Lect.: I Samuel 1:20-22, 24-28; I Juan 3:1-2, 21-24; Lucas 2:22-40;
- Durante las semanas de Adviento el mensaje de la liturgia subrayó la presentación de Jesús como el “Hijo del Hombre”, ser humano pleno, en quien se realizan por completo todas las mejores cualidades que nos distinguen a hombres y mujeres. El día de Navidad, ese mensaje se resaltó aún más al sugerir en el Prólogo del evangelio de Juan, que Jesús es la Palabra de Dios. El término griego utilizado, “logos” (que por mucho tiempo en la Escritura en castellano se tradujo como “el verbo”), significa dos cosas: Palabray Proyecto. La primera nos hace ver cómo las comunidades originarias tenían la convicción de que Jesús, como palabra, era la expresiónde toda la divinidad. Como lo dice el mismo Prólogo, “Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre(Jn 1:18)”. Por su parte, al utilizar el significado de “proyecto”, se refleja la otra convicción de las primeras comunidades de que en la vida de Jesús de Nazaret se transparenta el proyecto de Dios sobre el ser humano, en toda su plenitud. Y, como dice también el Prólogo de Juan, “De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia” (v. 16). Llamados a ser seres humanos plenos, como él, de esa manera hacemos transparente la presencia de Dios.
- Coincidiendo con esta visión de las primeras comunidades cristianas la tradición profética, representada por Isaías hablaba del Emmanuel, el “Dios-con-nosotros”, y anuncia a la Casa de David que “el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel”. Los primeros cristianos hicieron suya esa profecía como realizada también en Jesús. Dios ha puesto su morada, su tienda de campaña en medio de nosotros, en el ser humano pleno.
- Sobre el contenido de este núcleo esencial de nuestra fe es elocuente el episodio del testimonio y martirio de Esteban, cuya fiesta celebramos el pasado día 26. Esteban, primer mártir cristiano, en primer lugar, no era judío. En segundo lugar, lo matan por “blasfemo”. Porque consideraron que era una blasfemia afirmar que veía“los cielos abiertos y al hijo del hombre en pie a la diestra de Dios” (Hech 7:55). Quizás algunos hoy día sigan pensando también en que es blasfemo pensar al ser humano al lado de Dios.
- Hasta aquí resumimos ese maravilloso mensaje que encierra la fiesta de la Navidad y por qué ésta puede considerarse también como celebración de nuestro propio nacimiento a la vida plena. Pero para captar bien el mensaje es importante entender un aspecto clave: si la plenitud humana y la expresión de Dios se manifestaron en Jesús de Nazaret, ¿quiere eso decir que todos los aspectos históricos, culturales que vivió Jesús constituyen un “modelo” para reproducir a lo largo de los siglos? Evidentemente no, hasta el punto de que la pregunta nos parece una simpleza. Y, sin embargo, es necesario insistir en ello porque, a menudo por motivos piadosos, nos confundimos poniendo el énfasis en rasgos que no son, para nada, imitables, de la vida de Jesús.
- Un buen ejemplo de ello es la vida familiar de Jesús, María y José. Ellos vivían, lógicamente como una familia tradicional judía, fiel cumplidora de las costumbres de su época y de su visión de la Ley. Por ejemplo, en la lectura de Lucas, que acabamos de oír, se nos dice que María subió al Templo para purificarsey para presentar a Jesús. ¿Por qué purificarse? Porque para la ley y tradiciones judías, la menstruación, la relación sexual y el embarazo, hacían a una mujer impura. Para nosotros hoy, esto es incomprensible. Y es un caso claro de rasgos culturales de aquellos tiempos —y hay muchos— de la vida de Jesús, familiar y personal, que no podemos decir que reflejen la plenitud humana sino, más bien, limitaciones del modo de ver en la época. Otros años hemos comentado también cómo la vida familiar de Jesús, en esa época, no se parecía para nada a la nuestra, de familia nuclear, porque ellos vivían en la amplia familia del clan de José. Perderíamos el punto esencial si habláramos, entonces, de la familia de Jesús de Nazaret, como un “modelo familiar”. Lo que sí, en cambio, nos enseñan estos textos es que Jesús no era un “extraterrestre”, ni un ser “sobrenatural” que casi, ni pisaba tierra. Fue tan plenamente humano que, precisamente, se adaptó a todos los condicionamientos culturales que, hasta cierto punto, no fueran destructivos. Y eso sí es lo imitable y lo que la Buena Nueva nos transmite a todos: la necesidad de estar continuamente en evolución, en capacidad de cambio, —como individuos y como grupos, como iglesias— en apertura psicológica, para que el mensaje evangélico sea respuesta renovada y concreta a las nuevas circunstancias reales de las nuevas épocas y no quede hipotecado en formas de otros tiempos que ya no tienen vigencia ni son significativos para una mentalidad actual.Ω
Buenos días, yo al contrario pienso que Jesús, María y José, son el modelo de la familia. Sin omitir que lo que por circunstancias del mundo y de la "mentalidad o conveniencia" del ser humano actual se puedan llamar "arreglos sociales de convivencia" etc. Modelo familiar uno, lo que hombre ha inventado es otra cosa.
ResponderBorrarMuy buen comentario, en total sintonía con vos,
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