Lect.: Gén 14: 18 – 20; 1 Cor 11: 23 – 26: Lc 9: 11b –
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- Aunque no suelo hacerlo en la predicación, permítanme repetir algo que comenté el año pasado en esta fiesta; lo repito porque no la celebré con Uds. Y porque un año después sigo teniendo esta misma preocupación. Contaba entonces que cuando, de joven, quise aprender a jugar boliche (bolos), el amigo que me enseñaba me advirtió: tienes que aprender a tirar la bola no de cualquier manera, porque si aprendes ahora con defectos o mañas, después te será casi imposible corregirte. Una advertencia parecida respecto a la forma de agarrar la raqueta, me hizo años más tarde otro amigo cuando intenté, esta vez sin éxito, aprender a jugar tenis. Discúlpenme Uds. por establecer esas comparaciones tan triviales y que se repiten en la vida cotidiana, al hablar del tema de hoy. Pienso, a menudo, que cuando uno "aprendió mal" o de manera inexacta, incompleta, lo que significa participar en la Eucaristía, después de años se hace tremendamente difícil cambiar la costumbre. Y ahí un serio problema. La gran mayoría de nosotros adultos crecimos oyendo que "a misa es obligación ir, y bajo pecado mortal" . Ni siquiera se usaba el término de "eucaristía". Y menos de “participar”. Se trataba de "cumplir", "asistir a", "oír la misa" que un sacerdote "decía". Para eso estaba y “se le pagaban misas”. También crecimos, hay que reconocerlo, oyendo invitaciones a una relación más de sentimientos, que se nos decía más cercana, a "visitar al Santísimo que está muy solo". O a acompañarle en procesiones donde iba bajo palio. Pero en ese caso lo que se acentuaba en nosotros era la actitud de adoración, de veneración respetuosa y, pese a todo, distante. En tiempos recientes se quiso superar todo esto, es cierto. Pero a menudo se sustituyó por el intento de tomar la celebración eucarística como un momento de "cargar baterías", de dejarse envolver por sentimientos de piedad, de intensa devoción individual.
- Con todos estos antecedentes, ¿Cómo recuperar el sentido evangélico de la cena del señor? ¿Cómo aprender de nuevo a celebrar la eucaristía "en memoria de él" como el mismo Jesús pidió que lo hiciéramos? Experiencias recientes nos dicen que se trata de un intento nada fácil. Hace falta, desde luego, mucho más que un día de reflexión al año, como es este mismo día que llamamos del Corpus. Por hoy, al menos subrayemos lo siguiente. Muchos de Uds. Recordarán lo que reflexionamos el pasado jueves santo. Después de hacer el lavatorio de los pies, comentamos que Ese gesto es quizás, el punto de referencia clave para entender de qué se trata la Eucaristía, el sacerdocio cristiano y la Misión de la Iglesia. Lavar los pies de sus discípulos, descifra el sentido más profundo de la fracción y distribución del pan y del vino. Muestra, de manera viva, que compartir la Eucaristía no es otra cosa que asumir con este signo el compromiso de servicio a todos nuestros semejantes. Nos permite comprender que participar en la misa, comulgar, equivale a aceptar con seriedad las palabras de Jesús: "Si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan." No nos dice que seamos devotos de la Eucaristía, sino que ésta ha de ser la memoria suya, el recuerdo permanente de toda su vida de servicio, hasta el final. Recordarán también que por eso, ese mismo jueves santo citábamos una expresión de un obispo italiano, ya fallecido, don Tonino Bello. Decía él que soñaba con que la Iglesia llegara a ser "la Iglesia del delantal". Al fin y al cabo, decía, el delantal - esa prenda sencilla, signo de servicio-, fue el único ornamento sagrado que usó Jesús, y lo hizo en el momento del lavatorio de pies, en la cena de despedida. Un Superior General religioso subrayaba la necesidad de una iglesia del delantal, una iglesia de la ternura. Y hacía ver que, con la elección del Papa Francisco "miles de personas en todo el mundo han sentido, de manera intuitiva, ..., que ese es el camino"que debemos retomar como Iglesia.
- Sto Tomás de Aquino explicaba que cada sacramento es un signo, en tres sentidos: es signo conmemorativo que hace presente toda la vida de entrega y servicio de Cristo hasta la muerte, por eso dice Jesús que hagamos la Eucaristía en memoria suya; es signo manifestativo del efecto producido en nosotros por la gracia de Dios, que nos permite asimilar en nuestra propia vida cada día esa entrega de Jesús, y es signo que anuncia la plenitud de vida personal y comunitaria que va creciendo en nosotros. Tener conciencia, al menos, de estos significados, nos permitirá celebrar la eucaristía de modo más auténtico.Ω
En mi poco camino descubro que el acompañamiento de otros que no tienen esas "mañas" me ha ayudado a borrar las mías y comenzar yo mi propio encuentro
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