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Mostrando las entradas de 2014

Domingo dentro de la octava de navidad: Sagrada Familia

Lect.:  Eclo 3,2-6.12.14; Col 3,12-21; Lc 2,22-40 En los templos cristianos, desde hace siglos, la celebración de las grandes fiestas se prolongaban toda una semana. Por eso se hablaba de la octava de Navidad o de la Octava de Resurrección, porque la alegría de esas Pascuas se continuaba celebrando toda la semana siguiente. Esto nos lleva a los cristianos  a que no se nos acabe la Navidad el día 25 de diciembre sino que continuemos contemplando el mensaje navideño en este domingo y hasta el 1º de enero. Y por eso hoy nos detenemos en un detalle no tan pequeño de lo que significa creer en la encarnación del hijo de Dios.  Significa, entre otras cosas, creer que la manifestación de la vida divina en Jesús, se realizó también en su experiencia de una vida familiar dentro de un torno pobre y sencillo, y en una época y unas condiciones culturales no solo  muy diferentes de la nuestras, sino muy imperfectas. Era una estructura familiar, como nos lo han recordado la 1ª y la 2ª lectura

4º domingo de Adviento

Lect.:   II Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16; Rom 16,25-27; Lc 1,26-38 Decía un gran estudioso y profesor de Biblia (Carlos Mesters) que estos libros sagrados son como el coco —en Costa Rica diríamos como la pipa— que tiene una corteza muy dura, pero que si logramos abrirle agujeros y penetrarla, podremos beber un agua muy fresca y reconstituyente. Si nos quedamos leyendo la pura letra de los evangelios, por ejemplo, sin penetrar en el sentido profundo de sus símbolos, jamás podremos beber de su agua de vida. Vale la pena repetir esta idea cuando ya tenemos la Navidad a las puertas y corremos el riesgo de leer los evangelios de la infancia sin penetrar en sus símbolos. Los convertiríamos así en una especie de cuentos bonitos y tiernos, parecidos a los que nos contaban de niños antes de dormir, o a los que vemos en el cine y la TV hoy día para entretenernos. Cuando se nos habla hoy de la virginidad de María, al recibir el anuncio del ángel, ¿cuál puede ser el sentido profundo del mensa

3er domingo de Adviento

Lect.:  Is 61,1-2a.10-11; Lc 1,46-54; I Tes 5,16-24; Jn 1,6-8.19-28 El domingo pasado poníamos atención al hecho de que las primeras comunidades mirasen la presencia de Jesús en medio de ellos como una “buena noticia” , y de ahí la palabra evangelio. Nos fijábamos también en que la buena noticia consistía en que lo que Jesús les ofrece ahora es un modo de vida sumergida en la vida del Espíritu Santo. Es la vida que vive él, que se le transparenta, que resplandece en todas sus acciones y en su relación con los demás, la misma que inicia y sumerge a todos los que se le unen en su camino. Era algo muy novedoso, porque  ante la necesidad del pueblo de un consuelo para sus sufrimientos, y un alivio para sus pecados; ante la búsqueda del favor y la bendición de Dios, Jesús ya no ofrece, como las religiones, ritos de purificación, ni prácticas de penitencia para ganarse la benevolencia de un Dios que mora en lo alto. Ofrece un camino renovador de la condición humana, ligado a   l a e

2º domingo de Adviento

Lect:  Is 40,1-5.9-11; Salmo 84; II Pedr 3,8-14; Mc 1,1-8 " Este es el origen de la Buena Noticia de Jesucristo, hijo de Dios. ” Así empieza este libro del evangelista Marcos (1,1), en el texto que acabamos de escuchar. Sencillo y, a la vez, extraordinario, aunque su fuerza la podemos perder cuando olvidamos que eso es lo que significa la palabra “ evangelio", tan repetida y poco comprendida. ¿Qué pudo ver este autor, y otros muchos de sus coetáneos, en Jesús para poner al Bautista a hacer tan notable proclamación y, luego, para hacerse sus discípulos? ¿qué les impactó de la presencia de aquel galileo para ver en su cercanía, en su modo de vida, una Buena Noticia?   En primer lugar, vale la pena destacar lo que seguramente no fue su motivación. No hablan así de Jesús porque se hubieran matriculado en una nueva religión que les inculca una doctrina religiosa sobre Jesús, o porque se los enseñara una escuela teológica eclesiástica, como podría suceder a otros adeptos, si

1er domingo de Adviento

Lect.: Is 63: 16-17.19; 64:2-7; 1 Cor 1: 3-9; Mc 13:33-37 Nuestro sol, cuya aparición disfrutamos disfrutamos cada mañana, igual que cualquier otra estrella tiene también un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte. Como nos lo han recordado recientemente, a propósito del cometizaje de la sonda enviada por la Agencia Espacial Europea, nuestro sistema solar nació, se formó hace unos 4800 millones de años. Y los científicos estiman que a este sol le queda combustible para unos 7500 millones de años más, hasta que se convierta en una gigante roja y, probablemente consuma en el fuego a los planetas interiores, entre los cuales iría la tierra. Por supuesto, nada de esto sabían en la época de las primeras comunidades cristianas. Podían hacerse una idea de lo que era el final de la historia judía porque habían presenciado la destrucción de Jerusalén y del Templo. Pero pensar con objetividad en el final del planeta tierra y de la historia humana sobrepasaba las capacidades de l