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Mostrando las entradas de mayo, 2012

Pentecostés

  Lect. H echos 2,1-11,  I Corintios 12,3b-7.12-13,  Juan 20,19-23   Cuando al Bautista le toca presentar a Jesús, después de haberlo bautizado, según el evangelio de Jn, dice sencillamente: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.”» (Jn 1: 32-33). Cuando al propio Jesús le toca presentarse a sí mismo, según el texto de Jn, lo que dice es: “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10:10). Luego se aplicará las palabras del profeta para mostrar que su servicio a los pobres, a los cautivos, a los necesitados de salud y a los oprimidos de cualquier forma, se derivan del hecho de que el Espíritu está sobre él. “Bautizar con Espíritu Santo” y “dar vida en abundancia”, en realidad no son cosas distintas, sino formas de expresar lo mismo. El

Ascensión del Señor

Lect.: Hech 1: 1 – 11; Ef 1: 17 – 23; Mc 16: 15 – 20 1.      Para quienes compartimos estas reflexiones habitualmente, ya no nos extraña ver que los esfuerzos de las primeras comunidades por expresar una vivencia espiritual profunda tenía que filtrarse en las formas culturales de la época, en la manera de entender, por ejemplo, el cosmos, el mundo, el universo. Por eso utilizan esos términos de “arriba”, “abajo”, “subir al cielo”, descender a los infiernos”, etc. No tenían otra forma de expresarse. Pero nosotros, más de dos mil años después, no podemos permanecer apegados a esa forma de hablar y, como dice un comentarista, no podemos pensar lo que llamamos encarnación como un “aterrizaje”, ni la ascensión como un “despegue”. Un esfuerzo de relectura, de comparación de los relatos de Lucas y Marcos, y con los relatos de “ascensiones” de personajes célebres que figuran en otra literatura no bíblica de la antigüedad, nos permiten aproximarnos al sencillo mensaje que los e

6º domingo de Pascua

Lect.: Hechos 10,25-26.34-35.44-48, I Juan 4,7-10, Juan 15,9-17 1.      Seguimos reflexionando sobre esa realidad que llamamos “resurrección” o “vida nueva” manifestada en Jesús. Hoy Juan pasa de utilizar comparaciones agrícolas —como la vid y los sarmientos— a entrar en directo diciéndonos cómo se entiende el ser humano en una visión evangélica. El cuadro que surge es impactante cuando tratamos de entenderlo en la perspectiva de aquella comunidad. Cierto, es una “llamada al amor” como algo clave para el evangelio. Pero quedarse ahí no tiene tanta novedad ni aclara el énfasis de Jesús. Incluso es insuficiente, aunque importante, verlo como ”, la enseñanza del   “mandamiento único”. Se trata de descubrir algo más: que ese “amor” del que está hablando es la expresión de lo que somos en profundidad . “Permanecer en Dios”, como Jesús permaneció en su Padre y nosotros permanecemos en Él, hace referencia a la comprensión del ser humano, de cada uno de nosotros, enraizado, fund

5º domingo de Pascua

Lect.: Hechos 9,26-31, I Jn 3,18-24, Jn 15,1-8 1.      Para quienes no hemos nacido, ni nos hemos criado en un país vitivinícola, —es decir, de producción de uva y vino, como era la Palestina de Jesús—, se da el riesgo de perdernos parte de la riqueza de la metáfora de hoy. Imaginar que Él es la vid y nosotros los sarmientos no nos resulta fácil a quienes quizás nunca hemos visto una “mata de uva” ni conocemos cómo se cultiva, o cómo y por qué se poda. Por esta vez tenemos que limitarnos a aceptar que la comparación tiene algo en común con otros ejemplos agrícolas.   De ahí podemos deducir que el texto nos está hablando de una forma de unidad entre nosotros, Jesús y el Padre Dios , tan estrecha como la que tiene una planta por cuyo tronco, ramas y hojas circula la misma savia vital . Esto hace que el Padre Dios, Jesús y todos nosotros no seamos, en nuestra identidad profunda, entidades separadas sino estrechamente unidas en una sola realidad . Y esa savia es la vida del