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Navidad 2017

Lect.: Isaías 9:1-6; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-14


  1. En gran parte del mundo, y vamos ahí incluidos quienes habitamos Costa Rica, esta fecha que conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret, se ha arraigado como un día de celebración muy emotiva, entrelazada con reuniones familiares, felicidad en especial para chicos y chicas que en nuestras casas sueñan con algún regalo, y nostalgia por quienes ya se fueron. La música de los villancicos, los tradicionales portales y las fiestas de fin de año, contribuyen a reforzar ese ambiente de buenos sentimientos y muestras de cariño.
  2. Pero ha alcanzado tal arraigo esta forma de celebrar el tiempo navideño, que el origen y significado religioso cristiano de la fiesta puede diluirse bastante. Sobre todo, por el aire festivo y de descanso, como que no hay tiempo o talante para detenerse a reflexionar los mensajes que nos transmiten las lecturas de las eucaristías dominicales y del propio 25 de diciembre. Algunas de las ideas centrales que conviene no perder, las hemos incluido en estos pasados domingos de Adviento. Hoy parece de gran importancia fijarnos, sobre todo, en el texto evangélico de la misa del Día y vamos a subrayar esquemáticamente algunas de las líneas fundamentales que nos transmite ese llamado “Prólogo” del Evangelio de Juan que, en realidad, más que eso, viene a ser una síntesis de todo ese libro de la comunidad joanina y clave para entender todos los relatos que este incluye sobre la vida y predicación de Jesús.
  3. Así como en el cuarto domingo de adviento se subrayó el gran símbolo de la luz ligado a la persona de Jesús, hoy podemos  entender mejor que esa luz es el don de la plenitud de vida. La luz proviene de la vida vivida a rebosar, y no al revés, como si la vida requiriera ser iluminada desde fuera (de la Ley, por ejemplo, como dijimos que creían los rabinos del Antiguo Testamento). Cuando dice el Prólogo que en la Palabra, (el Verbo, o el Logos) estaba la vida y vida que era luz, nos está marcando un enfoque para la vida cristiana.  Está afirmando que lo que, desde nuestra perspectiva de fe, es el gran “Proyecto” de Dios (el término griego logos, tiene el doble significado de palabra y proyecto), no es, ni más ni menos, el que todos los humanos y humanas alcancemos la condición humano - divina. Ese es el término final que completa la obra creadora. Por eso, ya para las primeras comunidades cristianas el Dios, padre de Jesucristo, en quien confiaban no era un Dios legislador, castigador y dador de premios, sino el Dios que quiere que tengamos vida y en tal abundancia que sea, verdaderamente, una participación en la vida divina.  Un dios legislador estaría todo el tiempo celoso de su ordenamiento jurídico, vigilando el cumplimiento de su voluntad impuesta. El Dios creador y dador de vida, en cambio, apoya e impulsa para que el ser humano muestre su vitalidad iluminadora, con su capacidad creativa, que supone el ejercicio de la plena libertad. No hay que esforzarse mucho para darnos cuenta de que aquí se escinden dos formas prácticamente antagónicas de entender el mensaje evangélico.
  4. Con esta perspectiva que se nos presenta, no por casualidad, en la fiesta del nacimiento de Jesús, podremos leer a lo largo del año, todos los relatos de predicaciones, milagros, curaciones, la búsqueda de justicia  para los pobres y los excluidos… como muestra constante de su ejercicio del proyecto de Dios de dar esa vida plena humano divina (qué conveniente sería que quienes hoy día se auto proponen como “defensores pro vida”, releyeran todo el evangelio desde esta óptica de Juan donde la vida plena no queda reducida a la de los no nacidos).
  5. También de esta manera de presentar Juan la Buena Noticia se deriva el reconocimiento de que lo sublime de Jesús, de su misión y ejemplo, no es la calidad extraordinaria de sus enseñanzas, sino la de sus acciones. Las obras que él realiza, y no la ortodoxia doctrinal, son las que atestiguan que es el Padre el que lo ha enviado (Jn 5: 36). No hay el menor resquicio para un reduccionismo intelectualista del Evangelio.
  6. Permítaseme concluir esta breve reflexión (breve en comparación con la riqueza de este prólogo de Juan), con una cita de destacados estudiosos bíblicos: “Toda la obra de Jesús en el evangelio consistirá en capacitar al hombre, por el don de la vida-amor, para que pueda realizar en sí mismo el proyecto de Dios, la semejanza con el Padre.” Precisamente porque esta es la finalidad de la vida cristiana, no debe sorprender que Jesús les dijera a los discípulos: “El que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores” (Jn 14:12). Nada más alejado de prácticas religiosas, pseudocristianas, que fomentan un sentimiento de inferioridad y de infantil dependencia, sobre todo, en el laicado.Ω
  7. 25 de Diciembre: mantengamos las tradiciones sencillas y alegres, enzarzadas con las necesidades cotidianas de fiesta y descanso, con que se celebra el nacimiento de Jesús, pero vamos más allá a recuperar para esta fecha la celebración de nuestro propio nacimiento a esa vida nueva que nos revela la Buena Noticia del evangelio de Juan.Ω

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