Lect.: Isaías 50:4-7; Flp 2:6-11; Lc 19: 28 - 40 En este que ahora llamamos Domingo de Ramos, —domingo inicial de la última semana de vida de Jesús—, se da un hecho interesante del que se habla poco y que, sin embargo, es clave para interpretar lo que significan para los evangelistas, los acontecimientos de esta fecha. Ese hecho es el de la existencia no de una sino de dos procesiones de ingreso, de subida a Jerusalén . Tradicionalmente ese primer día de la semana de celebración de la Pascua judía, todos hemos oído narrada muchas veces la procesión de entrada de Jesús. Él subió esta vez como probablemente lo había hecho en otras ocasiones anteriores (al menos, así lo consignan varios de los evangelistas). Era una práctica normal de peregrinación entre los judíos piadosos: subir a Jerusalén, la Ciudad Santa de los judíos, para la celebración de la Pascua. Solo que en esta ocasión, a pocos días de su muerte, las narraciones la caracterizan con rasgos especiales, como una procesió...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.