Lect.: Sabiduría 2:12.17-20; Santiago 3:16 – 4:3; Marcos 9:30-37
- El evangelista nos cuenta una anécdota chocante, llamativa: en el camino Jesús está hablando de algo tan serio y decisivo como lo es su entrega, que llegará incluso hasta la muerte, y mientras tanto, varios de los discípulos vienen discutiendo sobre quién va a llegar a ser el primero, el más importante. Jesús no critica a su preocupación, pero aprovecha para aclarar: el criterio para ser importante, —en el Reino, se entiende—, consiste en ser el primero en servicio, servidor de todos, pero en particular, ser alguien que acoge a los menos importantes, simbolizados en los niños que, para el mundo griego, eran lo “inacabado” y, por eso, de poca consideración.
- Al leer este relato de hoy, de Marcos, resulta inevitable pensar en situaciones por las que atraviesan bastantes comunidades cristianas de nuestros días en las que chocan diversas maneras de entender lo que es y debe ser una Iglesia cristiana. El choque lo vemos, por ejemplo, en torno al Papa Francisco, un Papa que se esfuerza por construir una Iglesia sencilla, servidora, que prioriza el acercamiento y el servicio a las necesidades del pueblo. Y frente a estos esfuerzos, él mismo ve que hay sacerdotes y sobre todo obispos que han heredado una forma de vida como “de príncipes”, —como se los ha recriminado el propio Francisco—, para quienes son más importantes las estructuras y posiciones de poder que la atención a las necesidades del pueblo. Bastantes de entre ellos se oponen y critican al Papa cada vez que toma una decisión en la línea de la sencillez, de la cercanía, incluso referente a la manera de celebrar la liturgia o el rito de la misa.
- Este choque en maneras de entender la vocación y el papel de las Iglesias, también se manifiesta en otros niveles y ámbitos. Por ejemplo, a la hora de organizar actividades de las comunidades puede verse resistencia a entregar en manos de laicos y, en especial, de mujeres, los ministerios y funciones que son vistos como de mayor influencia e importancia. Es la tendencia del llamado “clericalismo”, considerado por el mismo Papa como el mayor peligro para la vida de la Iglesia en América Latina. Consiste, sobre todo, en pensar que todo lo que se decide en la comunidad, lo que se organiza, lo que se enseña tiene que partir y depender de un clérigo, sacerdote o diácono. Poniendo el énfasis no en la calidad de las relaciones comunitarias, sino en la estructura jerárquica, institucional de la Iglesia.
- Parecido a los discípulos en el relato de Marcos de hoy. Cuando Jesús les pregunta de qué venían discutiendo, ellos no le contestan, probablemente porque les daba vergüenza reconocer delante de Jesús su distorsionada visión de lo que debe ser la Iglesia. No podemos extrañarnos de que esa misma sobreviva entre muchos de nosotros, cristianos del siglo XXI , es herencia de siglos, no es fácil deshacerse de ella.
- Ante este lastre que arrastramos, el reto de encontrar cómo superarlo empieza por priorizar lo que hizo y vivió el propio Jesús, para reaprender cómo deben ser nuestras iglesias, cómo nuestros comportamientos como comunidades. Más que teorizando, es en la práctica misma del servicio, en la proximidad de los necesitados, empujados por la convicción de que nadie se quede atrás, donde encontraremos el camino por donde podremos ir configurando un estilo de vida y una práctica de las iglesias más coherentes con el llamado que Jesús nos hace desde el fondo de nuestro corazón.Ω
Amo la sencillez de Jesús, es inspiradora, sobre todo es la practica del mismo servicio, en la proximidad de lo más necesitados.
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