Lect.: Is 55, 6-9; Fil 1, 20c-24. 27a, Mt 20: 1 - 16
- Esta historieta ha experimentado diversas interpretaciones conforme a perspectivas propias de diferentes contextos a lo largo de la historia de la Iglesia. Entre estas se pueden encontrar lecturas teológicas polémicas —en especial entre católicos y protestantes—, sobre el tema de si en la motivación moral debe prevalecer la expectativa de la recompensa a las buenas obras o la convicción de la gratuidad de la salvación por parte de Dios. Tiene, sin duda, su importancia, pero no para tomarla como tema de nuestra reflexión hoy.
- También cabe el riesgo de dejarse llevar por el relativo paralelismo entre los detalles de la situación socioeconómica descrita en la Palestina de entonces y nuestra situación hoy día. Con diferencia de 21 siglos, la narración habla de la escena chocante de paro o desempleo que lleva a que quienes están buscando trabajo se congreguen en una plaza esperando que aparezca quien les contrate; se muestra que no todos logran su propósito en los primeros intentos e incluso hay algunos que todavía al final del día no logran interesar a los propietarios de terrenos a que los empleen. En todo caso este escenario permite pensar en lo arraigados que han estado por siglos, estos males económicos, al punto de que el evangelio considera importante tomarlos como telón de fondo en sus relatos.
- La parábola presenta un cuadro con diversos actores: el dueño de la viña (un posible administrador solo sale apenas sugerido), los primeros trabajadores contratados y los últimos que apenas en el momento final consiguen un empleo casi de “limosna”. Empezando por estos, siempre desde la mirada de Mateo, representan, en particular a los débiles, a los pobres, a los que no son valorados por diversas razones económicas, culturales, morales y son, a menudo prácticamente discriminados, despreciados, no tomados en cuenta para participar en los logros y avances de la sociedad. Y, a pesar de todo, no pierden la esperanza, por su confianza en la bondad de Dios que les permite reconocer lo que pueden dar de sí y lo que realmente valen.
- Los primeros contratados, en cambio, parecieran representar a quienes, por razones de fuerza, de apariencia, de ajustarse a la valoración predominante, les resulta fácil posicionarse en el mercado laboral y en general, en la escala de ascenso social. No es esta “suerte” o “fortuna” la que es criticada por el evangelista, sino la percepción que ellos tienen de sí mismos, su convicción de que ellos son quienes han trabajado más, que su trabajo los coloca en el centro y como medida de lo que debe ser valorado. Y que, por tanto, a pesar del acuerdo previo con el contratista, deberían ser mejor recompensados que los demás. Esta es la visión y la actitud que se gana una reprimenda del dueño de la viña. Éste les hace ver que su egocentrismo les incapacita para apreciar lo que significa ser guiados en la vida por la motivación fundamental de la bondad. Y está claro que quienes oyen o leemos el relato descubriremos que el dueño de la viña, que puede entenderse como referencia a Dios y representa el único modelo de comportamiento de bondad, a su vez, marca el solo camino aceptable para los seguidores de Jesús.
- “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña,” este era el encabezamiento de la parábola. Una vez más, en la parábola de Jesús y en la manera de comportarse él con pobres, publicanos y prostitutas, se pone en evidencia la vaciedad de las costumbres, argumentaciones y concepciones y escalas sociales prevalecientes que tan solo servían de mampara para discriminaciones injustas que erosionaban la verdadera comunidad. Para quienes se identificaban con los trabajadores no apreciados hasta el final, tenía que ser claro el mensaje de que el Reino anunciado por Jesús contenía la promesa de una realidad nueva, de una forma de convivencia humana muy superior a la que ellos padecían. Además de ser fuente de esperanza lo era también de su valoración como personas. Ω
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