26º domingo t.o.
Lect.: Núm 11,25-29; Santi 5,1-6; Marcos 9: 38-43.45.47-48
- Continúa el evangelio de Marcos contrastando un perfil de discípulo marcado por la disposición de Jesús a la entrega, al servicio, con la tentación de servirse de estructuras y prácticas religiosas para provecho propio. En la continuación del capítulo 9 ya se ha superado la discusión sobre primeros puestos al interior de la comunidad cristiana. Pero aparece entonces una actitud en la que la ambición de usar lo religioso para tener poder se encuentra, aunque solapada.
- La ocasión para descubrir esta otra distorsión nos la proporciona Juan, uno de los hijos del Zebedeo, cuando se le acerca a Jesús para “denunciar” a alguien que realizaba exorcismos sin pertenecer al grupo de discípulos. La reacción de Juan, lo dice él mismo, ha sido el impedírselo. Pero Jesús, al escucharlo, no está de acuerdo y le da una explicación en la que aprendemos la prioridad de las acciones valiosas sobre la identidad de quien las realiza Dando un salto en el tiempo me ha resultado inevitable recordar una época, no muy lejana, en la que algunos catequistas y sacerdotes trataban de convencer a los fieles de que para que el compromiso de mejoramiento o transformación social, la lucha contra las injusticias, tuviera valor tenía que ser realizado por personas que fueran realmente cristianas y dentro de instituciones cristianas. (Quizás era un intento por disuadir a personas católicas, sobre todo, de la “tentación” de militar en partidos de izquierda y sobre todo del partido comunista).
- Son varios errores los que contienen estas actitudes. Por una parte, el que parece afectar a Juan Zebedeo, creer que a los cristianos Dios nos ha dado un monopolio de las acciones correctas. Como si dependiera de nuestra sola pertenencia a la Iglesia la calidad de nuestro actuar. Por otra, el error, visible en prácticas clericales, de actuar como si sacerdotes o instituciones religiosas fuéramos los “propietarios” de los “canales” de salvación. Lamentablemente, ciertas prácticas legalistas instauradas en torno a la recepción de sacramentos sugieren esa creencia.
- Pero, finalmente, como anticipé en un párrafo anterior, sería olvidar que las acciones que realizamos son valiosas cuando son expresiones del amor, cuando contribuyen al bienestar de las personas, independientemente de las posiciones ideológicas o creencias religiosas de quienes las realizan.Ω
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