Lect.: Isaías (50,5-9a); Santiago (2,14-18): ;Mc 8,27-35):
1. Hoy nos adentramos, en el capítulo 8, en la segunda parte de este evangelio de Marcos en la que va a pasar de las enseñanzas a la invitación a seguir su camino. Un par de cosas me llaman la atención, como quizás a muchos de los lectores. Primero, Jesús empieza por preguntarles cómo lo identifican, quién creen ellos que es él. Hoy tiene que parecernos llamativo que verifique primero si los discípulos entienden a quién están siguiendo, quién es el que los invita a seguir su camino. Es llamativo, sobre todo si hemos vivido en una práctica religiosa de índole tradicional y a menudo de adscripción eclesiástica por “herencia familiar”, sin detenernos a interrogarnos primero, a fondo, por la identidad de ese Jesús de Nazaret y las implicaciones de su camino. Con este primer paso se contradice el afán de proselitismo por parte de iglesias o instituciones religiosas a las que más preocupa su crecimiento en número de adherentes, más que la fortaleza en la convicción con que se lleva a cabo esa adhesión.
2. Pero, segundo, quizás el tema que puede atraernos todavía más la atención es la forma de la invitación al seguimiento. Es un planteamiento radical y que no se cuida por parecer atractivo. La frase la hemos escuchado innumerables veces a lo largo de nuestras vidas: “Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.” (Mc 8: 34). “Renunciar a sí mismo” y “cargar con la cruz de cada uno”, no son, precisamente anuncios de perspectivas que pudieran entusiasmar. Como ha comentado un analista, “El Evangelio de Marcos no ofrece al lector una salvación disponible como promoción a bajo precio.” ¿Dónde queda, entonces la búsqueda de lo religioso como factor que sirve primordialmente de ayuda en los momentos de crisis o como recurso para salir de conflictos?
3. Quizás el descubrimiento que más necesitamos hacer es el del sentido positivo de la “renuncia a sí mismo”. Esta encierra no una renuncia por la renuncia, ni por un rechazo a lo que cada uno es. Al contrario, es una llamada al don de sí mismos para el servicio del hermano , la hermana y de todos nuestros semejantes. Se trata, sin duda de un descubrimiento porque no hemos sido acostumbrados a identificar nuestra identidad y nuestra realización con la de los demás. Aquí, el evangelista nos ayuda a superar el miedo a darnos en el servicio de los demás porque, en esta autodonación, estamos viviendo más coherentemente con lo que todos somos, imagen y semejanza del Dios que es donación generosa de existencia y de vida, imagen y semejanza unos de otros. Por eso Marcos pone en boca de Jesús audazmente esta afirmación, que puede sonar paradójica, “el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”.Ω
Hermoso y muy exigente. No se trata sólo de dar, sino de darnos, incluso a nosotros mismos. A veces no damos, porque tenemos la autoestima muy baja, y sentimos que no tenemos nada valioso que dar. Señor, ayúdanos a creer que tenemos algo que compartir.
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