Lect.: Ex 3, 1-8.13-15; 1 Co 10, 1-6.10-12 ; Lc 13, 1-9
- En el pasaje de hoy Lucas recoge una conversación entre Jesús y algunos hombres que fueron a verlo, impactados por un doble crimen cometido por orden del mismo Procurador Romano, Poncio Pilato. Éste había mandado matar a unos galileos, —no se dice la razón—, pero, además, el asesinato lo habían realizado mientras los galileos ofrecían sacrificios en el Templo. Aunque el evangelista no da muchos detalles, se da a entender que semejante suceso había generado en el pueblo mucha preocupación y comentarios con diversas interpretaciones. Entre otras se ve que había surgido la pregunta, frecuente a nivel religioso popular entonces y ahora, de si un crimen tan espantoso no sería “castigo de Dios”.
- Jesús, dando otros ejemplos de la época, excluye esa interpretación. Quiere dejar claro que no hay que identificar tragedias que ocurren con intervenciones divinas y menos, como castigos. Pero, más importante aún, a Jesús le interesa aprovechar la ocasión para hacer pensar a la gente sobre una exigencia más general, la exigencia de “arrepentirse”, de “convertirse”. Pero, ¡ojo!, recordemos que, al igual que en en muchos otros pasajes de la Biblia, “convertirse” o “arrepentirse” no significa estar dolido por alguna acción errónea que uno haya realizado. Conversión, según la palabra griega utilizada, significa “cambiar de mentalidad”, “adoptar una nueva forma de ver e interpretar las cosas”, “ver los sucesos desde una nueva perspectiva” que, precisamente, nos la proporciona el seguimiento de Jesús.
- Y una primera exigencia del cambio de mentalidad es no gastar tiempo especulando sobre las razones que pueden mover a otros a cometer serias transgresiones. Más que caer en juicios sobre lo que otros hacen, la atención debe centrarla cada uno sobre la capacidad personal de dar frutos, porque esta es la mejor manera de contribuir personalmente al sostenimiento y a la vitalidad, no solo de mi propia vida, sino de todos los que me rodean y de la calidad de relaciones que se van construyendo en eso que llamamos “estructuras” de la sociedad en que vivimos. Y es una actitud más coherente con nuestro seguimiento de Jesús que nos establece un orden de prioridades. “Es posible que los galileos murieran por causa de la perversidad de otro ser humano, y que los dieciocho judíos, aplastados por una torre, murieran sólo por accidente. No es el caso de la higuera estéril; la higuera tiene que morir porque no da fruto, porque no es más que un parásito. En definitiva, eso es «el pecado más grande. La culpabilidad que brota de las continuas dilaciones y de la falta de decisión personal es verdaderamente grave; mucho más que la que se pueda suponer en una muerte violenta o en un accidente inesperado.» (Fitzmyer). Por esto Lucas, a lo largo de sus dos libros, el Evangelio y los Hechos, insiste en la urgencia para los cristianos de “dar fruto.” Lo que hemos recibido gratuitamente debemos estar dispuestos a que fructifique continuamente para que alimente la vida de todos. Esa conciencia de la gratuidad de lo que somos y tenemos, y no las amenazas, ni el miedo, ni las exigencias legales, debe ser el motor del desarrollo de toda nuestra vida humana.Ω
Exactamwnte comvertirse es cambiar de mentalidad procurar hacee el bien y ser solidarios con los demás, no juzgar sino aceptar los hechos y dificultades como oportunidades para crecer y ser mejores.
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