Lect.: Josué 24:1-2a.15-17.18b; Efesios 5,21-32 ; Juan 6:60-69.
- Con lo que llevamos recorrido del capítulo 6 de Juan es suficiente para, al menos, sospechar, que Jesús invita a los Doce a aventurarse en algo verdaderamente nuevo. Para nosotros, lectoras y lectores contemporáneos, también se nos empieza a abrir un panorama novedoso: no se trata de una “nueva religión” que sustituya la de la Sinagoga y la Ley. Es el comienzo de un camino que hoy día llamaríamos de una espiritualidad profundamente humana. O, tal vez, más clara su novedad, si lo planteamos a la inversa, del descubrimiento de la vivencia profunda de la vida humana, de lo que somos como hombres y mujeres, como la forma de más íntimo acercamiento a la vida divina.
- Quizás por las mismas razones, pero que se expresan de forma distinta en culturas distintas, esta invitación de Jesús choca radicalmente con las expectativas de muchos que se le han acercado para ser sus discípulos. En el momento narrado por el evangelista Juan, el choque se produce porque las exigencias de Jesús no están asociadas a las instituciones del pueblo de Israel. En nuestro momento actual el choque puede producirse porque en vez de asociar la “vida definitiva” a una ideología, a un sistema teórico, doctrinal, a una posición política, se la descubre en la realidad de vida de Jesús de Nazaret, que él ha mostrado y definido como una donación de sí mismo para toda la humanidad. Lo esencial de la misma lo ha expresado simbólicamente como el hacerse pan, comida y bebida. El replicar este modo de vida, y no otra cosa, es lo que nos hace discípulos de Jesús. Para él esta experiencia es tan esencial que cuando “muchos de sus discípulos se echan atrás y ya no andan con él”, en vez de sentarse a “negociar” con ellos, para ver si los convence o si les facilita su adhesión, más bien pregunta a los que quedan, a los Doce, “¿Es que vosotros también queréis marcharos?” Está tan convencido de que su programa de vida es el proyecto de Dios de plena realización para la humanidad, que con su actitud muestra que prefiere quedarse sin discípulos que renunciar al proyecto de Dios.
- Pedro responde, en nombre del grupo, reafirmando lo que les dice su experiencia: “¿con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida definitiva». No están repitiendo un “catecismo”, sino lo que creen y saben por lo que han vivido con él.
- Esta escena del evangelio de hoy resume características valiosas de lo que define el ser discípulo de Jesús. Por supuesto que para ello no basta estar entre el grupo de los que le siguen, ni siquiera confesarlo como Mesías. Siempre cabe la posibilidad de entender todo eso, todo lo religioso, lo sacramental, las tradiciones y lo doctrinal o bien “según la carne”, o bien “según el Espíritu”. El Espíritu da la libertad para la decisión, para irse o quedarse, para vivir con una u otra orientación, da la fuerza y disposición para identificarse con Jesús, … Son dos maneras de entender las posibilidades del ser humano y, por tanto, dos maneras distintas de entender quién es Jesús y qué significa seguirlo de manera desinteresada.Ω
A veces pienso que la propuesta de Jesús es tan extraordinaria y diferente a todo lo que habían conocido, que no alcanzaban a comprenderlo y sentían la desconfianza, el temor del cambio y la aceptación de la propuesta de Reino. Me parece que la pregunta cobra mucha fuerza en nuestros días, la libertad de optar por Jesús traspasa, a veces todo conocimiento humano. Abrazos.
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