Lect.: Dt 26, 4-10 ; Rm 10, 8-13 ; Lc 4, 1-13
- Viendo en la TV alemana las noticias de este domingo sobre la guerra en Ucrania, me conmovieron, especialmente dos. La primera, los bebés recién nacidos en el sótano del hospital de maternidad de Kiev, mientras afuera continúa el bombardeo ruso. Una de las madres narra momentos terribles que han pasado. La alarma aérea sonó y vio a una de ellas que recién acaba de ser operada de cesárea, sangrando mientras bajaba al refugio. También me conmovió escuchar a una de las madres que respondía al entrevistador: “Por supuesto que estaba preocupada. Pero me tranquilizaba pensar que estábamos en un lugar sagrado, el hospital; y que también Ucrania es un país sagrado y la Virgen María nos protege.” Esta mezcla de esperanza en el dolor, estos pequeños niños que vienen al mundo al tiempo que su futuro es incierto; esa convicción religiosa de que aunque las ciudades y las casas de sus familias se derrumben, de una manera que no se ve con claridad, la Virgen María les está cubriendo con la protección divina y por eso pueden superar la preocupación en momentos tan difíciles. Quizás estas situaciones, y los diversos comportamientos humanos que reflejan nos ayuden a a aclarar lo que decíamos el domingo pasado de cómo las dos tendencias, las dos dimensiones de bondad y maldad coexisten en todos nosotros. Es una cuestión de cuál es nuestra elección para conducir nuestra vida de cada día.
- Leyendo hoy, una vez más, el episodio de los evangelios conocido como “las tentaciones de Jesús” todavía se nos aclara más cómo entiende la tradición cristiana lo que es la naturaleza humana, expresada en la forma de vida y acción de quien se refería a sí mismo como “el Hijo del hombre”. Se nos dice que Jesus, lleno de Espiritu santo, acaba de volver del Jordan. Es decir, acaba de confesar en el bautismo recibido de Juan, su entrega y disposición total al servicio de la voluntad del Padre, al punto de que en ese momento los evangelistas dejan constancia de que es proclamado por el Padre como “hijo amado en quien pone todas sus complacencias”. Y entonces, “el Espiritu de Dios lo fue llevando por el desierto durante cuarenta días mientras el diablo lo tentaba”.
- Se trata, más que de un episodio puntual, de la narración simbólica de lo que sería en adelante la vida y la práctica de Jesús: él acaba de reafirmar su proyecto de vida pero ahí, en sus ratos de reflexión y de práctica, se le hace y se le volverá a hacer presente la oferta de otro proyecto de vida, posible, antagónico y atractivo, incluso con rasgos de apariencia religiosa. El bautizo no lo ha librado de este reto, el de reconocer y experimentar la dualidad moral del ser humano. Los evangelistas lo presentan como una prueba. Según la pase y resuelva estará definiendo su propia identidad. Se trata de su identidad mesiánica, pero también su identidad como hijo del hombre, el ser humano pleno. Por eso el carácter paradigmático de esta elección. Marca el tipo de reto, la opción del camino que se nos presenta a todos los hombres y mujeres y nos enseña a entender que con esa opción posible debemos aprender a vivir, resolviéndola en cada momento, en cada situación que nos presente la vida. En ese sentido era que decíamos el domingo pasado que en cada uno de nosotros existen siempre las dos dimensiones: un tesoro de bondad y una tendencia al mal. Mejor podríamos decir la contraposición entre dos proyectos de vida y las potencialidades para realizar uno u otro.
- Y de eso se trata esto que llamamos el tiempo de cuaresma en la práctica religiosa, litúrgica de la Iglesia. No es un mero rito que hay que repetir anualmente. Es un espacio y un tiempo para darnos la oportunidad de replantearnos a fondo, qué tipo de ser humano, que tipo de proyecto humano queremos vivir y si se corresponde con el que estamos viviendo.Lo podemos discernir a la luz de la vuelta a la experiencia original de Jesús de Nazaret. Con esa luz podemos ver la vida personal que estamos construyendo, el tipo de convivencia que hemos logrado, la forma como estamos cada uno logrando que prevalezca la justicia, la igualdad.Sobre todo si estamos viviendo una vida centrada en nosotros mismos o en el plan de Dios para beneficio de todos.
- Nos debe quedar claro que no se trata , entonces, de dedicarnos estos días a realizar un examen de conciencia sobre fallos puntuales, expresiones de debilidad humana, sino de verificar si vamos por el camino del Hijo del Hombre, que es el camino de vivir lo humano a fondo, no centrándose únicamente en sí mismo sino en la construcción de una comunidad humana a cuyo servicio se coloquen el pan, la religión y el poder. “Porque tres son los riesgos, tres los problemas que el mesías deberá resolver para mostrarse Hijo de Dios y salvador de los hombres a lo largo de su misión: el pa” n, la religión y el poder.” (Pikaza)
Muy cierto Padre todos tenemos la capacidad de elegir el bien o el mal depende de nuestra decisión seguir el camino correcto
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