Lect.:
Hechos 2:1 - 11; I Cor 12,3b-7.12-13; Juan 20,19-23
- Terminábamos nuestra meditación de seis semanas de Pascua diciendo que se nos estaba haciendo una invitación a que, con plena confianza, dejemos manifestarse en cada uno, la experiencia íntima de vida plena, de Jesús resucitado, es la invitación a dejar que cada momento de nuestra vida cotidiana pueda ser vivido como vida de resucitados. Lo que llamamos en la tradición cristiana "Pentecostés", es la proclamación de lo que es esa nueva realidad de resurrección de la que todos participamos. Lo que proclaman los evangelistas y los primeros discípulos es nuestro enraizamiento, de cada uno y de toda la creación, en una sola y misma fuente de vida y del ser, el Espíritu de Dios. En él todos y todo compartimos una sola y única realidad, integramos una sola unidad, aun cuando esta se manifieste en una maravillosa pluralidad de seres e individuos. Experimentar esta realidad es el principal fruto de la resurrección, del que vamos siendo progresivamente conscientes.
- Los textos asociados a esta fiesta de Pentecostés usan diversas expresiones para recalcar los rasgos de esa nueva realidad que vivimos: se traspasan las fronteras incluso del lenguaje, cada uno hablando en su propia lengua puede comunicarse con los demás que hablan en la suya, las mismas lllamaradas de fuego que simbolizan la presencia del mismo Espíritu se manifiestan sobre todos y cada uno de ellos, y no solo sobre los apóstoles; Toda la diversidad de dones y de funciones y servicios brotan de un único y mismo espíritu y operan para el bien común... Somos parte de una única y maravillosa realidad, de un solo cuerpo, dirá Pablo, y el salmo lo expresa poéticamente diciendo que todos tenemos un mismo aliento, es el mismo viento, el mismo espíritu el que nos crea, nos mantiene en el ser y en la vida; y celebraciones como la de hoy nos ayudan a tomar conciencia de que esto es lo que auténticamente somos, aunque las distorsiones de nuestra mente nos confundan continuamente sobre nuestra realidad.
- Caminar a esa nueva conciencia es caminar también, evidentemente, hacia un nuevo modo de relaciones entre nosotros y con todos los seres de la creación. No se trata ya de solo relaciones de mera convivencia pacífica, menos aún de sola tolerancia. Ni siquiera es suficiente decir que se trata de relaciones de justicia, aunque éstas son muy importantes. Caminamos hacia relaciones de cuidado amoroso de unos por otros, como lo expresa la metáfora de miembros de un mismo cuerpo, que usa Pablo, y de todos por los demás seres vivientes y por toda la naturaleza. Nuevas relaciones que surgen no de lo que mande la ley, sino que brotan de la fuerza de la vida que nos empuja. Este es el mundo que recreamos ya en el único Espíritu que nos alienta a todos.Ω
Podemos decir entonces que Pentecostés es cuando la experiencia de la resurrección personal se hace comunidad?
ResponderBorrarPodemos decir entonces que Pentecostés es cuando la experiencia de la resurrección personal se hace comunidad?
ResponderBorrarLeticia, creo que es difícil hacer esa distinción, aunque conceptualmente podamos pensarla, en particular desde algunos enfoques filosóficos. Me parece que en estas experiencias de la resurrección que nos transmiten los primeros discípulos son inseparables la dimensión individual y la dimensión comunitaria. Por el mismo hecho de tener la vivencia de Cristo resucitado ya se experimentan formando parte de un mismo cuerpo, traspasando las fronteras de su separación material. No podemos saber con exactitud cómo serían esas experiencias de los que escribieron los evangelios, pero podemos interpretar en este sentido lo que nos dicen. Y lo podremos "confirmar" en la medida en que en nuestra propia vivencia descubramos inseparables nuestra inserción en el Resucitado y nuestra vinculación con los demás en una sola unidad.-
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