Lect.: Hechos 1:1-11; Efesios 1:17-23; Lucas 24:46-53
1. De alguna manera, como nos lo recuerda un teólogo amigo, nuestra formación religiosa, la de quienes hoy somos adultos, estuvo marcada por una visión del universo, premoderna, precientífica, en la que había tres pisos: el de en medio es el nuestro, la tierra; el de arriba, el cielo, residencia de Dios, y el de abajo, el infierno. Y eso a pesar de haber nacido y crecido en el siglo XX, con todos sus adelantos científicos y tecnológicos. Por su parte, Lucas, aunque vivía en una época donde predominaba esa visión de los “tres pisos” del universo, sin embargo puede verse que solo utiliza ese lenguaje de “arriba y abajo”, sin que su mensaje esté atado a la visión del universo de la época, ni aún menos, determinado por esta. De hecho, podemos ver cómo relativiza su misma manera de hablar, cuando nos da varios relatos distintos de la Ascensión (Hechos 1: 1 – 11; Lc 24: 50 -51). La forma de relatar es accidental, como lo hemos dicho hablando de las llamadas apariciones de Jesús resucitado. Sabemos que son formas de referirse a una experiencia, una vivencia profunda que tuvo la primera comunidad, de la presencia de Jesús en sus vidas. Así es también el relato de la Ascensión. Perderíamos por completo el punto si pensáramos de una forma literalista en una subida física de Jesús, no se sabe a qué lugar, desafiando la gravedad.
2. ¿A qué se refiere entonces el misterio de la Ascensión? La ascensión es una palabra usada por la primera comunidad sobre todo en Lucas —que ni siquiera conoció a Jesús— para significar la participación de Jesús, de la misma “gloria” de su Padre. En lenguaje más actual y cercano a nuestra mentalidad significa que Jesús alcanza la plenitud humana al compartir la vida divina, a través de su vida, muerte y resurrección. Y, a la vez las comunidades descubren esa plenitud en Jesús, porque ellos mismos han alcanzado la plenitud de vida por el Espíritu que recibieron. La experiencia en el Espíritu les ha llevado a descubrir que, como el mismo Jesús, aquí y ahora participan ya de una dimensión profundade la existencia, más allá de la condición ordinaria humana. Lo descubren experiencialmente superando la visión superficial de lo que somos, de nuestra verdadera identidad.
-->- Cuando perdemos de vista el hecho de que esa realidad ya la vivimos, y nos confundimos buscando y esperando algo que nos saque de nuestra condición humana para experimentar la presencia de la divinidad, puede aplicársenos la frase que Lucas cita en Hechos, “Galileos, “¿qué hacéis ahí mirando al cielo?” Probablemente hay aquí una alusión a algunos que, en la comunidad lucana, no acababan de entender la nueva realidad que estaban viviendo. No entendían que el mismo Jesús ya está en nosotros y el Reino de Dios en nuestro medio. Para recordárnoslo en la oración que Jesús nos enseñó, el Padrenuestro, pedimos diariamente que su Reino venga a nosotros, convencidos de que esta es la meta. No pedimos al revés, como algunos grupos cristianos todavía piden, que se seamos “raptados”, trasladados nosotros a un Reino fuera de este mundo. Desde la perspectiva de la Ascensión descubrimos dónde estamos, aquí y ahora en el regazo de Dios Es gracias a esta convicción que podemos vivir nuestra vida ordinaria, con esperanza y valor, entendiéndola desde una perspectiva más alta, liberándonos de nuestro egocentrismo, y abriéndonos a construir el bienestar de toda la tierra, de todos los humanos y no humanos, y de la naturaleza entera para la gloria de Dios.Ω
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