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En el funeral de mi primo Cristián Sobrado Chaves

Lect.:  Flp 1: 20b - 24; Jn 12: 23 - 26


  1. Nuestra generación de primos, de la “cepa” de los Chaves: Sobrado Chaves, Chaves Ovares, Guzmán Chaves, Chaves Desanti, Chaves Ortiz… nos encontramos ya en esa edad en que es inevitable cobrar conciencia de que el momento de la muerte está mucho más cercano. Mucho más que en el pasado, cuando veíamos la desaparición definitiva de nuestros mayores, nos resulta inevitable pensar en que ahora los mayores somos nosotros y que, en cualquier momento, relativamente pronto, por más que la expectativa de vida se haya alargado, nos va a llegar el turno de nuestra propia partida.  Nos lo recuerdan nuestros propios desgastes de salud. Nos lo recuerda, sobre todo, cuando uno de nosotros, como Cristián hoy, nos deja. Creo que esta realidad, y en especial en este momento de despedida, nos fuerza, si no a  pensar cotidianamente en la muerte, sí a preguntarnos con frecuencia, cómo prepararnos para ese momento o, más bien, si nos estamos preparando adecuadamente para estar listos cuando nos toque partir.
  2. Los viejos cristianos anteriores a nuestra generación pedían siempre en sus oraciones la gracia de una buena muerte. Aunque en una época distinta, como cristianos nosotros también pedimos lo mismo para nosotros. Y, de nuevo la pregunta, ¿cómo prepararsepara una buena muerte? Debería ser obvia la respuesta: una buena vida es la mejor preparación de una buena muerte. Pero, entonces, ¿qué entendemos por una vida buena? Si la entendemos como una vida sin ningún error ni falta ni debilidad, nadie tendría una buena vida. Como creyentes, estoy seguro, estamos convencidos de que la respuesta, en lo fundamental, se encuentra en Jesús de Nazaret. Más allá de circunstancias que no podemos imitar, porque fueron únicas a su misión histórica, los evangelistas nos transmiten rasgos importantes que nos permiten responder a nuestras inquietudes. Una buena muerte, como la de Jesús,es una muerte que culmina una buena vida.  Pedro, en una de sus primeras predicaciones dice que “Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del mal” (Hech 10: 38).
  3.  “Pasó haciendo el bien”. En efecto, la suya fue una vida asumida en solidaridad con los demás, una vida de un compromiso permanente de solidaridadcon los otros, es decir, de compartir los dolores y las alegrías, las necesidades y las esperanzas de su pueblo, de quienes le rodeaban y, en especial, de los más pobres y vulnerables. Fue la de Jesús una vida de continua autodonación, de entrega, en beneficio de la realización plena de quienes buscaban superar las limitaciones de la debilidad humana. Y cuando se acercaba su hora final, así preparada porsu vida, solo le quedaba dejarnos su mayor don,como nos lo dice el evangelista Juan, entregarnos su espíritu, para que todos pudieran dar frutos y frutos permanentes (Juan 19: 30 y 20: 21 – 22).
  4. Con solo con mirar a Jesús de Nazaret podemos descubrir que lo que él nos revela sobre el misterio de la vida y la muerte no coincide con lo que a veces podemos pensar en una sociedad como la moderna. Lo esencial de la vida no está en alcanzar muchos logros materiales, intelectuales o culturales, por más que estos puedan ser importantes. Lo esencial está en descubrirnos, compartiendo una humanidad común, una mutua pertenencia, trascendiendo cualquier diferencia,  que nos lleva a dar frutos de servicio, de fraternidad, de justicia, para el crecimiento y el fortalecimiento mutuo.
  5. Con ese enfoque de vida, nuestra buena muerte será, también como la de Jesús, la entrega de nuestro espíritu,que es también el Espíritu de Dios, para que continué presente, después de nuestra partida,  dando frutos en aquellos a quienes amamos y que nos han amado. Es la mejor herencia que podemos dejarles, el espíritu de una vida que es capaz de dar frutos más allá de nuestra corta y limitada existencia, y más allá de lo que podamos imaginar. 
  6. Se habrán dado cuenta de que al hacer estas reflexiones me ha motivado y  he tenido presente el recuerdo de Cristián. Como para muchos otros que le conocieron, para mí ese recuerdo es inseparable de una entrega constante, fuera de serie, a su esposa Liliana, y que, sin duda, reflejaba toda una actitud suya ante sus hijos y el resto de su familia. Este es el modo de vida que culmina con una buena muerte.Ω

Comentarios

  1. Primero deseo expresarle mi pésame a usted y a toda la familia.
    Ésta reflexión es muy buena, sobretodo porque la muerte por lo general siempre ha sido vista como sinónimo de dolor, soledad ,angustia... Inclusive puede sonar raro pero dejar de vivir (y para algunos dejar de sufrir). Cómo hoy en día y no sólo ahora incluso antes el pensamiento de muerte no está muy en el léxico y pensamiento de los jóvenes, y como hasta entra uno en sus años de plata va tomando un poco de forma en la realidad ése término.
    Sería muy lindo a mi criterio, abrazar la muerte sin sorprendernos o añorar temas de vida que nunca pudimos atender y realmente llamarla hermana muerte.

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