Lect.: Sab 12, 13. 16-19; Rom 8, 26-27; Mt 13, 24-30
1. Como hemos comentado, las parábolas son un excelente medio pedagógico para abrirnos las mentes y el corazón a dimensiones de la realidad que están más allá de lo superficial y evidente. Para que logremos leer el mensaje de la Palabra de Dios que se nos transmite por medio de hechos de la vida humana en la historia y en la naturaleza. Pero también decíamos que hay que acostumbrar el oído y el entendimiento para leer ese género de lenguaje, captar el sentido de las metáforas, y no quedar atrapados en una mala interpretación, porque, como siempre, la enorme distancia cultural entre los evangelistas y nosotros puede dar pie a lecturas erróneas. Es el caso que podría suceder con esta parábola del trigo y la cizaña.
2. Que haya “trigo” y “cizaña” en un campo, buena y mala hierba, y que eso sea semejante al Reino de Dios no llama mucho la atención porque corresponde a la experiencia de vida de todos. Lo complicado empieza cuando los criados le preguntan al dueño, —que representa al Hijo del Hombre— de dónde salió la cizaña y aquél les responde que un “enemigo” lo ha hecho. Versículos más abajo dice que éste es el “diablo” y “los partidarios del Maligno” son la cizaña.
3. ¿Cómo entender estas afirmaciones que, por lo demás, probablemente no son de la parábola original sino agregadas por las comunidades de Mateo? La tendencia fácil es tomarlo al pie de la letra y entender que vivimos en un escenario de duelo entre Dios y el Diablo y que a éste se le atribuyen los obstáculos que se les generan a los que quieren vivir el mensaje de la buena Noticia. Es probable que este tipo de interpretación siga predominando en muchos lectores. Sin embargo, para ir por un camino de mejor comprensión del mensaje hay que recordar lo siguiente.
4. Mateo y su comunidad viven en un ambiente cultural radicalmente dualista que, inevitablemente los condicionó en su modo de pensar y actuar y en u manera de presentar las palabras de Jesús. Que la vida del ser humano está inmersa en una serie de conflictos entre los aspectos positivos y negativos de la vida es nuestra constatación diaria y en la Sagrada Escritura. Ya desde el Antiguo Testamento, se plantea la necesidad que tenemos todos de tomar decisiones entre caminos que conducen a “la vida” o a “la muerte”. Pero una cosa muy distinta es pasar de ahí a interpretar que frente al Espíritu de Dios que actúa en todos nosotros hay un “espíritu malo” perverso y tentador que es el responsable de los aspectos negativos de la vida, casi tan fuerte, “taco a taco”, con el Espíritu divino. Esta visión, que tiene un cierto trasfondo judío y apocalíptico, es heredada, más bien, de influencias culturales sobre todo de la religión irania, y del pensamiento helenista, griego, que divide al ser humano entre dos principios, “espíritu” y “materia”. Entienden la vida humana como “partida” entre dos fuerzas personalizadas que afectan nuestra condición antropológica y casi que ontológica (de nuestro ser), nuestro comportamiento ético, social y político. En su forma judía, tiene un carácter apocalíptico: se trataría de una lucha que solo se resolverá al final de los tiempos.
5. Basta ver toda la vida, palabra y acción de Jesús de Nazaret para entender que el corazón de su mensaje no es dualista, nos abre a la gracia, a la gratuidad del bien que todo lo invade, sin rival alguno. Él mismo se muestra siempre superando los asedios de maldad que lo persiguen, siempre abierto a aceptar el servicio a Dios y al prójimo, como don gratuito y no como dominación.
6. De alguna manera podemos decir que las tendencias negativas, destructivas, que hay en cada uno de nosotros, —dentro y en quienes nos rodean— pueden servir, más bien, de elemento dinamizador para evocar lo mejor de nosotros mismos, que nos permite superar el mal, a fuerza de bien; como dirá más tarde san Pablo, “No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. […] Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Haciendo esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien”. (Rom 12: 17. 20 - 21). Sería formidable que, ante los conflictos de intereses de grupos, de clases, en la construcción del “día después de la pandemia”, predominara esta actitud espiritual y no la tentación dualista apocalíptica que nos lleva a ver a los de intereses distintos como enemigos a exterminar.Ω
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