4º domingo de Cuaresma, 2 mar. 08
Lect.: 1 Sam 16: 1b. 6 – 7. 10 – 13 a; Ef 5: 8 – 14; Jn 9: 1 – 41
1. Para el crecimiento de las personas de fe, como nosotros, siempre fueron necesarias las creencias, como intentos de entender la presencia de lo divino en nosotros o, mejor, de nuestra existencia en el seno de Dios. Esas creencias, sencillas o muy armadas teológicamente, nos han ayudado a lo largo de nuestra vida espiritual, pero también, sin darnos cuenta, nos limitan si no profundizamos su significado.
2. Por ej., el relato de la creación. Por más que hayamos crecido en edad y en estudios seguimos imaginándonos la obra de la creación como una serie de episodios que pasaron en 7 días, allá en el origen de los tiempos. Al llegar al 6º día todo estaba concluido, “los cielos y la tierra y todo su aparato”, y en el 7º día Dios declara oficialmente concluida la creación y, dice el Gén, “cesó de toda la labor que hiciera”. No dice que “descansara”, como se interpretó posteriormente. Juan hoy nos invita a entender la creación de otra manera.
3. En esta maravillosa pieza teatral del relato de la curación del ciego de nacimiento, hay dos puntos. El 1º, lo sacan los discípulos al preguntar: ¿quién pecó, éste o sus papás para que naciera ciego? El 2º punto lo provocan los fariseos cuando niegan que Jesús pueda venir de Dios, porque no guarda el sábado. Ambos temas nos muestran una manera muy estrecha y peligrosa de entender lo que la SE quiere expresar con la idea de la creación. Si imaginamos la creación como un hecho pasado al comienzo de los tiempos y que Dios declaró concluido, nos damos de bruces con un problema serio: la existencia de imperfecciones en este mundo. Entonces caemos en la trampa en que caían los discípulos: las imperfecciones solo pueden explicarse por el pecado de alguien (víctima o victimario), porque lo contrario sería suponer que se deberían a fallas del creador (un “dios aprendiz”). Así tendemos a ver, por ej., la pobreza como resultado de incapacidad para el trabajo, el sida como castigo del mal comportamiento sexual; etc.…En esta visión tan negativa de la realidad humana, aparece la otra trampa de los fariseos, denunciada hoy por Jn: si la vida real es mala, o muy llena de imperfecciones, es porque no se guarda la religión del templo. Es una afirmación que se vuelve acusación: Jesús no guarda el sábado, por tanto no viene de Dios. ¿Cómo salirse de estas dos trampas? Saliéndose de esa manera de ver la creación. Esto hace Jesús.
4. Ni la ceguera, ni otras muchas limitaciones, son fruto del pecado. Son más bien una muestra de que la creación no fue algo que sucedió al principio de los tiempos, sino de que estamos todavía en ese 6º día. Con Dios, para el cual no existe el espacio ni el tiempo, nos encontramos inmersos en su acción creadora que, para nosotros, todavía no ha concluido, sino que Él prolonga desde nuestro corazón lleno de su Espíritu, con nuestro cerebro y nuestras manos. Jesús, insiste en que él está haciendo las obras del que lo ha enviado — continuando la creación—, y que esas imperfecciones solo manifiestan que esa creación no ha terminado. De manera más contundente había dicho a los mismos fariseos en Jn 5:17, “mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo”. Alusión tan clara a que estamos en el único momento de la creación que los fariseos a partir de ese momento, buscaban matarlo “porque se hacía igual a Dios”.
5. Una visión más espiritual de lo que significa la creación nos permite entender que estamos en el momento único de la creación aún no concluida. Estamos con Dios realizándola, desterrando el caos, la confusión y la oscuridad de nuestro mundo. El 7º día no ha llegado aún: será la plenitud del Reino de Dios. En la práctica esto hace de la obra de construir este mundo una tarea sagrada. Curar al ciego, como hacía Jesús, es decir, luchar contra la injusticia, contra la pobreza y la desigualdad, construir relaciones más fraternas, dar vida plena, es más sagrado que leyes establecidas por los hombres, para encasillar la voluntad de Dios. Volvemos al mensaje de domingos anteriores: el verdadero culto a Dios, es el que se da en espíritu y en verdad, viviendo nuestra vida como una realización de la experiencia del Dios, Padre amoroso, que se traduce en una vivencia de las relaciones con los demás como hermanos, y con la naturaleza, como partícipe de esa misma vida de Dios. Terminamos como hoy hace ocho: Lo principal es priorizar la vida plena. “Todo lo demás, la doctrina, los rituales, las jerarquías de las iglesias, tienen un valor instrumental, de medios valiosos en la medida en que ayuden al descubrimiento de ese manantial interior, a la experiencia de eso sagrado que nos habita y nos transfigura”.Ω
Lect.: 1 Sam 16: 1b. 6 – 7. 10 – 13 a; Ef 5: 8 – 14; Jn 9: 1 – 41
1. Para el crecimiento de las personas de fe, como nosotros, siempre fueron necesarias las creencias, como intentos de entender la presencia de lo divino en nosotros o, mejor, de nuestra existencia en el seno de Dios. Esas creencias, sencillas o muy armadas teológicamente, nos han ayudado a lo largo de nuestra vida espiritual, pero también, sin darnos cuenta, nos limitan si no profundizamos su significado.
2. Por ej., el relato de la creación. Por más que hayamos crecido en edad y en estudios seguimos imaginándonos la obra de la creación como una serie de episodios que pasaron en 7 días, allá en el origen de los tiempos. Al llegar al 6º día todo estaba concluido, “los cielos y la tierra y todo su aparato”, y en el 7º día Dios declara oficialmente concluida la creación y, dice el Gén, “cesó de toda la labor que hiciera”. No dice que “descansara”, como se interpretó posteriormente. Juan hoy nos invita a entender la creación de otra manera.
3. En esta maravillosa pieza teatral del relato de la curación del ciego de nacimiento, hay dos puntos. El 1º, lo sacan los discípulos al preguntar: ¿quién pecó, éste o sus papás para que naciera ciego? El 2º punto lo provocan los fariseos cuando niegan que Jesús pueda venir de Dios, porque no guarda el sábado. Ambos temas nos muestran una manera muy estrecha y peligrosa de entender lo que la SE quiere expresar con la idea de la creación. Si imaginamos la creación como un hecho pasado al comienzo de los tiempos y que Dios declaró concluido, nos damos de bruces con un problema serio: la existencia de imperfecciones en este mundo. Entonces caemos en la trampa en que caían los discípulos: las imperfecciones solo pueden explicarse por el pecado de alguien (víctima o victimario), porque lo contrario sería suponer que se deberían a fallas del creador (un “dios aprendiz”). Así tendemos a ver, por ej., la pobreza como resultado de incapacidad para el trabajo, el sida como castigo del mal comportamiento sexual; etc.…En esta visión tan negativa de la realidad humana, aparece la otra trampa de los fariseos, denunciada hoy por Jn: si la vida real es mala, o muy llena de imperfecciones, es porque no se guarda la religión del templo. Es una afirmación que se vuelve acusación: Jesús no guarda el sábado, por tanto no viene de Dios. ¿Cómo salirse de estas dos trampas? Saliéndose de esa manera de ver la creación. Esto hace Jesús.
4. Ni la ceguera, ni otras muchas limitaciones, son fruto del pecado. Son más bien una muestra de que la creación no fue algo que sucedió al principio de los tiempos, sino de que estamos todavía en ese 6º día. Con Dios, para el cual no existe el espacio ni el tiempo, nos encontramos inmersos en su acción creadora que, para nosotros, todavía no ha concluido, sino que Él prolonga desde nuestro corazón lleno de su Espíritu, con nuestro cerebro y nuestras manos. Jesús, insiste en que él está haciendo las obras del que lo ha enviado — continuando la creación—, y que esas imperfecciones solo manifiestan que esa creación no ha terminado. De manera más contundente había dicho a los mismos fariseos en Jn 5:17, “mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo”. Alusión tan clara a que estamos en el único momento de la creación que los fariseos a partir de ese momento, buscaban matarlo “porque se hacía igual a Dios”.
5. Una visión más espiritual de lo que significa la creación nos permite entender que estamos en el momento único de la creación aún no concluida. Estamos con Dios realizándola, desterrando el caos, la confusión y la oscuridad de nuestro mundo. El 7º día no ha llegado aún: será la plenitud del Reino de Dios. En la práctica esto hace de la obra de construir este mundo una tarea sagrada. Curar al ciego, como hacía Jesús, es decir, luchar contra la injusticia, contra la pobreza y la desigualdad, construir relaciones más fraternas, dar vida plena, es más sagrado que leyes establecidas por los hombres, para encasillar la voluntad de Dios. Volvemos al mensaje de domingos anteriores: el verdadero culto a Dios, es el que se da en espíritu y en verdad, viviendo nuestra vida como una realización de la experiencia del Dios, Padre amoroso, que se traduce en una vivencia de las relaciones con los demás como hermanos, y con la naturaleza, como partícipe de esa misma vida de Dios. Terminamos como hoy hace ocho: Lo principal es priorizar la vida plena. “Todo lo demás, la doctrina, los rituales, las jerarquías de las iglesias, tienen un valor instrumental, de medios valiosos en la medida en que ayuden al descubrimiento de ese manantial interior, a la experiencia de eso sagrado que nos habita y nos transfigura”.Ω
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