Lect.: Is 40, 1-5. 9-11; 2 Pe 3, 8-14 ; Mc 1, 1-8
- Estamos tan acostumbrados, tan rutinizados, a leer las Escrituras como algo archiconocido, que es fácil que cuando abrimos sus páginas una vez más se nos pierdan aspectos fundamentales. Es el caso, me parece, en el texto de hoy de Marcos, cuando leemos la manera como inicia, “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. La rutina nos hace leerlo como el título de un libro, opacando así la fuerza de la palabra que significa: “Comienza la BUENA NOTICIA de Jesucristo”. Marcos no está escribiendo una crónica histórica, sino la interpretación que su comunidad hace de la vida, mensaje y misión de Jesús de Nazaret como una BUENA NOTICIA. En una época cercana a la destrucción de Jerusalén por los romanos, marcados por situaciones de servidumbre, de sufrimientos y temores, y a pesar de las expresiones amenazadoras de Juan el Bautista (Ver nota 1), esos grupitos de primeros cristianos ven la persona de Jesús, la manera como vivió, y como encaró la muerte, como una BUENA NOTICIA, como la liberación de las servidumbres más profundas que se ocultan en la misma intimidad del ser humano; pero significa también la promesa de una existencia que supera el continuo miedo a la muerte y la promesa de una transformación del mundo presente en el comienzo de una vida nueva bajo el reinado de Dios. Era de tal manera una Buena Noticia para ellos, que al formar parte de la comunidad de sus discípulos, hicieron de esa forma de vida de Jesús su código de comportamiento, su orientación, su fuente de esperanza.
- Pero no solo por rutina de lectura, sino también por una mirada realista que nos imponen los acontecimientos actuales, nos resulta, quizás, difícil, descubrir el carácter de Buena Noticia de nuestra fe cristiana especialmente ante la pandemia y ante la crisis económica y social que la ha acompañado. Por no mencionar el impacto que nos pueden causar otras crisis en países cercanos.
- Me parece que vale la pena recurrir, en estas circunstancias, a un ejemplo fuerte y cercano, el de Francisco, el Papa, quien nos da ejemplo claro de una actitud realista pero fuerte y llena de esperanza. En el libro que ha publicado esta semana (Ver Nota 2), Francisco, contemplando los sufrimientos y problemas de hoy día, reconoce que “Frente a tanto sufrimiento, ¿quién no se asusta? Está bien temblar un poco. Y se pregunta, “¿qué podemos hacer? ¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Qué es lo que nos pide Dios en este tiempo?“ Luego advierte: “no tenemos todas las respuestas preparadas y empaquetadas, pero igual confiamos en que el Señor nos abrirá puertas que ni siquiera imaginábamos que existían. Podemos empezar a discernir, a ver posibilidades nuevas, al menos en las pequeñas cosas que nos rodean, o en lo que hacemos cotidianamente. Y entonces, a medida que nos vamos comprometiendo con esas pequeñas cosas, empezamos a imaginar otra manera de vivir juntos, de servir a los otros. Podemos empezar a soñar un cambio real, un cambio posible.”
- Para Francisco la persona y vida de Jesús sigue siendo una Buena Noticia, no porque nos dé recetas ni soluciones milagrosas, sino porque “nos permite descubrir en nuestra búsqueda de la voluntad de Dios, en las pequeñas acciones a nuestro alcance en que podemos comprometernos, nuevas posibilidades, inesperadas, que desbordan los límites de nuestro pensamiento. Basta con que nos abramos a esa “esencia de Dios que es la misericordia, que no trata solo de ver y conmoverse, sino de responder con la acción”. Para Francisco, es esa otra pandemia, como él la llama, de la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, la que “bloquea al Espíritu, no deja que veamos las posibilidades que Dios está esperando para ofrecernos, las posibilidades que desbordan nuestros esquemas y categorías mentales. La indiferencia no te deja sentir las mociones del Espíritu que esta crisis debe provocar en tu corazón. Bloquea la posibilidad del discernimiento. La persona indiferente está cerrada a las cosas nuevas que Dios nos ofrece.” Yo añadiría, esa indiferencia es la que nos impide redescubrir que el evangelio es, de verdad, aquí y ahora, una Buena Noticia.Ω
Nota 1: Si bien la predicación del Bautista llama a un bautismo “de penitencia” entendido como conversión o vuelta hacia Dios, Juan se coloca en la línea de los profetas apocalípticos, que esperaban una próxima intervención de Dios para destruir el poderío de Roma y el poder de las clases dominantes judías que habían olvidado que aquella Tierra era para todo el pueblo y no solo para las élites. Las prácticas de bautismo en el Jordán eran una repetición ritual para evocar la conquista de la Tierra Prometida llevada a cabo por Moisés y Josué. Supuestamente, para esta tradición apocalíptica, Dios iba a llevar a cabo lo que la fuerza de los hombres no era capaz de hacer. De ahí el tono amenazador de Juan Bautista, cuando ve acercarse al bautismo a muchos fariseos y saduceos. Juan les decía: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego”. Ver Mateo 3: 7 – 10. Ver también, John Dominic Crossan, “Jesús: biografía revolucionaria”, (Grijalbo, Barcelona 1996) en donde se explican las expectativas apocalípticas en movimientos campesinos de la época.
Nota 2: Ver “Soñemos Juntos. El camino a un futuro mejor”. Papa Francisco. Conversaciones con Austen Ivereigh. Plaza y Janés.
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