Lect.: II Reyes 4:42-44; Efesios 4:1-6; Juan 6: 1-15
- En muchas versiones del Nuevo Testamento los editores decidieron usar subtítulos para dividir los capítulos como un intento de ayuda al lector. Así, por ejemplo cuando llaman a un episodio, la “pesca milagrosa”, el “hijo pródigo”, “Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín”, o en el pasaje de hoy la “multiplicación de los panes”. Con la intentada ayuda a veces el lector o lectora queda con la idea de que las palabras del subtítulo son parte de la redacción e interpretación del evangelista. Puede no ser grave en muchos casos, pero, en otros, como en este de Juan 6 lo cierto es que la palabra “multiplicación” no aparece en el texto, ni en labios de Jesús ni de los discípulos; tampoco en el paralelo de Marcos. Usarla está, en realidad, dando un sentido que no solo el autor no tenía, sino que incluso puede bloquear el original del evangelio.
- Toda la narración apunta a destacar la importancia que Jesús daba al compartir fraterno y solidario, —“denles Uds. de comer” dice en el paralelo de Marcos—, a mostrar que el seguimiento a Jesús nos introduce en una forma nueva de vida, con valores y principios que no siguen la lógica de la sociedad desigual e injusta establecida. Pero esta misma lógica existente, inevitablemente nos ha marcado en nuestro modo de ver y de pensar de tal manera que casi espontáneamente nos hace suponer que un problema de hambre, de “escasez”, se resuelve sin más con lo que el dinero determine, “¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer?”, preguntan los discípulos. No solemos cuestionarnos prioritariamente sobre los mecanismos y dinámica de la distribución de los bienes y servicios. Más bien damos por sentado que se trata de producir más, aunque la experiencia nos enseñe que aumentos en la producción y en la productividad no eliminen automáticamente, sin otras medidas, la pobreza, ni el hambre, ni satisfagan las necesidades esenciales de todas y todos . Y más bien, sirvan para la acumulación de riqueza en determinados grupos. (Ver nota)
- La Buena Noticia —el Evangelio— que anuncia Jesús afirma que el Reino, la nueva forma de convivir y compartir simbolizada por el Banquete celestial, ya ha empezado, aunque todavía está en forma de semilla, de levadura. Y que a todos nosotros nos corresponde impulsar su consolidación y crecimiento. En la Carta a los Efesios que leemos hoy, Pablo nos anima a vivir de manera coherente con lo que ya el llamado de Dios nos ha llevado a ser. Nuestro comportamiento cristiano fluye de la presencia en cada uno, de “un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos”. Y no se define por prácticas religiosas ni esfuerzos moralizantes por tener un comportamiento socialmente “ejemplar”, sino por llevar una vida de unidad y solidaridad con todos, conscientes de que formamos “un solo Cuerpo y un solo Espíritu” y que los dones que cada uno tiene los ha recibido para edificar el Cuerpo de Cristo.
- Podemos pensar, y con razón, que hay una desproporción entre este ideal evangélico y nuestra propia pequeñez, incluso como grupo, como comunidades cristianas. Nos podemos sentir menos incluso que el chiquillo que, en el relato evangélico, llegó con cinco panes de cebada y dos peces. Como comenta el Papa Francisco en la oración del Angelus, hoy, “¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición.”[…] A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas, de las gratuitas.”
- Y el Papa añade, “Todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y del don. La lógica del don es muy diferente de la nuestra. Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los demás, cuando compartimos.”
- En lo personal solo me queda una pregunta e invito a lectoras y lectores a que me ayuden a responderla, ¿cómo diseñar una estrategia que nos sensibilice y nos convenza a nosotros y a los demás de la urgencia de asumir como sociedad esta lógica de la pequeñez y del don?
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Nota: Por mencionar solamente un caso escandaloso, “la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado —oficialmente— que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque carecen de lo necesario para vivir”. Y esto se da en un momento en que la riqueza en manos privadas es tal —y es también solo un ejemplo— que el mundo contempla el “show” de dos o tres multibillonarios, que poseen ambos más riqueza que el 40% de los estratos inferiores de la población de los EE. UU, compitiendo en una “carrera espacial”, que es, en realidad, “una desconcertante feria de las vanidades” , como la calificó una periodista estadounidense.
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