Lect.: Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34
- Ya pasaron los tiempos especiales de preparación y celebración de la Pascua, así como un par de fiestas “dogmáticas”. Volvemos ahora al ciclo ordinario en el que este año meditamos el evangelio de Marcos. Se nos da la oportunidad de escuchar la proclamación del Reino de Dios, de palabra y con acciones, en el relato de este evangelista. Ese tema central del anuncio que hace Jesús de la Buena Noticia, nos lo irán presentando en sencillas historietas —las parábolas—, y en acciones para traer la salud física y espiritual a personas necesitadas —los milagros—.
- En una ocasión, una señora o señorita que me escribió a mi muro de Facebook, a la que se le notaba un toque de molestia, me preguntó por qué yo “complicaba” el evangelio con mis explicaciones siendo así que el mensaje de Jesús es muy sencillo. La sencillez puede constatarse en una parábola como las dos de hoy, con comparaciones del mundo agrícola. Y a pesar de ello, el texto dice, al final, que a sus discípulos “les explicaba todo en privado”. El “problema” de la sencillez, incluso entonces pero, sobre todo, veintiún siglos después es que, si no se sabe leer en el contexto del evangelio, se da pie para que surjan interpretaciones variadas y hasta contradictorias entre sí y con la intención del evangelista.
- Por ejemplo, no sé qué experiencia tienen los lectores pero, en mi caso, me ha tocado oír o leer interpretaciones que, a mi juicio, no van en la línea de las enseñanzas de Jesús. Voy a referirme solo a dos sobre la primera parábola. A raíz de que esta afirma que, después de que el agricultor hizo la siembra,“sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto”, hay algunas personas que entienden que Marcos estaría afirmando que los humanos —la tierra— no contamos para producir buenos frutos, sino que todo lo bueno que hay en la vida depende solo de Dios. Pienso que aquí se cae en la visión errónea de ver la realidad en la que por un lado, estarían las cosas buenas que “son de Dios”, y, por otro, lo humano, material, “del mundo”. Pero el hecho es que esta manera dualista de ver la vida no cabe en las enseñanzas del evangelio. Estas nos dicen que el reino de Dios ya está en medio de nosotros (Lc 17: 20 – 25), y que en nosotros mismos habitan el Espíritu, el Hijo y el Padre (Jn 14: 20), de tal manera que podemos dar frutos “aun mayores” que los de Jesús (Jn 14:12). Y estos frutos, por lo mismo, simultáneamente son de Dios y de la mujer o del varón que los produce.
- Otra interpretación que he escuchado, que me parece, al menos, ambigua es la de quienes interpretan que una cosa es el “tiempo del hombre” y otra, el “tiempo de Dios”, este sería “el que es perfecto”, y lo aplican para justificar, entre otras cosas, que los seres humanos no debemos tratar de construir el Reino en este mundo, eliminando las injusticias de la sociedad actual, porque es algo que depende de la voluntad y soberanía de Dios. Con esta interpretación pienso que, además de repetir el error dualista ya mencionado, se genera una actitud de conformismo y pasividad nada compatible con el espíritu cristiano.
- La pequeñez del grano de mostaza, por lo demás, que en la segunda parábola llega a crecer de manera tal que permitirá a las aves del cielo hacer sus nidos a su sombra, genera confianza en la dinámica de obras humanas que no por empezar pequeñas se contradice su futuro prometedor.Ω
Comamos y hablemos más y más profundamente con los "indeseables" y los "deseables", pues a veces hasta con los últimos cuesta. Eso nos hará mejores cristianos y seres humanos más plenos.��
ResponderBorrarPerdón, este comentario corresponde al evangelio de la Eucaristía. Lo ubiqué mal. ��
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