Lect.: Génesis 3:9-15; II Corintios 4:13--5:1; Marcos 3:20-35
- Estamos acostumbrados a oír que se habla de la fundación de la Iglesia, cuando Jesús le dice a Pedro, la conocida frase “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Si solo repetimos este texto y esa interpretación, pasamos por alto algo muy elemental: no se nos ocurre preguntarnos qué era esa Iglesia, de la que hace el encargo a Pedro, porque nunca se había hablado de ella en los evangelios Además, en automático, nos imaginamos de inmediato, que el evangelio de Mateo se refiere a lo que hemos conocido todos como “iglesia”, esa gran estructura e institución religiosa, a nivel mundial. Pero, en realidad nada de eso existía entonces. De lo que sí se había hablado, como iniciada por Jesús, es eso que nos presenta el texto de Marcos que leemos hoy: una comunidad nueva, una nueva gran familia, en la que todos son hermanas y hermanos sin distinción, unidos por la decisión de cumplir la voluntad de Dios, que entendían como la voluntad de establecer su reinado en la comunidad humana.
- Reconstruyamos el mensaje, recogiendo los elementos fundamentales que nos dice o que nos sugiere. Jesús se había ido de la casa paterna, de la vivienda del clan de sus padres, el clan de José que era su familia biológica y social. Se había ido a vivir en Cafarnaum, en Galilea, para anunciar el Reino de Dios en esa zona de aldeas pobres, no muy bien considerados por los habitantes de Jerusalén. En el episodio de hoy, nos dice Marcos, está en esa su casa, a la que llega a descansar con sus discípulos más cercanos, y lo sigue y lo rodea una muchedumbre, de manera que ni siquiera pueden almorzar tranquilos. Y en ese momento llegan dos grupos, los escribas de Jerusalén, es decir, los especialistas en la Ley. Y enseguida llegan sus parientes, su madre y sus hermanos, —no incluye a las hermanas, que se habrían quedado en su casa—. Ambos grupos llegan a cuestionarle. Los escribas, por los milagros y la predicación que realizaba, acusándolo de estar poseído por un demonio. Y sus parientes, para hacerse cargo de él, es decir, para tratar de llevarlo de vuelta a la vivienda del clan.
- Y es en este momento cuando Jesús, con la palabra y el gesto, expresa su conciencia de que está iniciando una comunidad nueva, una familia nueva, que quiere vivir de una manera nueva, abierto y libre, incluyente y universal, conforme al espíritu del reino de Dios. A esas comunidades nuevas, los primeros cristianos las llamarían iglesias. Y es Jesús, ciertamente el que las inicia. Estas relaciones comunitarias son el comienzo de lo que debería ser luego, el centro, la esencia de lo que hemos llamado iglesia.
- Además de mostrarnos en Jesús el origen de lo que él quiso como su nueva familia, su comunidad, de paso el evangelista deja claro que Jesús da un nuevo significado a la familia biológica. Para los judíos, la familia es la célula primordial de la sociedad, era la principal de todas las instituciones del pueblo judío y de ahí que el hecho de que Jesús prefiera a su círculo de seguidores en vez de a su familia se convierte en un escándalo grave y lo menos que podían decirle era que “no estaba en sus cabales”. Para Jesús la familia biológica, en todos sus diversos modelos históricos, alcanza su pleno sentido cuando se abre a la gran familia humana, que anticipa el Reino de Dios como nueva forma de vivir todas nuestras relaciones.
- Para participar en el Reino que Jesús anuncia, no solo las personas debemos convertirnos sino que también todas las instituciones de la sociedad, políticas, económicas y sociales, incluyendo la institución familiarquedan interpeladas por esos valores nuevos del Reino, que llaman a superar todas las prácticas violentas y opresivas que pueden tener en su seno, como por ejemplo, en la familia, las prácticas machistas, las actitudes intolerantes a las diferencias de sus miembros, los abusos de autoridad.
- Ciertamente nos cuesta pensar desde esta perspectiva innovadora de Jesús lo que significa ser discípulos del evangelio. Nos resulta más cómodo sentirnos “católicos” por la mera pertenencia formal a una Iglesia vista como una institución, en vez de dirigir, como Jesús, la mirada a los que nos rodean y reconocerlos como nuestros hermanos y hermanas, entendiéndonos con ellos parte de una nueva familia humana, que no niega la familia biológica pero que trasciende sus muros y limitaciones y la integra en un horizonte más amplio y más profundamente humano. La Eucaristía de cada domingo es, apenas, un pequeño ejercicio y recordatorio de que el pan y vino que partimos, es signo de que también cada uno de nosotros se parte y comparte desde el interior de una familia nueva que sigue aspirando al reinado de Dios en los corazones de todos.Ω
Hermoso y claro comentario. Somos la gran familia humana llamada al los Valores del Reino. Pienso que estamos en caminohacia ese proyecto integral con el cual debemos unirnos y reconciliarnos para vivir un mundo en paz.
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