Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de noviembre, 2013

34º y último domingo de t. o.

Lect. II Samuel 5, 1-3; Colosenses 1, 12-20; Lucas 23, 35-43 Se tiene la costumbre, relativamente reciente, en la Iglesia de leer en ciclos de tres años, a los tres evangelistas llamados sinópticos, Mc, Mt y Lc durante los llamados domingos ordinarios. Y se termina cada serie con un último domingo en el que se quiere resumir con un texto, todo el recorrido de Jesús meditado en el conjunto de domingos previos. Pensándolo así, creo que Uds. Estarán de acuerdo conmigo en que el episodio que mejor resumiría toda la vida de Jesús sería el del lavatorio de pies, que nos narra Juan. O bien, otro texto equivalente, como las parábolas de la misericordia de Lc como la de la oveja perdida o la del hijo pródigo Cerrar así el año litúrgico nos permitiría a todos terminar recogiendo la entrega en el servicio o en el amor de misericordia como gran síntesis de la vida y mensaje de Jesús. Sin embargo, por razones no bien conocidas, los liturgistas optaron por denominar a este último domingo, de

33º domingo t.o.

Lect.: Malaq 3, 19-20a; II Tesal 3, 7-12; Lucas 21, 5-19 Durante muchos domingos este año, con los textos de Lc, hemos visto a Jesús subiendo el camino de Jerusalén, curando, acogiendo a los pobres y excluidos,   y al terminar este camino, la cosa cambia, lo vemos envuelto en enfrentamientos que explican por qué llegarán a asesinarlo. Él enfrenta abiertamente a todos los grupos de poder político y religioso . Y eso es imperdonable. El domingo pasado, a los saduceos. Hoy, a los sacerdotes del Templo. Todo este camino y su final es una manera simbólica y sintética de decirnos que toda la vida de Jesús fue de acogida, de servicio a los excluidos, a los discriminados injustamente, a los pobres y de consiguiente enfrentamiento a las autoridades políticas y religiosas que no querían entender que esta práctica de Jesús era la auténtica religión .  El choque de hoy se da cuando aparece en escena un grupo de judíos impresionados por la grandeza y belleza del Templo de Jerusalén, lo que m

32º domingo t.o.

Lect.: II Mac 7, 1-2. 9-14; II Tesal 2, 16-3, 5;  Lc 20, 27-38 Todos tenemos, o hemos tenido, un cierto morbo por lo terrorífico. Cuando éramos pequeños, nos daban temor pero, al mismo tiempo nos atraían, los cuentos de fantasmas, de muertos y aparecidos. Como que había un cierto disfrute en la sensación producida  por la adrenalina segregada. Luego, de jóvenes y mayores, la literatura y el cine fantástico nos remontaban, no solo a mundos imaginarios, sino también a imaginaciones sobre el llamado “inframundo” o mundo de los muertos. Y todo esto, también reconozcámoslo, ha contaminado nuestro pensamiento religioso y nos ha hecho privilegiar, a menudo, los temas  de la muerte en relación a la prácticas y creencias de nuestra religión . Como que vemos la religión como otra fuente para alimentar nuestra afición a lo fantástico, al mundo de lo que no es natural, lo que no está regido por la dinámica de este mundo.  Esto nos lleva, con frecuencia, a poner el tema de la vida después de

31º domingo t.o.

Lect.: Sab 11, 22-12,2; 2Tesal 1, 11 - 2, 2;   Lc 19, 1-10 Los estudiosos bíblicos nos dicen que Lc escribió esta narración sobre el encuentro de Jesús con Zaqueo, probablemente, para cortar ciertas actitudes discriminatorias y elitistas que empezaban a aparecer en las primeras comunidades cristianas. Ya el domingo pasado veíamos otro ejemplo de un texto de Lc también escrito para enfrentar ese tipo de problemas. Comentábamos cómo con el ejemplo de la oración del fariseo y el publicano se hacía una llamada de atención radical ante el problema que se estaba extendiendo entre los mismos cristianos de las primeras comunidades: el de la autosuficiencia, la arrogancia, el sentirse superiores moral y religiosamente a los demás. Un problema tan serio, tan profundamente enraizado que se manifestaba en la oración misma y distorsionaba su sentido.  Hoy, la figura de Zaqueo le permite a Lc continuar advirtiendo a su comunidad y a los que venimos detrás el peligro de c