1er domingo de cuaresma: comentario personal. Prepararse para las pruebas que acompañan la decisión y el cambio
Lect.: Gén 9, 8-15; 1 Pe 3, 18-22: Mc 1: 12 - 14
- Sea como personas cristianas individuales, sea como miembros de un grupo religioso, no es raro que circunstancias difíciles de nuestra vida nos hagan preguntarnos por qué topamos tantas dificultades para vivir y transmitir las enseñanzas del evangelio. Sobre todo si, por convicción, estamos propuestos a extender los valores y principios de vida de Jesús de Nazaret en los campos de la vida cotidiana: la vida familiar, laboral, económica y política. ¿Por qué si nuestras intenciones son tan buenas y, según pensamos, tan útiles para el mejoramiento de la sociedad, por qué, entonces, topamos a menudo con muchas objeciones, descalificaciones y falta de receptividad por parte de personas con las que queremos compartir el mensaje de Jesús?
- A veces puede que nos echemos la culpa a nosotros mismos, por nuestra falta de buena pedagogía en la transmisión del mensaje, o por nuestras imperfecciones en vivirlo. Pero también sucede que a veces pensemos que para la vivencia cristiana plena se requiere un ambiente “adecuado”, libre de preocupaciones, en el que se respire la santidad de maestras o maestros espirituales, lejos “del mundanal ruido”. O, al menos, sociedades en las que se respete el papel y “derechos” de la Iglesia, y se incorporen sus enseñanzas a las leyes civiles. Si tal no sucede, ser cristianos se nos hace cuesta arriba y nos quejamos de las actitudes de sociedades “descreídas, dominadas por el ”laicismo y la “incredulidad” y, fácilmente, nos victimizamos.
- De nuevo Marcos viene en nuestra ayuda para que tengamos más sentido realista y entendamos en qué consiste el aporte cristiano a la sociedad y, sobre todo, en qué circunstancias se lleva a cabo y con qué actitudes debemos emprenderlo. El texto de hoy encierra observaciones muy valiosas y puede servirnos de espejo en el cual reflejarnos. Conocemos este pasaje como el “relato de las tentaciones de Jesús” y está colocado por Marcos encuadrado entre dos hechos: el que refiere el bautismo de Jesús y el del comienzo que hace de la proclamación del Reino de Dios. Es decir, entre el momento que Jesús declarado “hijo muy amado de Dios” y el momento en que va a proclamar la Buena Noticia. Lo que podemos interpretar como una definición de cuáles son las circunstancias en que se va a mostrar como Hijo —de Dios, del Hombre—, y cuál será el ambiente normal en que estará llamado a proclamar la Buena Nueva. Aquí de manera concisa lo que se dice es que “el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás.” El desierto, entre sus principales significados bíblicos, quiere decir “lugar de prueba”. Y una prueba permanente, prolongada, —lo de “40 días” es una forma simbólica de hablar de un largo tiempo de preparación para un cambio, para una prueba. Dicho en sencillo, en el momento en que Jesús debe tomar una decisión sobre la misión que se le propone asumir, el Espíritu lo empuja a colocarse en medio de la vida ordinaria, con los normales problemas de la vida humana, con las hostilidades que puede suscitar una proclamación que reta a los “espíritus malignos” —simbolizados con el nombre de “Satanás”,con su anuncio de buenas noticias para los pobres, y los enfermos y quebrantados.
- Desde el comienzo de su evangelio Marcos no disimula cuál es el camino al que está invitando a emprender con la certeza de que es el mismo camino de Jesús de Nazaret. No hay ninguna concesión a concepciones idealizadas y seudo espirituales de la vida cristiana.Ω
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