Lect.: Hch 2, l4a. 36-41 ; 1 Pe 2, 20-25 ; Jn 10, 1-10
- La frase final del texto de Juan hoy para algunos puede resultar sorprendente. Jesús, resumiendo el sentido de su misión, dice: “yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante». ¿Por qué podría parecer sorprendente? En primer lugar, porque en un contexto de disputa con algunos de sus detractores, para definir su espacio, no se presenta con la autoridad de un maestro ético, ni de una autoridad religiosa, ni de un dirigente político. Si bien utiliza la imagen del pastor, se trata de un pastor muy particular que pone todo lo que vive y lo que es al servicio del pueblo, para que todos y todas puedan disfrutar de los beneficios de la vida plenamente. En segundo lugar, porque si bien la comunidad de Juan que escribe este evangelio experimenta a su Maestro como alguien que está con ellos, que ha resucitado, en este momento, el evangelio no pone ningún énfasis en relacionar a Jesús con un premio futuro, posterior a esta vida, sino en la abundancia de vida que podemos tener siguiendo su camino, al caminar sobre esta tierra. Esta manera, pues, de presentarse Jesús y de presentar su razón de ser, nos da lugar a redescubrir lo que puede significar para cada uno de nosotros ser seguidores de Jesús y probablemente nos haga cuestionar otras formas de entender quién es Jesús de Nazaret y qué puede representar él y su comunidad para la sociedad contemporánea.
- Que la misión de Jesús esté orientada primariamente para que todas y todos tengamos vida en abundancia, nos permite establecer cuáles criterios y guías pueden considerarse cristianos, conforme al evangelio en nuestra práctica cotidiana y cuáles no, y hacia dónde debemos apuntar todos nuestros esfuerzos, nuestras acciones y trabajos, cuáles y cómo deben ser nuestras metas familiares, laborales y profesionales. Sin embargo, no es una tarea fácil. No se trata simplemente de cumplir el mandamiento de “no matarás”. Hacer nuestro el lema de que nuestra existencia, como la de Jesús, sea para dar vida en abundancia, quiere decir que todas nuestras acciones generen vida de calidad; que nuestras actividades económicas productivas no apunten prioritariamente a la obtención de dinero, ni a un consumo irracional, de lujo, que no es responsable de las necesidades de los más débiles entre los que nos rodean.
- Y, además de lo económico material, la calidad de vida, la nuestra y la de quienes nos son cercanos, no se da sin que aportemos mucho el cuidado que brindamos a los ancianos, a los niños, a las personas enfermas y sin que nos ocupemos también de nuestro entorno natural y el urbano, para que sean espacios de vida. En definitiva, dar vida en abundancia depende de la calidad de nuestras relaciones con humanos, con otras especies animales y con el mundo vegetal.
- Una pandemia como la que nos afecta en todo el mundo nos ha dado ya la oportunidad de empezar a entender los fallos profundos que se dan en una sociedad, una economía, una política y una cultura cuando no se han organizado prioritariamente a dar vida en abundancia. Los ejemplos son numerosos. Ver países muy ricos, enfrentando un contagio de centenares de miles, y apilando cadáveres que no pueden enterrar, en calles o en furgones; o contando un alto número de muertos en las residencias para ancianos, hablan por sí solos de las enormes deficiencias de sistemas públicos de salud, regidos en años anteriores por criterios mercantiles e individualistas que rigieron anteriormente las inversiones públicas en muchos países . Por el contrario, el virus nos ha dado la oportunidad de descubrir testimonios de solidaridad, de entrega al servicio de todos, como es el caso de los y las trabajadoras de la salud.
- Dar vida y vida en abundancia, ahí donde haya comunidades cristianas convencidas, es responder al reto de construir y mantener estructuras e instituciones de solidaridad, que favorezcan las relaciones fraternas, igualitarias, y por tanto el acceso justo para todas y todos a bienes y a servicios. Es un reto no solo para le época de pandemia sino, sobre todo, para el día después, cuando esta termine, para organizar la sociedad de otra manera y no caer la tentación letal de que “todo vuelva a ser como antes”.Ω
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