Lect.: Isaías 50:4-7; Flp 2:6-11; Lc 19: 28 - 40
- En este domingo inicial de la última semana de vida de Jesús —lo llamamos ahora Domingo de Ramos—, se da un hecho clave para descubrir lo que significan para los evangelistas, los acontecimientos que conmemoramos en estas fechas. Es clave, aunque es probable que no lo hayamos oído mencionar en los púlpitos. El hecho es que ese domingo anterior a la muerte de Jesús coincidieron dos procesiones de ingreso, de subida a Jerusalén, por diferentes lados. Todos hemos oído narrar muchas veces la procesión de entrada de Jesús. Él subió esta vez, como probablemente lo había hecho en otras ocasiones anteriores, des las aldeas de Galilea. Era una práctica normal de peregrinación entre los judíos piadosos: subir a Jerusalén, la Ciudad Santa de los judíos, para la celebración de la Pascua. Solo que en esta ocasión, a pocos días de su muerte, los evangelistas caracterizan esta procesión de subida con rasgos especiales, como una marcha, acompañado de discípulos y simpatizantes. Además de esta de Jesús, ¿cuál era la otra procesión? No la narran los evangelios, pero la conocemos por la historia. Se trataba del ingreso solemne a Jerusalén del gobernador romano, —Pilato, en tiempos de Jesús— con su despliegue ostentoso: montado en caballo de guerra, lujosamente enjaezado, rodeado de caballería y tropas de a pie, fuertemente armados. Los representantes de Roma, como la aristocracia política y religiosa judía, vivían habitualmente al lado del lago de Tiberíades, o mar de Galilea, en Cesarea, una de las ciudades de lujo y veraneo que los romanos habían construido a distancia del pueblo pobre campesino. Desde ahí subían a Jerusalén para las fiestas de la Pascua. No subían por simpatía con la religión judía sino, a reforzar las fuerzas del orden en Jerusalén y evitar revueltas y levantamientos y, además, para recordar a los judíos quién estaba al mando en esa tierra. Al mismo tiempo venía a subrayar la teología romana que proclamaba al Emperador no solo como autoridad máxima del Imperio, sino como “hijo de Dios”, “señor”, “salvador” y “garante de la paz romana”, —títulos que nosotros, después, hemos aplicado a Jesús de Nazaret.
- Como toda la gente de entonces, como los evangelistas y las primeras comunidades y como el mismo Jesús, todos sabían de esa procesión anual del representante imperial, con su despliegue de poder militar y de lujo. Y esto nos permite descubrir la intención de los evangelistas al entregarnos estas narraciones. A la luz de ese ingreso de espectáculo del Gobernador en la Ciudad Santa de los judíos, —que los evangelistas tenían en mente—, se puede adivinar que la “Procesión de Ramos”, el ingreso de Jesús, fue planeado por él como una “contra - procesión”, como una parodia, en cierto modo, de la procesión romana. Para los oyentes de las primeras comunidades, ridiculiza a la otra “marcha”, la del poder , al presentar a Jesús con un burrito, débil y todavía sin entrenamiento y sin otra compañía que un puñado de campesinos pobres y desarrapados. Pero, sobre todo, más allá de la parodia, la manera de realizar esa “contra – procesión” de Jesús, se convierte en la proclamación de una “teología” distinta a la de Roma y a la de los dirigentes del Templo, es la teología del reinado de Dios, que Jesús vivió y proclamó toda su vida. Esa “teología”, esa manera de entender Jesús su vida y su misión, desde la perspectiva del único Dios, está contenida en la profecía de Zacarías (Zac 9: 9 – 10), que sí aparece en el relato paralelo de Mateo e, implícitamente, en el de Marcos, no así en Lucas. El profeta llama “rey” al que entrará a Jerusalén, pero sin ninguno de los atributos que de ordinario se asocian con la figura real. Cabalga la cría de una burra, signo de sencillez y debilidad y es un personaje que con su aparente carencia de fuerzas, paradójicamente, no solo no necesitará, como los reyes, los carros de guerra, las cabalgaduras de combate y los arcos de ataque, sino que será quien destruya las armas de la violencia. Además de desafiar el poder militar, desafiará también la dominación política y financiera, y la armazón religiosa que la legitimaba, y que mantenían la ocupación romana y sus cómplices locales en Palestina. Será, con la sola fuerza de su actitud y práctica pacíficas, y la de la fe y confianza del pueblo sencillo, quien realmente ofrezca una alternativa de paz para las naciones. Frente a una “teología de prosperidad” y de “conquista del poder”, —análoga a la que predican y practican hoy día algunos grupos que se presentan como “evangélicos”—, Jesús ofrece una teología del servicio, y de la ruptura de la dominación.
- Este es el poderoso simbolismo de la entrada de Jesús en Jerusalén el día que hoy llamamos domingo de Ramos, simbolismo que veremos presente como telón de fondo, toda esta semana. Será subrayado en el Lavatorio de pies el Jueves Santo y en la entrega total de su vida en la Muerte en la cruz, el viernes. Es un mensaje, una buena noticia, que llama a liberar a nuestras sociedades de la opresión política, de la económica y financiera de élites, y a la construcción de la paz, frente a las armas y las actitudes de violencia. Es el mensaje que inspiró toda la vida de Jesús y atraviesa, por eso, también, esta Semana Santa 2018 que estamos iniciando. Y es el mensaje que hemos heredado los discípulos de Jesús, para hacerlo nuestro, vivirlo y transmitirlo, —como lo vivió Monseñor Romero, con todas sus consecuencias— conscientes de que ese mensaje fue el que resultó una provocación para los dirigentes poderosos, políticos, y religiosos de su tiempo, y una amenaza a su posición privilegiada, y por eso lo llevaron a la muerte.
- A la luz de los acontecimientos que nos mantienen en tensión a los y las costarricenses en la presente campaña electoral, muchos se preguntarán, Pero ¿cómo?, la práctica de Jesús, entonces, ¿incursionó en la arena política? De alguna manera, ya queda respondido en los párrafos anteriores: Jesús desafía y condena la política como una “conquista” del poder para dominación por parte de élites económicas, pero abre la senda para una política ejercida como servicio en la construcción de una sociedad en la que no solo se privilegien los pobres, los huérfanos y las viudas, —como lo habían predicado ya los profetas del Antiguo Testamento— sino que, además, sean integradas las prostitutas, los desposeídos de identidad social y todos los excluidos del sistema.Ω
Lecturas recomendadas sobre este tema: Isabel Gómez Acebo, (2008), Lucas; Borg, Marcus J.; Crossan, John Dominic, (2006),The Last Week: What the Gospels Really Teach About Jesus's Final Days in Jerusalem; Pérez Guadalupe, José Luis, (2017), Entre Dios y el César. El impacto político de los evangélicos en Perú y en América Latina. --Iglesia Evangélica Luterana de Colombia (2018) La política del burro. http://www.ielco.org/apuntes-pastorales-la-politica-del-burro Y a nivel de periodismo internacional, “Lobos con piel de corderos que acechan a los creyentes”. Así califica la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España a los predicadores que hacen negocios con Dios”, https://elpais.com/elpais/2018/03/19/planeta_futuro/1521484030_159812.html
Comentarios
Publicar un comentario