Lect.: Éxodo 12:1-8, 11-14; I Corintios 11:23-26; Juan 13:1-15
- Los relatos del Jueves Santo son un entramado de enseñanzas expresadas de manera simbólica y, lo que tratan es de invitarnos a vivir nuestra vida conforme a lo que se contiene en esos símbolos. Otros años hemos puesto el énfasis, a partir del pasaje de Juan, en el lavatorio de los pies, símbolo de una vida de servicio a la que Jesús invita a sus discípulos.
- Muy hermoso, pero al fin y al cabo, solo una vez al año se recuerda el símbolo del lavatorio de pies. En esta celebración de hoy, jueves santo del 2019, vamos a poner nuestra mirada y a abrir nuestro corazón a lo que nos dicen otros símbolos que sí celebramos a menudo, en nuestros templos católicos, al menos, todos los domingos, son los símbolos de la mesay comidaen la Última Cena del Señor. Vamos a concentrarnos en tres dimensiones de nuestra vida que quedan profundamente tocadas por esta Cena de despedida de Jesús con sus discípulos.
- Primero, si echamos la vista atrás, podremos recordar lo importante que fue, en la vida pública de Jesús compartir la mesa. Fue en la mesa donde muchas veces enseñó y la mesa estaba en el centro de varias de sus parábolas y de su enseñanza sobre el Reino de Dios. Para Jesús el momento de compartir la mesa era manifiestamente tan importante, que los escribas y los fariseos, lo agitaron como una acusación contra Jesús: “come con recaudadores de impuestos y con pecadores” (Mc 2: 16; Mt 11:19, Lc 7: 34 y 15: 1 -2). En una sociedad tan dividida, tan clasista, antagonizada social y económicamente como la que le tocó vivir, una mesa inclusivacomo la Jesús equivalía a una bofetada en el rostro de los dominadores y poderosos que de sus propias mesas, y de sus propios círculos de relaciones excluían a pobres, marginados y los, para ellos, indeseables. Pero además de este tema de la inclusión, del rechazo de cualquier tipo de discriminación, al mismo tiempo, reunirse en la mesa de Jesús significaba un momento en que el pan, símbolo de todos los alimentos y medios de subsistencia, se compartía con todos, expresando los rasgos de lo que era la llegada del reino de Dios. La última cena subraya entonces el compromiso de los amigos cercanos de Jesús que ahí se encuentran, en participar con Jesús en la lucha por una sociedad que incluya a todas las personas por igual, sin discriminación ninguna, y que establezca formas justas de distribución de todos los bienes de la tierra. Ese es el primer sentido que tiene sentarse a la mesa del Señor. También para nosotros que cada domingo venimos a participar de la mesa eucarística, y que lo hacemos “en memoria suya”, es decir identificándose con su vida. Como lo ha escrito más de un autor, la Cena del Señor no es solo el gran símbolo sacramental sino además el primer programa prácticodel movimiento de los seguidores de Jesús
- En segundo lugar, al tratarse de una comida pascual, evoca y se entiende a partir de la primera comida de Pascua que los israelitas comparten antes de salir de Egipto donde habían vivido por décadas dominados en esclavitud. Participar en esta comida pascual es, entonces, asumir el compromiso de salir de la situación de opresión, de los sistemas sociales que mantienen formas de dominación por falsos valores y leyes injustas, y pasar al compromiso de organizar formas de servicio para la realización humana, de todos y todas.
- Finalmente, en los tres aspectos que hemos escogido comentar, la mesa del Señor, la participación en esta Cena deja claro que esa misión de Jesús no se realiza sola, ni la realiza Jesús por nosotros, como a menudo se entiende. Jesús no nos sustituye para darnos la salvación, no es un “chivo expiatorio”, nos invita a participar con él de la obra redentora, de la liberación. Comiendo el Cuerpo y bebiendo la sangre del Señor participamos con él en un nuevo camino que pasa por la muerte hasta la liberación de una vida nueva. No somos observadores de la pasión y muerte de Jesús, no somos observadores en la Cena del Señor. No somos sujetos pasivos que esperan que Cristo se haya entregado “por nosotros”, sustituyendo nuestra propia entrega y compromiso. Somos partícipes con él, de las consecuencias de su misión. Por eso Pedro y otros discípulos no querían ni oír a Jesús hablar de lo que iba a atravesar en manos de sus enemigos. Pedro y los demás sabían que lo que pasara a Jesús les afectaba a ellos, les definía la ruta, si querían ser sus seguidores. Por mucho tiempo y todavía hoy día, el énfasis aparentemente piadoso en que “Jesús padeció y murió por nosotros, es parcial porque olvida quetodos sus seguidores tenemos que padecer y morir con él, correr su misma suerte. Quizás solo pocos sufrirán muerte cruenta como la suya, como la Monseñor Romero y otros héroes del evangelio, pero sin excepción, pasaremos por las exigencias de haber aceptado el llamado a vivir, hasta el último momento de nuestras vidas, entregando lo que somos y lo que tenemos en el servicio de una sociedad que se construya sobre la justicia y la solidaridad.Ω
Comentarios
Publicar un comentario