Lect.: Hechos 10: 25-26. 34-36. 43-48; 1 Juan 4,7-10; Jn 15: 1 - 17
- Solo nos quedan tres domingos para terminar este tiempo del año que llamamos “tiempo de Pascua”. Se supone que todas estas semanas las dedicamos a asimilar un poco mejor lo que significa celebrar lo que llamamos la “resurrección de Cristo” como el “paso” para Jesús de su existencia histórica, a una nueva forma de existencia, a través de su muerte. Una nueva forma de vida abierta también a sus discípulos, como podía adivinarse por algunos signos de la transformación que ellos iban experimentando, tales como la práctica de formas comunitarias de vivir y de compartir, o la valentía para vivir de una manera diferente sin necesidad de apegarse a tradiciones religiosas. El texto de hoy añade la experiencia que tuvieron de haber pasado de ser servidores y discípulos a ser amigos.… Los mismos discípulos fueron descubriendo la presencia del Viviente mediante estas transformaciones que iban descubriendo en sí mismos.
- Inevitablemente esto les condujo a descubrir progresivamente que si el Viviente estaba en ellos, eso quería decir que su vida era la misma que la de Cristo. Y podían, por tanto, amar como él, un amor capaz de ponerse en riesgo por los amigos. De llegar al extremo de ser libres para dar su vida a los demás. Ese amor era el que les daba un nuevo conocimiento, una nueva experiencia de Dios, como amor, y de sí mismos compartiendo la misión de Jesús de dar vida en abundancia, haciendo obras todavía mayores que las de su Maestro, dando los mismos frutos que éste, en tanto permanecían insertos como los sarmientos en la vid.
- Al lado de este mensaje positivo y cargado de esperanza que nos da Juan evangelista, ¿dónde quedan esas visiones “religiosas” que por décadas y siglos nos han presentado un ser humano oprimido por la angustia de ser pecador y de no poder “reparar” la caída de Adán? ¿un ser humano que se siente incapaz de dar todos los mejores frutos en su vida? Ciertamente son visiones “religiosas” que no concuerdan con este mensaje de Jesús en el evangelio de Juan que más bien valoriza al ser humano, como Hijo del Hombre, y fortalece su sentido de responsabilidad y de madurez. Que le capacita incluso para enfrentar sufrimientos e incomprensiones.Ω
Enseñanzas que cobran una extraordinaria actualidad en estos tiempos de pandemia. Quiénes están dispuestos a quedarse en casa, en vez de ir a festejos donde se propaga el virus, quiénes usan mascarilla para proteger a otros, quiénes entregan su tiempo y su vida en los hospitales y otros servicios? Será porque Alguien vino hace unos milenios a mostrar ese camino de vida y resurrecciôn.
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