Lect.: Zacarías 9:9-10; Romanos 8:9, 11-13;
Mateo 11:25-30
- En estos últimos días, en Hamburgo, Alemania, se han reunido los gobernantes del grupo llamado G - 20, los veinte países más ricos del planeta. Y ahí se han reunido también muchas organizaciones para protestar contra las políticas que están llevando a cabo esas naciones y, en particular, contra las decisiones del presidente Trump, que constituyen una amenaza para la sobrevivencia del planeta. Como habrán visto en las noticias, gran movilización de fuerzas policiales dispersaron a los manifestantes, organizaciones ambientalistas, feministas, y otras de la sociedad civil..- Es lógico. A los oídos de los gobernantes los planteamientos de los que protestaban resultaban, de seguro, hirientes. Sin embargo, no serían muy distintos de la carta que el propio Papa Francisco envió a esta reunión, y en la que pide, ante los problemas de la economía actual, buscar "soluciones progresivas y no traumáticas" y les recuerda que "en cada una de las fases de la aplicación de medidas políticas es necesario dar prioridad absoluta a los pobres, a los refugiados, los que sufren, los evacuados y los excluidos, sin distinción de nacionalidad, raza, religión o cultura, y rechazar los conflictos armados.” Por supuesto que a la carta de Francisco no podrían rechazarla como indeseada, pero, en cualquier caso uno puede imaginar lo mal que se sentirán los poderosos cuando sus políticas y decisiones y sus actitudes son cuestionadas.
- Saltándonos 21 siglos atrás, en un lugar y época muy distantes, podemos imaginar como se sentirían los poderosos, los líderes religiosos y políticos de entonces al escuchar a Jesús alabando a Dios porque ha ocultado estas cosas, es decir, el reino de Dios, a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños. En los cuatro versículos anteriores al pasaje de hoy de Mateo, Jesús hacía ver a quién se refería cuando hablaba de los que se creían sabios e inteligentes y por qué la revelación del reino se le ocultaba el Padre del cielo. Hablaba de cuatro de las principales ciudades de palestina. Y la razón era clara: los poderosos y los líderes estaban tan seguros de lo que pensaban y de lo que hacían, se sentían tan seguros de que lo que planteaban era lo que debía ser, que rechazaban la predicación y los milagros de Jesús, porque ésos expresaban un mundo nuevo y distinto, unos valores y una visión de las cosas, opuestos a los de quienes dominaban la sociedad de ese tiempo.
- Para Jesús, su padre Dios se comunica con los pequeños y sencillos. Es decir, con los que no son autosuficientes, ni engreídos y codiciosos con lo que tienen y con lo que creen saber. Los pequeños y sencillos a que se refiere esta alabanza de Jesús, son los mismos a quienes declara bienaventurados en el sermón del monte, y les confirma que el reino de Dios, es decir, la comunión y participación en la vida de Dios es suya. Pequeños y sencillos son los que no han construido muros de separación entre ellos y los demás, al contrario de muchos de los poderosos que buscan aislarse de sus semejantes.
- De los tres “dichos” de Jesús que se reúnen en este pasaje de hoy, en el tercero y final Jesús promete a quienes están fatigados y sobrecargados, que él les dará descanso. Y luego les invita, a cambio a tomar sobre sí el yugo que él mismo lleva, porque es suave y liviano. A menudo, la piedad popular, reflejando tantos sufrimientos de los pobres y humildes, ha interpretado esas “cargas” como una referencia a cualquier dolor, enfermedad o penalidad. Algo parecido a como, decíamos hace unas pocas semanas, que interpreta lo de “llevar la cruz”. Sin embargo, en el contexto original el sentido es mucho más preciso y refleja la tremenda situación de los pequeños y sencillos.
- En otros textos evangélicos el Maestro había aclarado a cuáles cargas se refería. Recordemos aquel otro texto en el que Jesús lanza serias acusaciones a fariseos y maestros de la Ley del Templo porque “atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres (Mateo 23: 4-5). Cuando habla ahora de quienes están “sobrecargados y fatigados”, está pensando, sobre todo, en la opresión experimentada por el campesinado y los pobres de la región, víctimas de los maestros de la ley y de la religión, que imponían a la gente sencilla la carga de sus interpretaciones de las Escrituras, de que se servían para mantenerlos sumisos bajo el dominio de los dirigentes religiosos y políticos, que les presentaban sus doctrinas y leyes al pueblo como algo más sagrado que la propia palabra de Dios. No era la carga de la Ley recibida de Dios por Moisés lo que era criticado por Jesús sino la utilización de la autoridad sagrada para mantener los privilegios de la élite de espaldas a las necesidades de la gran mayoría de la población. La Buena Nueva de Jesús es la promesa de liberarlos de esa sobrecarga. A cambio el “yugo” de Jesús al que invita a los que sufren de esas formas de opresión, no es en realidad un yugo, es un enlace, una unión fuerte con él, que nos abre a la experiencia de Dios como Padre, asumiendo como “carga” los valores de misericordia, de compasión, de justicia y de solidaridad. Ese es el espíritu que da vida y no la letra de tradiciones humanas, culturales, que conducen a la muerte. Creo que este es un mensaje muy actual también para nosotros.Ω
Recomendación: leer la Carta del Papa
Francisco a la Canciller de Alemania, Angela Merkel, con ocasión de la Cumbre
del G – 20, Hamburgo 7 – 8 de julio 2017. - https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/07/07/mens.html
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