Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de noviembre, 2015

1er domingo de adviento

Lect.: Jer 33, 14-16; I Tes 3, 12-4, 2; Lc 21, 25-28. 34-36 El clima, el espíritu festivo, las ganas de salir a vacaciones, de comer tamales,… todo nos habla del final de un ciclo y del comienzo de otro. El calendario civil nos anuncia que queda un mes para iniciar el 2016, mientras que e l calendario de la iglesia nos hace un adelanto diciéndonos que hoy empieza un nuevo año en la liturgia , con un período de casi cuatro semanas de preparación de la Navidad. La tradición lo llama “tiempo de adviento”, es decir de la “ venida ”,   haciendo referencia a la venida de Jesús que conmemoramos el 25 de diciembre. Pero más allá de esa fecha particular, es preparación a la permanente venida del Dios hecho hombre en la historia de nuestro mundo. Una hermosa tradición nos lleva a los cristianos a poner en una corona con ramas de plantas y árboles, 4 velas que vamos encendiendo, progresivamente, una cada domingo antes de navidad, como símbolo de que estamos dispuestos a dejar que la luz

34º y último domingo t.o.: Cristo Rey

Lect. Daniel 7, 13-14; Apoc 1, 5-8; Jn 18, 33b-37   En una semana, entre el 13 y el 20 de este mes de noviembre, hemos conocido, a nivel internacional, dos ataques terroristas terribles, con cifras elevadas de muertos civiles inocentes. El primero, el que ha tenido más divulgación en los medios periodísticos, en París, con más de 120 muertos, y el segundo, apenas anteayer, —del que se ha informado poco relativamente, quizás por ser un país africano— en Bamako, capital de Mali, cobrando alrededor de 40 víctimas mortales. Siendo ambos ataques obra de extremistas islámicos, no es extraño que se diga que los atacantes los cometieron al grito de “¡Allah akbar !” “Dios es grande!” (en árabe), aunque ninguno de los dos grupos de terroristas sean auténticamente religiosos, pero sí saben manipular la religión. Una verdadera blasfemia, como dijo el Papa Francisco. Una blasfemia, sin embargo, que ha sido cometida también en otras culturas, en otras religiones, incluyendo el cristianismo, cad

33º domingo t.o.

Lect.:    Dan 12, 1-3; Hebr 10, 11-14. 18; Mc 13, 24-32 No se si la mayor parte de los que comparten esta reflexión dan seguimiento a las noticias internacionales. Quienes lo hacen estarán, sin duda, impactados y conmovidos por los ataques terroristas que golpearon la capital francesa este pasado viernes y que causaron más de 120 muertos, civiles, que se encontraban iniciando su diversión de fin de semana, en salas de fiestas o en bares, al margen de todo conflicto. Fueron víctimas inocentes de siete ataques terroristas que los asesinaron a sangre fría, sin que mediara ninguna razón personal, sino, probablemente, razones de venganza por las implicaciones del gobierno francés en la guerra en Siria contra extremistas islámicos.    Nos hemos horrorizado quizás porque esta tragedia en París nos suena más cercana que otras tragedias bélicas también con víctimas civiles, pero que vemos más distantes: Bagdad, Beirut, Afganistán, Nigeria, Palestina… Sin embargo, si seguimos las noticia

32º domingo t.o.

Lect.: I Reyes 17, 10-16; Hebreos 9, 24-28; Mc 12, 38-44    Este texto del evangelio de hoy es quizás el más elocuente de Mc para expresar a su comunidad y a nosotros cómo entiende él lo que es Jesús . Y lo hermoso y extraordinario es que para transmitirnos el retrato sintético que dibuja del Maestro utiliza lo inesperado: no la imagen de ningún líder o profeta del A.T., ni la comparación con ningún varón fuerte, sino la figura de una mujer, de una viuda pobre y generosa , capaz de entregar, desinteresadamente, todo lo que tiene para vivi r; es decir, capaz de entregar su propia vida. Como lo han destacado algunos estudiosos del N.T. aquella mujercita sin importancia, “ninguneada” por quienes ni alzaban a verla, puede ser entendida como una “ viuda mesiánica ”, una “ parábola viviente” de la vida y la muerte de Jesús , al destacar el rasgo de ser capaz de dar por otros no un diezmo, ni una porción de lo sobrante, sino la totalidad de su propia vida. Este es el gesto, para el e

Todos los santos

Lect. Apoc 7,2-4.9-14; I Juan 3,1-3; Mateo 5,1-12a 1.    En la época y en la zona mediterránea en que vivió Jesús de Nazaret, no se entendía la pobreza  solamente como padecer una limitación económica, de ingresos y posesión de bienes. Además de eso era, sobre todo, un problema cultural y social. Era una carencia de posición, de estima, de reputación. No solo carecer de recursos, sino de educación, salud, vestido elegante, buena vivienda. Pobre era, por tanto, un “don nadie”, que no había nacido en buena cuna, en una familia de alcurnia, de gente notable que sabía comportarse. Era, por eso, alguien que no podía codearse con la gente destacada, con los fariseos o los sacerdotes quienes, además de tener muchas posesiones, se presentaban como irreprochables, como supuestos santos, cumplidores de la ley, mientras los pobres ni siquiera tenían las capacidades para leer y estudiar la Ley, las Escrituras. Creo que en nuestra época ya hemos empezado a entender que esto es también en n