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17º domingo: la lógica de la pequeñez y del don

Lect.: II Reyes 4:42-44; Efesios 4:1-6; Juan 6: 1-15
  1. En muchas versiones del Nuevo Testamento los editores decidieron usar subtítulos para dividir los capítulos como un intento de ayuda al lector. Así, por ejemplo cuando llaman a un episodio, la “pesca milagrosa”, el “hijo pródigo”, “Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín”, o en el pasaje de hoy la “multiplicación de los panes”. Con la intentada ayuda a veces el lector o lectora queda con la idea de que las palabras del subtítulo son parte de la redacción e interpretación del evangelista. Puede no ser grave en muchos casos, pero, en otros, como en este de Juan 6 lo cierto es que la palabra “multiplicación” no aparece en el texto, ni en labios de Jesús ni de los discípulos; tampoco en el paralelo de Marcos. Usarla está, en realidad, dando un sentido que no solo el autor no tenía, sino que incluso puede bloquear el original del evangelio. 
  2. Toda la narración apunta a destacar la importancia que Jesús daba al compartir fraterno y solidario, —“denles Uds. de comer” dice en el paralelo de Marcos—, a mostrar que el seguimiento a Jesús nos introduce en una forma nueva de vida, con valores y principios que no siguen la lógica de la sociedad desigual e injusta establecida. Pero esta misma lógica existente, inevitablemente nos ha marcado en nuestro modo de ver y de pensar de tal manera que casi espontáneamente nos hace suponer que un problema de hambre, de “escasez”, se resuelve sin más con lo que el dinero determine, “¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer?”, preguntan los discípulos. No solemos cuestionarnos prioritariamente sobre los mecanismos y dinámica de la distribución de los bienes y servicios. Más bien  damos por sentado que se trata de producir más, aunque la experiencia nos enseñe que aumentos en la producción y en la productividad no eliminen automáticamente, sin otras medidas, la pobreza,  ni el hambre, ni satisfagan las necesidades esenciales de todas y todos . Y más bien, sirvan para la acumulación de riqueza en determinados grupos. (Ver nota)
  3. La Buena Noticia —el Evangelio— que anuncia Jesús afirma que el Reino, la nueva forma de convivir y compartir simbolizada por el Banquete celestial, ya ha empezado, aunque todavía está en forma de semilla, de levadura. Y que a todos nosotros nos corresponde impulsar su consolidación y crecimiento. En la Carta a los Efesios que leemos hoy, Pablo nos anima a vivir de manera coherente con lo que ya el llamado de Dios nos ha llevado a ser. Nuestro comportamiento cristiano fluye de la presencia en cada uno, de “un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos”. Y no se define por prácticas religiosas ni esfuerzos moralizantes por tener un comportamiento socialmente “ejemplar”, sino por llevar una vida de unidad  y solidaridad con todos, conscientes de que formamos “un solo Cuerpo y un solo Espíritu” y que los dones que cada uno tiene los ha recibido para edificar el Cuerpo de Cristo. 
  4. Podemos pensar, y con razón, que hay una desproporción entre este ideal evangélico y nuestra propia pequeñez, incluso como grupo, como comunidades cristianas. Nos podemos sentir menos incluso que el chiquillo que, en el relato evangélico, llegó con cinco panes de cebada y dos peces. Como comenta el Papa Francisco en la oración del Angelus, hoy, “¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición.”[…] A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas, de las gratuitas.”
  5. Y el Papa añade, “Todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y del don. La lógica del don es muy diferente de la nuestra. Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los demás, cuando compartimos.”
  6. En lo personal solo me queda una pregunta e invito a lectoras y lectores a que me ayuden a responderla, ¿cómo diseñar una estrategia que nos sensibilice y nos convenza a nosotros y a los demás de la urgencia de asumir como sociedad esta lógica de la pequeñez y del don?
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Nota:   Por mencionar solamente un caso escandaloso, “la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado —oficialmente— que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque carecen de lo necesario para vivir”. Y esto se da en un momento en que la riqueza en manos privadas es tal —y es también solo un ejemplo— que el mundo contempla el “show” de dos o tres multibillonarios, que poseen ambos más riqueza que el 40% de los estratos inferiores de la población de los EE. UU, compitiendo en una “carrera espacial”, que es, en realidad, “una desconcertante feria de las vanidades” , como la calificó una periodista estadounidense.



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