Lect.: 2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a.16; Rom 16, 25-27; Lc 1, 26-38
1. Como un “empujón” final para preparar a la comunidad cristiana a la fiesta de la Navidad la liturgia de este ciclo presenta el relato de la anunciación a María. Lucas, con este texto no está interesado en un “relato histórico” que, por lo demás, sería prácticamente imposible, sino que lo que quiere es transmitir un mensaje teológico: a María la presenta como un modelo de confiada apertura y de entrega a un proyecto de Dios. Una actitud que da paso a “hechos maravillosos”.
2. Para los lectores de las primeras comunidades está clara la intención del relato: Lucas les está diciendo que también la actitud abierta y confiada de ellos a la fuerza divina que opera desde su interior más íntimo, va a dar lugar a la experiencia de acontecimientos maravillosos que los llevarán a una realidad nueva, más allá de lo que a menudo parece indicar la cotidianidad gris de su vida humilde y pobre.
3. A comunidades como las nuestras, muchos siglos después, con el modelo de María Lucas nos da un “tirón de orejas”. No pensemos que para prepararnos a celebrar la Navidad se nos está exigiendo la realización de ciertos ritos litúrgicos, formales —misa del Gallo, por ejemplo—, o populares tradicionales —digamos las “Posadas” o las presentaciones corales de villancicos. Si así fuera, este año de restricciones por la pandemia, nos impediría celebrar la Navidad. Pero, por hermosas que sean, esas prácticas rituales no son lo esencial para vivir a fondo la fiesta de la Navidad. Es esa actitud de apertura para descubrir lo que Dios opera en cada uno de nosotros, junto con la entrega gozosa al proyecto que nos plantea lo que, identificándonos con la madre de Jesús, nos permite apropiarnos de manera fecunda de nuestra preparación a la fiesta del nacimiento de Jesús.
4. “De manera fecunda”, decimos, porque esa apertura a descubrir la fuerza de Dios actuando en nosotros, también, como en las primeras comunidades, dará lugar a que experimentemos acontecimientos transformadores en lo personal y en la comunidad en la que vivimos. La pequeñez de María, la de la aldea de Nazaret en la que vivía y en la que nació Jesús fueron escogidos por Dios para manifestarse, y no el poder político y económico provincial de Jerusalén, ni el imperial de Roma.
5. Parece un sueño ilusorio, pero es más bien parte del soñar realista al que nos invita el Papa Francisco en su último libro con un significativo título que es, a la vez, una invitación “Soñemos juntos”. El Papa constata los desafíos que tenemos planteados: “Frente a tanto sufrimiento, —dice— ¿quién no se asusta? Está bien temblar un poco.” Y reconoce que ““no tenemos todas las respuestas preparadas y empaquetadas, pero igual confiamos en que el Señor nos abrirá puertas que ni siquiera imaginábamos que existían.”
6. Y añade ahí una visión de esperanza: “Podemos empezar a discernir, a ver posibilidades nuevas, al menos en las pequeñas cosas que nos rodean, o en lo que hacemos cotidianamente. Y entonces, a medida que nos vamos comprometiendo con esas pequeñas cosas, empezamos a imaginar otra manera de vivir juntos, de servir a los otros. Podemos empezar a soñar un cambio real, un cambio posible”.Ω
Comentarios
Publicar un comentario