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3er domingo de Adviento: un mensaje sobre lo esencial posible

Lect.: Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18

  1. Con la predicación del Bautista presentada hoy por Lucas se nos sigue aclarando y precisando el panorama de lo que celebramos en este Adviento y en la próxima Navidad. De lo que se trata es de preparar el nacimiento del Hijo del Hombre en cada uno de nosotros.Lo hemos dicho siempre, cuando hemos repetido que festejamos el nacimiento de Jesús el Hijo del Hombre pero, probablemente, no teníamos conciencia como ahora, de que se trata también de nuestro propio nacimiento como hijos e hijas del hombre, imagen plena de Dios. Ese “Hijo del Hombre” está ya en gestación en nosotros, lo estamos dando a luz y vamos a hacerlo crecer “hasta la misma estatura de Cristo,” “al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
  2. Si lo que preparamos en Adviento y Navidad es la celebración de este acontecimiento tan importante, es lógico que brote en nuestros labios la misma pregunta que le formulan los oyentes a Juan el Bautista. “Entonces, ¿qué hemos de hacer?” Ya a aquellos que le preguntaban el Bautista les responde, con gran sencillez y de manera muy aterrizada. Al gentío, mayoritariamente de pobres, les dice “¡Compartan!” Ropa y comida con quienes no tienen nada. A los recaudadores de impuestos, “¡sean justos! —no exijan más allá de lo que está señalado.“ Y a los soldados “¡No acosen!”  —“No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas, y conténtense con su paga”.
  3. La escena es ilustrativa para nosotros por dos razones.Primera, porque nos muestra que está hablandoa todo tipo de personas.No está anunciando que ese nuevo nacimiento se va  a dar en una élite —ni religiosa, ni social ni política. Se anuncia y se ofrece a todos. Nos está hablando a cualquiera de nosotros, seamos laicos o clérigos, de alta educación o solo de escuela primaria, sea cual sea nuestra identidad sexual, nuestro trabajo u oficio, nuestra afiliación religiosa, nuestra nacionalidad. A todos se nos anuncia que en cada uno está naciendo y creciendo el Hijo del Hombre, el ser humano con plenitud de cualidades, tal como nos lo manifestó anticipadamente Jesús de Nazaret.
  4. Y la segunda razón por la que nos dice mucho la escena, es porque para prepararnos a ese nuevo nacimiento no se nos piden cosas heroicas. No les plantea a sus oyentes las metas máximas de renunciar a la profesión militar, o de no cobrar impuestos hasta que se garantice un sistema fiscal completamente justo, o de compartir solo cuando se esté en una situación más acomodada. Les invitaba, y nos invita a nosotros hoy, a abrirnos a la salvación que se nos ofrece, en las circunstancias en que a cada uno nos toca vivir y en el estadio del propio desarrollo en que uno se encuentra. Puede llamar la atención de que un predicador radical como Juan el Bautista, que llamaba a la conversión, al cambio de mentalidad, argumentando que se están viviendo ya los últimos tiempos, parezca en esta versión de Lucas, más contemporizador, más realista, adaptado a la debilidad humana. Lo cierto es que, por ahora, el mensaje del Bautista nos abre los ojos a lo esencial posible, a centrarnos sobre todo en nuestro comportamiento social, en promover el servicio desinteresado a los necesitados que nos rodean. Todo esto que por más que sea pequeño e inicial, son actos transformadores y por sí mismos proclaman buenas noticias que sin duda, producen alegría para todos.   Es más que una estrategia, es una visión de  la naturaleza humana que a veces olvidamos por impaciencias extremistas probablemente motivadas por ese “yo”, ese “ego” en el que continuamos centrados.
  5. Lucas está convencido de que la Palabra, la Buena Noticia, tiene efectos fecundos e imprevisibles en la vida cotidiana. Cada paso que demos hacia adelante, nos irá preparando para nuevos pasos y nuevas exigencias que hoy, de momento, pueden superar nuestras posibilidades actuales. Así, la participación en el nuevo reino, la apertura al nacimiento del hijo - hija del hombre, del hombre nuevo, en cada uno, es algo al alcance de todos. Solo se requiere ese “mínimo”, como dice un teólogo contemporáneo, de fe necesaria para percibir la presencia de lo sagrado en lo pequeño y ordinario.   Todo está a nuestro alcance: compartir, ser justo, no acosar.   Como el Bautista, sabemos que, detrás de nosotros, a futuro (¿o será adelante, o adentro?) viene alguien “más fuerte”, que ya ha alcanzado la plenitud de Hijo del Hombre. Será más tarde, cuando hayamos crecido, y nos hayamos fortalecido como él, que el bautismo en el Espíritu Santo y fuego nos empuje a límites más extremos para responder a las demandas de cambio de esta sociedad.Ω


Comentarios

  1. Es muy hermoso saber que está "al alcance de todos" y que podemos fortalecernos como él.

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