16º domingo t.o., 20 jul. 08
Lect.: Sap 12: 13. 16 – 19; Rom 8: 26 – 27; Mt 13: 24-43
1. Hay dos formas típicas de inmadurez y de inseguridad en las que a veces caemos, —personas y grupos— cuando nos topamos con las dificultades de la vida diaria. Una primera es la de imaginar un mundo en el que, como en las películas de aventuras, hay buenos y malos —nosotros, por supuesto estaríamos en la lista de los buenos— y si algo malo nos pasa, o le pasa a nuestra familia o a nuestro país, culpabilizamos a otros de todo eso malo que (nos) sucede. Tenemos ejemplos en el orden político (Bush, Occidente, el “no nos dejan gobernar”, o “solo restan, no suman” de políticos locales…) y también en el plano personal (ante fracasos en el trabajo, o en las relaciones…). Es un comportamiento incapaz de asumir responsabilidades y temeroso de descubrir el posible “lado oscuro” que cada uno de nosotros también tiene. La otra forma de inmadurez, contraria en alguna medida, es la de cerrar los ojos a todo lo malo, a lo injusto que existe. Ver la vida con lentes color de rosa. Es una actitud a veces ingenua y a veces mal intencionada (porque trata de mantener las cosas como están, si de eso uno se beneficia). Pretende que lo negativo que se puede percibir no es nada en comparación a lo positivo, o que todo el mundo tiene buena intención pero que, en fin, “así es la naturaleza humana, el pecado original”, o que “no hay que dejar de creer en que el Diablo existe”. Es también un comportamiento irresponsable, incapaz de asumir las tareas factibles de transformar lo que hay que transformar en uno mismo y en la sociedad que nos rodea.
2. Las lecturas de hoy nos dan una visión distinta de la realidad que nos ayuda a superar esos dos comportamientos inmaduros. Lo primero que nos hace ver Mt es que el Reino de los Cielos, que ya está en medio de nosotros no es color de rosa. Se parece a un campo con trigo y con mala hierba. Ojo, habla del Reino, no del “mundo malo”. Quizás, precisamente porque habla del Reino, lo que aparece como “mala hierba” no debe ser arrancada antes de tiempo. Es tan similar al trigo, que se confunde con él. Pareciera que se nos está diciendo que en todo comportamiento humano lo luminoso y lo oscuro se enredan, que ese mismo enredo tiene sentido, y que lleva tiempo, lleva un proceso, el que finalmente se separen y quede bien definido el grano bueno. Y esto tiene función en el reino.
3. No se fomenta con esto ningún tipo de alcahuetería, ningún conformismo con las cosas como existen. El evangelio tan solo trata de evitar las actitudes intolerantes, destructivas que tratan de arrancar la cizaña a como haya lugar, sobre todo que tratan de clasificar las personas en trigo y cizaña, buenos y malos. Mt no dice más, pero Pablo en la 2ª lectura nos da un aporte que puede orientarnos en este caso. Dice que nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene —podemos añadir, que por tanto tampoco sabemos qué conviene hacer exactamente en muchas situaciones en que lo positivo y lo negativo se mezclan—. Nosotros no sabemos pero entonces el mismo Espíritu de Dios viene en ayuda de nuestra debilidad y que el que escudriña su corazón descubrirá el deseo del Espíritu. Es decir, se nos presenta aquí una manera de ver al ser humano con todas sus limitaciones pero, al mismo tiempo, con todas sus grandezas. No solo estamos rodeados e incluso invadidos de elementos negativos, también corremos el riesgo de imprudencias —sobre todo con los demás—, de no juzgar con moderación como dice la 1ª lectura. Sin embargo, en la medida en que nos damos cuenta de la presencia en nosotros del mismo Espíritu de Dios, podemos dejar que sea él quien lleve las riendas de nuestra propia transformación y que nos haga capaces de contribuir a la transformación de lo que nos rodea. Es cuestión de dejarlo actuar, despojándonos de nuestro ego, para que él vaya eliminando los obstáculos que impiden que brote en nosotros la fuente de agua viva. Somos como el trozo de mármol que tiene “encerrada” una escultura artística que puede salir a la luz si con humildad dejamos que la acción del Espíritu la vaya liberando.Ω
Lect.: Sap 12: 13. 16 – 19; Rom 8: 26 – 27; Mt 13: 24-43
1. Hay dos formas típicas de inmadurez y de inseguridad en las que a veces caemos, —personas y grupos— cuando nos topamos con las dificultades de la vida diaria. Una primera es la de imaginar un mundo en el que, como en las películas de aventuras, hay buenos y malos —nosotros, por supuesto estaríamos en la lista de los buenos— y si algo malo nos pasa, o le pasa a nuestra familia o a nuestro país, culpabilizamos a otros de todo eso malo que (nos) sucede. Tenemos ejemplos en el orden político (Bush, Occidente, el “no nos dejan gobernar”, o “solo restan, no suman” de políticos locales…) y también en el plano personal (ante fracasos en el trabajo, o en las relaciones…). Es un comportamiento incapaz de asumir responsabilidades y temeroso de descubrir el posible “lado oscuro” que cada uno de nosotros también tiene. La otra forma de inmadurez, contraria en alguna medida, es la de cerrar los ojos a todo lo malo, a lo injusto que existe. Ver la vida con lentes color de rosa. Es una actitud a veces ingenua y a veces mal intencionada (porque trata de mantener las cosas como están, si de eso uno se beneficia). Pretende que lo negativo que se puede percibir no es nada en comparación a lo positivo, o que todo el mundo tiene buena intención pero que, en fin, “así es la naturaleza humana, el pecado original”, o que “no hay que dejar de creer en que el Diablo existe”. Es también un comportamiento irresponsable, incapaz de asumir las tareas factibles de transformar lo que hay que transformar en uno mismo y en la sociedad que nos rodea.
2. Las lecturas de hoy nos dan una visión distinta de la realidad que nos ayuda a superar esos dos comportamientos inmaduros. Lo primero que nos hace ver Mt es que el Reino de los Cielos, que ya está en medio de nosotros no es color de rosa. Se parece a un campo con trigo y con mala hierba. Ojo, habla del Reino, no del “mundo malo”. Quizás, precisamente porque habla del Reino, lo que aparece como “mala hierba” no debe ser arrancada antes de tiempo. Es tan similar al trigo, que se confunde con él. Pareciera que se nos está diciendo que en todo comportamiento humano lo luminoso y lo oscuro se enredan, que ese mismo enredo tiene sentido, y que lleva tiempo, lleva un proceso, el que finalmente se separen y quede bien definido el grano bueno. Y esto tiene función en el reino.
3. No se fomenta con esto ningún tipo de alcahuetería, ningún conformismo con las cosas como existen. El evangelio tan solo trata de evitar las actitudes intolerantes, destructivas que tratan de arrancar la cizaña a como haya lugar, sobre todo que tratan de clasificar las personas en trigo y cizaña, buenos y malos. Mt no dice más, pero Pablo en la 2ª lectura nos da un aporte que puede orientarnos en este caso. Dice que nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene —podemos añadir, que por tanto tampoco sabemos qué conviene hacer exactamente en muchas situaciones en que lo positivo y lo negativo se mezclan—. Nosotros no sabemos pero entonces el mismo Espíritu de Dios viene en ayuda de nuestra debilidad y que el que escudriña su corazón descubrirá el deseo del Espíritu. Es decir, se nos presenta aquí una manera de ver al ser humano con todas sus limitaciones pero, al mismo tiempo, con todas sus grandezas. No solo estamos rodeados e incluso invadidos de elementos negativos, también corremos el riesgo de imprudencias —sobre todo con los demás—, de no juzgar con moderación como dice la 1ª lectura. Sin embargo, en la medida en que nos damos cuenta de la presencia en nosotros del mismo Espíritu de Dios, podemos dejar que sea él quien lleve las riendas de nuestra propia transformación y que nos haga capaces de contribuir a la transformación de lo que nos rodea. Es cuestión de dejarlo actuar, despojándonos de nuestro ego, para que él vaya eliminando los obstáculos que impiden que brote en nosotros la fuente de agua viva. Somos como el trozo de mármol que tiene “encerrada” una escultura artística que puede salir a la luz si con humildad dejamos que la acción del Espíritu la vaya liberando.Ω
Ves Jorge, yo intuía que algo grande me estaba perdiendo y lo acabo de verificar. Gracias por ponerlo a nuestro alcance. Es muy enriquecedor el mensaje y la espera valió la pena. Un abrazo. Anabelle
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