Lect.: Hechos 10:34, 37-43; Colosenses 3:1-4; Juan 20:1-9
- Dos afirmaciones, dos convicciones, que nos han heredado las primeras comunidades cristianas: la primera, que Jesús vive y sigue actuando; la segunda, que Jesús es el Señor. El contenido estas dos convicciones es lo que celebramos este domingo de Pascua. No lo aprendieron de ningún catecismos, ni de enseñanzas doctrinales previas. Fue su experiencia la fuente de su convicción. Este domingo y los siguientes en el tiempo de Pascua las primeras comunidades nos comparten esa doble experiencia, aunque tenemos que entender que utilizan formas de hablar al estilo de las parábolas, y que nos están hablando de experiencias extraordinarias que no se pueden transmitir con nuestro lenguaje corriente, conceptual, por lo que tienen que usar el de relatos figurativos como de las apariciones pero, a través de ellas, apuntan a una realidad más profunda.
- Estos días atrás en nuestras reflexiones hemos hablado, una vez más, de Jesús como hijo de hombre, como el humano pleno. Hemos confesado así nuestra convicción de que Jesús no es simplemente el fundador de una nueva religión, que no lo fue, ni fue tampoco solo un líder. El Hijo del hombre era la personificación y representante de todos nosotros, lo que no se puede entender sin aceptar que estamos presentes en él y él en nosotros. No podemos tampoco entendernos nosotros mismos sin su presencia en nosotros, no somos nosotros sin Dios, ni Dios sin nosotros. (Hemos muerto y nuestra vida está oculta con Cristo en Dios”, dice la 2ª lectura de hoy de Colosenses.) Por eso nos hemos atrevido este viernes santo a decir que en vez de decir que Jesús murió por nosotros, mejor decir que muere con nosotros, nosotros con él. Muere en todas las víctimas inocentes de nuestra historia. Como varias veces lo dice Pablo, con él vivimos, con él morimos y con él resucitamos (2 Timoteo 2: 11; Romanos 6:8). Y de manera más categórica, añade Pablo, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí.” (Gálatas 2:20).
- Por eso también la afirmación de que Jesús vive, y ha resucitado, la elaboraron las primeras comunidades al percibirlo presente, aunque de forma radicalmente nueva y distinta, en la vida de cada uno en la comunidad o, mejor dicho, en el caminar de cada uno siguiendo el mismo camino de Jesús.
- Estamos con él en un camino nuevo, si hemos pasado con él la muerte al egoísmo de nuestro pequeño yo, y la muerte a la injusticia. Cuando a la primera confesión, Jesús vive, añadimos la 2ª Jesús es el señor, queremos expresar que el camino por el que hemos optado, implica nuestro rechazo de los poderes injustos, de los señores de este mundo, los mismos que condenaron a Jesús, e implica nuestra opción por construir una nueva sociedad regida por la justicia y la fraternidad.
- Pero nos damos cuenta de que apenas hemos estando nuestros primeros pasos por ese camino de Jesús. Apenas estamos empezando a configurarnos nosotros como el hijo del hombre, como plenamente humanos. Apenas estamos en el umbral, probablemente, de una gran transformación personal y política. Pero la celebración de la Pascua de Jesús de Nazaret nos anima a entender que en esa resurrección a la vida nueva, ya nosotros también con Cristo hemos dado un paso definitivo.
- Estos próximos domingos reflexionaremos sobre otros pasos decisivos que tenemos que tomar para ser fieles a este camino emprendido de resurrección.Ω
Comentarios
Publicar un comentario