Lect.: Eclo 27, 33 – 28, 9; Rom 14, 7-9; Mt 18, 21-35
1. Rencor, ira, venganza… tres sentimientos muy destructivos que nos los recuerda la 1ª lectura de hoy, del libro del Eclesiástico pero que, en realidad, para nada son exclusivos del Antiguo Testamento. Este solo se encarga de recordar lo enraizadas que están esas actitudes en la naturaleza humana y que han sido alimentadas prácticamente por todas las culturas, y que sobreviven con “vestidos nuevos” en nuestra época, en especial en el nivel político y económico. Son tan fuertes que en esta era de Trump pueden incluso desplazar al dogma o mito de la “libre competencia” para aplicar sanciones no solo a empresas, sino a países enteros, generando escasez, problemas de salud y hambre, sin distinción entre inocentes y supuestos “culpables” para defender intereses partculares dudosos.
2. Creo que es sobre ese telón de fondo que hay que entender la insistencia radical que hace Mateo en la necesidad del perdón. Es un llamado, más aún una exigencia, a superar rencor, ira, venganza, como reacciones espontáneas para pagar con la misma o peor moneda a nuestros ofensores o adversarios en los conflictos, y remplazarlas con la compasión que, según la presenta Mateo, es la que genera el perdón. La com - pasión es un reconocimiento de que el daño recibido proviene de otro u otros que “padecen” nuestra misma condición, las cualidades y también los mismos fallos humanos que todos tenemos, de miedo, inseguridad, prepotencia que llevan a utilizar el recurso de la agresión. En esta perspectiva, se puede cultivar la actitud de perdonar, a partir de la conciencia de esa identidad humana compartida que da lugar a ver, —como en la parábola de hoy— que no es nada extraño que el perdón que hoy se me pide, yo mismo lo vaya a necesitar mañana, o ya lo haya necesitado.
3. Pero claro, no es algo tan fácil como solo tener conciencia de eso que me identifica, quizás solo en mis raíces, con el agresor, para superar los daños que se han recibido. Si el evangelista hoy pone en labios de Jesús una llamada tan radical al perdón, no es porque piense que superar los efectos de las agresiones es sencillo en cualquier circunstancia, sino porque está pensando en las relaciones al interior de la iglesia,es decir, entre los discípulos del evangelio. Esta “iglesia” tiene como vocación fundamental, vivir el misterio de comunión, para testimoniar valores humanos profundos, —como decíamos el domingo pasado— que contrarresten los antivalores de sociedades y economías regidas por el individualismo, el afán egoísta de acumulación, el apego desordenado al dinero y las riquezas, que en el texto de hoy subyace al que fue incapaz de otorgar la condonación de la deuda que le imploraban. Y que, en lo concreto, generan conflictos, desigualdad y violencia. Por eso con todo este discurso del capítulo 18, Mateo intenta fortalecer en la comunidad de discípulos una comunión sin fisuras, que permita experimentar la fuerza de la gracia transformadora de Dios. Esta experiencia es más fuerte que la mera conciencia de compartir la identidad humana. Y puede realmente impactar en y ayudar al cambio de una sociedad que camina en otra dirección. Lo que se practique colectivamente al interior de los grupos cristianos y de sus familias puede entonces extenderse más allá de sus límites.Ω
NOTA.
Un testimonio radical impresionante de capacidad de perdón, en una mujer colombiana: https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=XwO57w12Q_Q&feature=emb_title
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