Viernes Santo
Lectura de la Pasión según san Marcos.
- En nuestra reflexión de este Jueves Santo, decíamos que la “misión de Jesús no se realiza sola, ni la realiza Jesús por nosotros, como a menudo se entiende. Comiendo el Cuerpo y bebiendo la sangre del Señor participamos con él en un nuevo camino que pasa por la muerte hasta la liberación de una vida nueva. La pasión y muerte de Jesús no es, entonces “sustitutiva” de nuestra propia entrega “por nuestros pecados”, sino que es inclusiva, se realiza con nuestra participación. Ciertamente que la interpretación restrictiva, de que “Cristo padeció y murió por los pecados de todos y cada uno de nosotros”, ha logrado imponerse durante mucho tiempo, pero ni es la única interpretación que presentan los evangelios, ni siquiera aparece en el evangelio de Marcos, que es el evangelio que se escribe más temprano. La interpretación “sustitutiva”, de que Cristo padece “sustituyéndonos”, “en lugar nuestro”, cobra forma y se impone a partir de siglo XI, con un gran autor, San Anselmo. Pero es una interpretación que hay que entender, para evitar que genere visiones parciales de la historia de Jesús, de la teología, y de nuestra propia vida cristiana. Mal entendida da lugar a pensarnos casi que como sujetos pasivos que “contemplan”, “agradecen” y “se acogen” a una “obra redentora” que debe cubrir nuestros pecados y pagar por ellos con la sangre de Jesús.
- Durante las reflexiones que hemos realizado a lo largo de meses pasados hemos insistido en ver textos bíblicos que nos presentan a Jesús como el “hijo del hombre”, —como el propio Jesús se refería a sí mismo, es decir, en lenguaje nuestro, como el ser humano plenamente realizado, “en todo semejante a nosotros, menos en el pecado”, como afirmamos en la liturgia. En él, las primeras comunidades cristianas quieren que nos descubramos a nosotros mismos, en nuestra debilidad y en toda nuestra potencialidad para ser presencia de la divinidad. Es ese “hijo del hombre” el que se nos manifiesta en la confrontación con las autoridades políticas y religiosas, por causa del Reino de Dios; es el que pasa por la persecución, el juicio injusto, la condena y la muerte. No sustituye sino que participa así, de todas las muertes de inocentes, de los sufrimientos y persecuciones por defender la justicia y la solidaridad. Su pasión, conmemorada esta semana es debida a su otra Pasión —como nos lo explican admirablemente varios estudiosos bíblicos— su Pasión por la Buena Noticia del Reino, apasionado porque el Reino llegara a los pobres, a los sencillos, a los que padecen hambre y sed, a los que padecen por la justicia y lloran por ello. Esa Pasión chocó con los poderes de este mundo incapaces de sintonizar con los valores del evangelio. Son los pecados de quienes encarnan esos poderes los que llevan a Jesús a la muerte
- Empezamos esta semana santa recordando la confrontación de Jesús con esos poderes y hemos seguido viendo hasta que extremos llegó esa confrontación; pero también hemos visto la integridad, la coherencia y las tremendas cualidades con que pudo atravesar todo ese sufrimiento el Hijo del Hombre, para que podamos descubrirnos nosotros mismos, seres humanos, lo que somos y como podemos amanecer a una vida nueva.Ω
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