Fiesta de la Ascensión.
Lect.: Hch 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20
- Más de una vez he contado la anécdota de cómo, predicando en la fiesta de la Ascensión, hace muchos años, un señor mayor, muy apreciado por todos en la parroquia, al oírme decir que no podíamos tomar literalmente el pasaje del evangelio de Lucas en el que afirma que “Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc 24: 50 - 51), se levantó desde su banca de atrás, y dijo en voz muy alta, “Padre eso no es como Ud. dice, porque desde que yo era muy pequeño me mostraron las estampitas donde se ve a Jesús subiendo al cielo”. Habría que ver si muchos de los que se sonríen con el argumento de la estampita habrán observado otros dos detalles respecto a la Ascensión. Primero, que el propio Lucas, en el libro de los Hechos, tiene otro relato pero con diferencias que Uds. podrán constatar (Ver Hech 1: 1 - 11 leído hoy como primera lectura en la Eucaristía). Segundo, que los otros tres evangelistas no hablan de la ascensión del Señor, ni siquiera, como en el evangelio de Mateo de hoy, en el lugar que “le correspondería”, a continuación del gran envío de los apóstoles. Pareciera, entonces, que esa representación lucana de la ascensión no expresaba un hecho histórico, ni de las experiencias de la Pascua, compartido por todas las comunidades. Es decir, era una forma simbólica utilizada por Lucas para expresar algo más. Quería decir, por una parte, que el ciclo de vida histórica de Jesús quedaba cerrado y que se abría el nuestro para continuar su misión. Además, en la literatura de la época, —un poco del Antiguo Testamento y, más abundante en la mitología romana, sobre grandes personajes (Hércules, Augusto, Alejandro Magno, Drusila, hermana de Calígula…) se utilizó el símbolo de la ascensión, o “rapto desde el cielo”, para expresar la glorificación de dichos personajes. Lucas quiere expresar su convicción de que Jesús fue también glorificado, pese al juicio y muerte indignas en manos de los líderes religiosos y políticos del pueblo.
- La palabra “glorificación”, ligada al lenguaje religioso cristiano de aquella y de otras épocas quizás no nos “llegue” mucho a hombres y mujeres del siglo XXI. Me atrevería a decir que podríamos ensayar en reinterpretar el término hoy, diciendo que con la palabra “ascensión”, así como con la expresión de “estar sentado a la derecha del Padre”, se puede entender el haber alcanzado la plenitud de vida en la realidad divina en la que siempre nos hemos hallado, sin necesidad de utilizar términos que hoy nos pueden chocar, por estar más relacionados con el poder.Ω
Nota: Esta reflexión, más corta de mis habituales, que deja por fuera otros detalles, se debe a que este fin de semana he pasado un problema muy molesto de salud, —no, no es el Covid 19—, del que apenas voy recuperándome. Gracias por su comprensión
La reflexión es hermosa y muy clara y profunda, subrayo tu texto ""se puede entender el haber alcanzado la plenitud de vida en la realidad divina en las que siempre nos hemos hallado.
ResponderBorrarPor otra parte, un fuerte abrazo solidario por la recuperación de tu salud y por la superación del covid-19. Francisco Javier Pérez Hidalgo
¡Fascinante! Una muy buena explicación, para mí resultó muy instructiva.
ResponderBorrarMis mejores deseos para que te recuperes pronto. Un abrazo grande y solidario con el cariño de siempre.
Las representaciones físicas son a superar. De ahí que me guste lo del señor que cuentas con las estampas de la Ascensión como prueba, como si fuesen fotografías… En este sentido recuerdo que el obispo Spong cuenta, no recuerdo dónde, que un muchacho de su catequesis le manifestó un día que Dios era bien admirable porque había hecho toda la creación con su mano izquierda, y, cuando Spong le preguntó que de dónde se había sacado aquello, el chico le contestó que porque Jesús estaba sentado a la derecha del Padre desde que subió a los cielos…
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