Lect.: Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lc 9: 11 - 17
1. Creo que podemos estar de acuerdo con todos aquellos que dicen que las cosas más importantes, más profundas de nuestra vida, lo que realmente somos, nada de eso se ve. El amor, no se ve. Que todos somos hermanos y hermanas, … no se ve. El pensamiento, las intenciones, … no se ven. Todo ese fondo, ese sustrato de nuestra realidad, está fuera del alcance normal de los sentidos. Por eso tenemos necesidad de los signos para expresar esos niveles y dimensiones de la realidad. El mismo lenguaje es un conjunto articulado de signos. Por eso tenemos aún más necesidad, para expresar lo que pasa en nuestra vida espiritual, de los sacramentos como signos, o conjuntos de signos, y así acercarnos a comprender la vida divina que está en nosotros y que nos hace plenamente humanos.
2. La eucaristía, signo y conjunto de signos, es esa celebración que hacemos todos los domingos, de la presencia en la comunidad del cuerpo y sangre de Cristo; está estrechamente unida a nuestra identidad cristiana y, sin embargo, quizás hoy día no captamos todo su sentido, o se nos ha perdido, por dos razones principales: porque se nos presentó siempre como un rito cultual y como una obligación grave.Y estos dos énfasis nos impidieron entender su carácter sacramental, es decir, su carácter de signos de una realidad muy real pero que, como el aire, no se ve. (“Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el zorro al Principito, y éste lo repetía para no olvidarlo. A esa realidad espiritual se le puede aplicar también lo que un poeta hispano guatemalteco dice de la poesía: “Entre líneas la poesía - como el aire entre las ramas. Se ven las ramas moverse. Del aire no se ve nada” (Amable Sánchez Torres).
3. Al poner hoy la liturgia, entre las lecturas, una de las dos narraciones de Lucas sobre la multiplicación de los panes nos da una primera referencia para descubrir la eucaristía como signo y como conjunto de signos. Es una referencia, además, que debe leerse en la perspectiva del Antiguo Testamento, presente muy vivo en la mentalidad judía de la época. Este pasaje del evangelio, evoca la expectativa que tenían en la Palestina del tiempo de Jesús, de que el Mesías que vendría sería como Moisés, que dio alimento a su pueblo en el desierto, y como Eliseo que hizo desaparecer la necesidad de alimentos que padecían en tiempos de una hambruna (2 Re 4:42-44). Con estos relatos de multiplicación de panes las primeras comunidades trasparentan su fe en Jesús como en un nuevo Moisés y un nuevo Eliseo que va a guiar a su pueblo para superar los problemas de alimentación.
4. Pero es necesario mirar con más detalle el relato para descubrir otros signos. Vamos a limitarnos a subrayar dos signos. El primer signoen la narración de Lucas, es algo que puede parecernos trivial y cotidiano: elpan partido y distribuido para ser comido. Para unas comunidades que en los gestos y palabras de la multiplicación de los panes, veían una relación con las comidas eucarísticas que celebraban, con el pan partido y repartido Lucas está sugiriendo que “la Eucaristía debe llevar a la multiplicación de los panes, que quiere decir compartir. Debe ayudar a los cristianos a preocuparse de las necesidades concretas del prójimo. Es pan de vida que da valor y lleva al cristiano a afrontar los problemas de la gente de modo diverso, no desde afuera, sino desde dentro de la gente.” El segundo signo eucarístico, el gesto de comer el pan y beber el vino consagrados, es el signo de nuestra aceptación de lo que significa el sacramento.Comulgar significa el compromiso de hacer nuestro, de asimilar, todo lo que es Jesús, su modo de actuar, de hablar y de relacionarse. Recibir ese pedazo del pan común significa que, como Jesús, soy capaz de entregar mi vida por los demás; quizás no por un martirio dramático, muriendo, sino estando en vida siempre disponible para todo aquel que me necesite”.
5. Pero hay aún otros signos en el relato que pueden aplicarse a la eucaristía. Por ejemplo, pensemos en lo que puede querer decir ese “¡Denle Uds. de comer!” No es que Jesús quiere que los Doce adopten un actitud paternalista, sino que se impliquen con los demás en la solución de los problemas que afectan a toda la sociedad. Y a esa implicación debe llevar una eucaristía bien celebrada. En fin, una última frase significativa, “Todos comieron”. Una vivencia cristiana de la eucaristía no nos dejará satisfechos sino hasta que todos y todas en la sociedad hayan comido. Como observa un comentarista, más que pensar en el carácter milagroso de multiplicar panes a partir de unos pocos, el milagro más grande es el cambio de mentalidad, la conversión de la gente, para disponerse a vivir en una sociedad que se comparte, y que el gesto de compartir genera abundancia para todos.
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6. Pienso que tenemos que hacer muchos esfuerzos, en nuestra práctica cristiana, como individuos y como Iglesia, para recuperar este sentido de lo que es la celebración eucarística. Esta celebración de hoy nos invita a pensar qué podemos hacer, cada uno, para no quedarnos en asistir a la eucaristía como una simple devoción, —y menos como una obligación ritual. Las muestras de respeto en la asistencia a la misa, o a la visita al Santísimo o a la procesión, están muy bien en la medida en que no perdamos de vista ese significado del compartir la eucaristía como compromiso de comprometer los mejores esfuerzos de nuestra propia vida, por la realización plena de todos los hombres y mujeres. Con la presencia de la vida divina en cada uno de nosotros, tenemos la potencialidad de realizar este “milagro de transformación”, aunque la potencialidad no se vea.Ω
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