21º domingo t.o., 24 ago. 08
Lect.: Is 22: 19 – 23; Rom 11: 33 – 36; Mt 16: 13 – 20
1. A menudo, el ambiente de discusión en torno a un tema, hace que por defender posiciones opuestas sobre el mismo, en el calor del debate se vayan perdiendo de vista aspectos del asunto que, a la larga pueden ser más importantes que lo que se sigue discutiendo. Eso pasa, por ejemplo, en torno a este texto de Mt. Por el interés en dar buena organización a la Iglesia, —importante pero no lo esencial del evangelio—, ha dado lugar a largas e interminables controversias entre católicos, ortodoxos y protestantes sobre el papado y el papel del obispo de Roma que, probablemente no se van a resolver pronto y quizás no tengan tanta trascendencia para nuestra vida espiritual y nuestra acción como cristianos. En cambio hay tres aspectos en el texto de Mt que, independientemente del debate sobre el papado vale la pena subrayar.
2. El 1º es la afirmación de que la Iglesia se construye sobre roca. Se trata de una metáfora bíblica riquísima. Todo el A.T. había comparado constantemente al Dios de Israel con una roca. Entre otras razones primero, por la idea de fortaleza, de permanencia. Dios no falla jamás, es totalmente digno de confianza, no es caprichoso, ni arbitrario. Es por completo digno de confianza. Una segunda comparación, muy cercana, es la de protección, refugio, seguridad. Así como algunos pueblos en la antigüedad se habían refugiado en cuevas o, aún más, construido sus ciudades y fortalezas rocosas, la idea bíblica es que quien habita en Dios es como si habitara en una fortaleza inexpugnable. Nada ni nadie lo puede amenazar. Y ese refugio es para todos. Esta metáfora pega con la de las llaves. Jesús había criticado a escribas y fariseos porque cerraban la puerta del Reino a la gente sencilla. Ni entraban ellos, ni dejaban entrar a los demás. En cambio da las llaves a Pedro, y a los apóstoles, para que abran las puertas del Reino a todos.
3. En fin, el otro aspecto importante del texto de Mt se refiere a la confesión de Pedro. Lo importante no es que fuera única. Casualmente hace un par de semanas vimos que la misma confesión la habían hecho todos los que iban en la barca cuando Jesús se acercó caminando sobre las aguas. Lo importante que Mt quiere recalcar es que esa confesión de Pedro no se la ha revelado “nadie de carne y hueso”, sino solo el Padre. Es decir, que el acto de confianza total que uno pone en Dios con la fe no es resultado de un esfuerzo humano, sino que es fruto de la gratuidad de Dios. Un don de su generosidad que nos entrega a todos.
4. Más allá, pues, del debate sobre el papado y el primado del Obispo de Roma, aquí se nos recuerda una visión clave sobre la vida y misión de la Iglesia, aplicable al Papa, a los Obispos y a toda la comunidad cristiana. El cuadro que pinta Mt es el de una comunidad que ha recibido el don de la fe y la confianza en Dios, por pura gracia. Construida sobre roca, metida en la fortaleza misma de Dios, contando con absoluta confianza en el poder de Dios, nada de esto lo tiene por mérito ni esfuerzo propios. Es pura gracia de Dios, que no es privilegiada además. La tiene para compartirla, para entregarla a todos, para que todas las personas y naciones descubran a Dios como su roca y salvación. La Iglesia no está para poner trabas y obstáculos en la búsqueda de la verdad y del amor que las personas hacen según caminos múltiples, sino para valorar todos esos caminos y apoyarlos. Nada más lejos de la misión de la Iglesia que convertirse en una institución burocrática más, o peor aún, en uno de esos poderes negativos de los que le ha prometido librarla, y que acaban poniendo a las personas a su servicio, en vez de estar al servicio de todos.
5. Una vez más, es la participación en la eucaristía, que hace presente en nosotros la entrega incondicional de Jesús, la que marca el espíritu con que debemos definir nuestra misión, la de ser cada uno piedra viva, tallada por la mano de Dios, para construir la Iglesia, como comunidad de todos.Ω
Lect.: Is 22: 19 – 23; Rom 11: 33 – 36; Mt 16: 13 – 20
1. A menudo, el ambiente de discusión en torno a un tema, hace que por defender posiciones opuestas sobre el mismo, en el calor del debate se vayan perdiendo de vista aspectos del asunto que, a la larga pueden ser más importantes que lo que se sigue discutiendo. Eso pasa, por ejemplo, en torno a este texto de Mt. Por el interés en dar buena organización a la Iglesia, —importante pero no lo esencial del evangelio—, ha dado lugar a largas e interminables controversias entre católicos, ortodoxos y protestantes sobre el papado y el papel del obispo de Roma que, probablemente no se van a resolver pronto y quizás no tengan tanta trascendencia para nuestra vida espiritual y nuestra acción como cristianos. En cambio hay tres aspectos en el texto de Mt que, independientemente del debate sobre el papado vale la pena subrayar.
2. El 1º es la afirmación de que la Iglesia se construye sobre roca. Se trata de una metáfora bíblica riquísima. Todo el A.T. había comparado constantemente al Dios de Israel con una roca. Entre otras razones primero, por la idea de fortaleza, de permanencia. Dios no falla jamás, es totalmente digno de confianza, no es caprichoso, ni arbitrario. Es por completo digno de confianza. Una segunda comparación, muy cercana, es la de protección, refugio, seguridad. Así como algunos pueblos en la antigüedad se habían refugiado en cuevas o, aún más, construido sus ciudades y fortalezas rocosas, la idea bíblica es que quien habita en Dios es como si habitara en una fortaleza inexpugnable. Nada ni nadie lo puede amenazar. Y ese refugio es para todos. Esta metáfora pega con la de las llaves. Jesús había criticado a escribas y fariseos porque cerraban la puerta del Reino a la gente sencilla. Ni entraban ellos, ni dejaban entrar a los demás. En cambio da las llaves a Pedro, y a los apóstoles, para que abran las puertas del Reino a todos.
3. En fin, el otro aspecto importante del texto de Mt se refiere a la confesión de Pedro. Lo importante no es que fuera única. Casualmente hace un par de semanas vimos que la misma confesión la habían hecho todos los que iban en la barca cuando Jesús se acercó caminando sobre las aguas. Lo importante que Mt quiere recalcar es que esa confesión de Pedro no se la ha revelado “nadie de carne y hueso”, sino solo el Padre. Es decir, que el acto de confianza total que uno pone en Dios con la fe no es resultado de un esfuerzo humano, sino que es fruto de la gratuidad de Dios. Un don de su generosidad que nos entrega a todos.
4. Más allá, pues, del debate sobre el papado y el primado del Obispo de Roma, aquí se nos recuerda una visión clave sobre la vida y misión de la Iglesia, aplicable al Papa, a los Obispos y a toda la comunidad cristiana. El cuadro que pinta Mt es el de una comunidad que ha recibido el don de la fe y la confianza en Dios, por pura gracia. Construida sobre roca, metida en la fortaleza misma de Dios, contando con absoluta confianza en el poder de Dios, nada de esto lo tiene por mérito ni esfuerzo propios. Es pura gracia de Dios, que no es privilegiada además. La tiene para compartirla, para entregarla a todos, para que todas las personas y naciones descubran a Dios como su roca y salvación. La Iglesia no está para poner trabas y obstáculos en la búsqueda de la verdad y del amor que las personas hacen según caminos múltiples, sino para valorar todos esos caminos y apoyarlos. Nada más lejos de la misión de la Iglesia que convertirse en una institución burocrática más, o peor aún, en uno de esos poderes negativos de los que le ha prometido librarla, y que acaban poniendo a las personas a su servicio, en vez de estar al servicio de todos.
5. Una vez más, es la participación en la eucaristía, que hace presente en nosotros la entrega incondicional de Jesús, la que marca el espíritu con que debemos definir nuestra misión, la de ser cada uno piedra viva, tallada por la mano de Dios, para construir la Iglesia, como comunidad de todos.Ω
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