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fiesta del Corpus Christi, ¿seguro que entendemos de qué se trata?

Lect. : Deut 8, 2-3. l4b-l6a  ; 1 Cor 10, 16-17 ; Jn 6, 51-58 

1.   Más de uno se ha sentido desolado celebrando esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo en tiempos de confinamiento por la pandemia. Las noticias han aparecido incluso sobre un cardenal arzobispo saliendo hasta el borde de su Catedral, mostrando la Custodia con la hostia consagrada ante la imposibilidad de llevarla en procesión. Otros casos hablan, en estos días anteriores, de curas trepándose al tejado de su casa para, desde allí, impartir la bendición también con la custodia. Afortunadamente nada de esto se ha producido, que sepamos, aquí en Costa Rica. Pero vale la pena reflexionar sobre ello, así como sobre la multiplicación de transmisiones televisivas de misas (utilizo la palabra intencionalmente, porque no se trataba de celebraciones eucarísticas con comunidad). Y vale la pena porque aunque es probable que se pueda constatar que para todas y todos los cristianos católicos la celebración de la eucaristía es un acto y un momento central de nuestra vida cristiana, también es muy probable que las razones por las que se afirma esto, sean muy distintas. En una nota al final me refiero, una vez más, al comentario iluminador de Fray Marcos sobre esta fiesta y sobre la necesidad de “superar muchas visiones raquíticas o erróneas sobre este sacramento.” (ver NOTA).
2.   Uno puede sorprenderse del tono tan crítico de fray Marcos. Y, más allá, de que a XXI siglos de distancia todavía existan distorsiones al respecto.  Pero ya, en mis tiempos de estudiante de teología, uno de mis mejores profesores del Nuevo Testamento, en Salamanca, fray José Luis Espinel, afirmaba que después de tantos siglos de cristianismo se nos pueden aplicar hoy a los cristianos, con plena actualidad, las palabras del evangelista San Marcos en un pasaje lleno de reminiscencias eucarísticas: «No se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba embotado» (Mc 6, 52). La ignorancia sobre la misa es mucha. La Iglesia ha hecho grandes esfuerzos y ha obtenido logros en el campo de la liturgia, pero se palpa la conciencia de que estamos a mucha distancia de la formación ideal por parte del pueblo, y de la presentación del misterio por parte de la Iglesia misma en su expresión litúrgica.” (Ver nota 2). Y el padre Espinel añadía, “La misa requiere una catequesis continua sobre ella misma. Hay que devolverle el clima de acción profética, la tensión por el Reino de Dios en el mundo, la alegría del banquete, la sorpresa del cántico nuevo, la fuerza interpelante, la seriedad del juicio sobre sí mismo y el desarrollo de una alianza que se hace siempre actual.” No se trata solo de ideas claras sino del compromiso elocuente de la comunidad que celebra.
3.   Pensando a la luz del comentario de fray Marcos y los de fray Espinel, creo que lo mejor que puedo hacer es invitarnos a participar en esa “catequesis continua” sobre la eucaristía. Nadie entre laicas, religiosas, o clérigos (por lo visto ni siquiera algún arzobispo o cardenal) podemos alegar que ya entendemos lo suficiente sobre el significado de esta celebración y sobre el compromiso que se deriva de ella.
4.   Y hacernos partícipes de esa catequesis significa participar de esfuerzos por renovar las formas acartonadas, faltas de vitalidad, como se suele llevar a cabo la “misa”. Teniendo en cuenta que hay obstáculos muy fuertes para esta renovación. Fray Espinel nos recuerda dos de los principales: sabemos que «hay pocas cosas sobre la tierra más conservadoras que las relativas al culto». También es evidente que la gente no dispone de mucho tiempo ni medios para su formación religiosa.” Pero en algo tan importante para nuestra vida espiritual, comunitaria y personal, no podemos renunciar a un esfuerzo máximo de adaptación y profundización.Ω 

Notas.
1.     La eucaristía, el sacramento de nuestra fe. Fray Marcos. https://www.feadulta.com/es/comentcol2.html

2.     José Luis Espinel, O.P., La Cena del Señor, acción profética, PPC, Casa de la Biblia, Madrid, 1976.

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