadros, o esculturas de grandes maestros, no podrá “ver” la belleza de un Picasso, un Dalí, un Miró. Alguien que no está enamorado de una pareja tal vez no muy bien agraciada en su rostro o en su cuerpo, no será capaz de verla como profundamente atractiva. Y los ejemplos siguen y siguen. Se dan incluso a nivel científico (y teológico). Lonergan, un gran filósofo jesuita canadiense, habla de las barreras que muchas personas (o muchos enfoques analíticos) tienen, que les impide ver aspectos importantes de la realidad. Inconscientemente, por razones diversas, “censuran” lo que la realidad les presenta y esto hace que su percepción tenga “puntos ciegos”. (Lonergan usa el mismo nombre que se usa en medicina —escotosis— para llamar a esas cegueras parciales que algunos padecemos físicamente y economistas, físicos, teólogos y otros pueden tener a nivel del conocimiento de la realidad).
4. Dentro de la catequesis evangélica el relato de la curación del ciego es un llamado a prepararnos al nuevo nacimiento de la Pascua, reconociendo que hay elementos que nos impiden “ver” el Dios que habita en nosotros y “ver” la misma participación de nuestra realidad humana en la vida divina. Como en el relato de los fariseos que reaccionaron contra Jesús, nuestros “puntos de ceguera” pueden ser causados por arrogancia, autosuficiencia, inseguridades o intereses inmediatistas mezquinos.Ω

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Domingo de Pascua

Lect.:  Hech 10: 34-43; Col 3: 1-4; Jn 20: 1-9 Cuando decimos que para los cristianos la fiesta de la Pascua es el acontecimiento central de nuestra vida , afirmamos que estamos hablando de algo de lo que no es fácil hablar . Nos referimos al momento culminante de la vida de Jesús, de la vida de sus primeros testigos y de nuestra propia vida . ¿Cómo poder expresar ese momento culminante de manera fácil? ¿Cómo encerrar en palabras humanas unas realidades, vivencias que tocan lo más íntimo de nuestro ser y del ser de Jesús ? Durante muchos años hemos leído y meditado los relatos evangélicos de la resurrección y probablemente nos hemos quedado pegados en los detalles con que sus autores intentaron comunicar lo incomunicable. La resurrección de Jesús no es la vuelta a la vida en este mundo de un cadáver . Y, sin embargo, por las limitaciones del lenguaje, si los leemos literalmente, los relatos sobre la tumba vacía, sobre las apariciones a María Magdalena,...

3er domingo de Adviento

3er domingo Adviento, 16 diciembre 2007 Lect.: 35: 1 – 6 a; Sant 5: 7 – 10; Mt 11: 2 – 11 1. Nuestro mundo ha cambiado mucho desde que Isaías escribió el texto que escuchamos hoy. La imaginación no nos da para pensar lo diferente que sería la sociedad de hace 2700 años. Pero hay algo que nos suena conocido. El profeta ve a su alrededor gente con manos débiles, con rodillas vacilantes, dejándose llenar su corazón de cobardía, con temor. Un mundo lleno de problemas que produce innumerables víctimas. Siete siglos después, Juan el Bautista en la cárcel, duda si Jesús es el Mesías que ha de venir y manda a sus discípulos a preguntarle si es él o hay que esperar a otro. Jesús se identifica indicando a quiénes ha venido a traer esperanza: a los inválidos, a los enfermos, a los pobres, a los que están amenazados por la muerte y dice claramente: anuncien a Juan lo que están Uds. viendo y oyendo. 2. El mundo de Isaías, el del bautista, el nuestro, están llenos de víctimas. ¿Qué responderíam...

3er domingo de Cuaresma. "EL AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO ES UN ÚNICO AMOR. Cuaresma: tiempo de actuar y de detenerse ante el hermano herido". MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL A LA IGLESIA Y PUEBLO DE COSTA RICA

 Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, reunidos los días 26 al 29 de febrero de 2024, en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, compartimos nuestro sentir. En su mensaje para la Cuaresma del presente año, el Papa Francisco nos ha recordado que “es tiempo de actuar… de detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo”. La Iglesia, desde su origen en nuestro Señor Jesucristo, es portadora de una buena noticia: “el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lucas 4,18). Los discípulos del Señor se dispersaron “anunciando el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo” (Hechos de los Apóstoles 8,12), mensaje que entraña la posibilidad de vivir según el proyecto de Dios, desde las actitudes de amor, justi...