Canonización de Monseñor Romero y de Pablo VI
Sabiduría 7:7 - 11; Hebreos 4: 12 - 13; Mc 10:17 - 30
- Hoy es una fecha grande para la Iglesia universal, y más allá de los límites de la Iglesia Católica. Es el día de la proclamación solemne por parte del papa Francisco, de la santidad de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador de 1977 - 1980, y de Pablo VI, Papa de 1963 a 1978. No es que” la Iglesia los haya hecho santos”. Simplemente que hoy, de manera solemne y oficial, la Iglesia reconoce que fueron santos en su vida. Las lecturas de la liturgia de hoy describen tres rasgos importantes de la santidad de Romero y de Pablo VI. A la luz del evangelio de Marcos vemos que no es el cumplimiento de mandamientos y reglas lo que basta para ingresar al Reino de Dios, para compartir la vida del Eterno, sino la entrega de todo lo que uno es y uno tiene para ponerlo al servicio de los pobres, de los excluidos, de los descartados. San Romero y san Pablo VI, se dejaron atravesar hasta el corazón por la palabra de Dios que es como espada cortante, y se les concedió así la sabiduría para valorar las cosas por las que vale la pena vivir. Cada uno a su manera y en el lugar que les correspondió, vivieron y recuperaron para la Iglesia el espíritu de servicio y compromiso con los más necesitados.
- San Romero, como arzobispo, y san Pablo VI, como Papa, estaban colocados en posiciones en que podían haber caído en la tentación del poder eclesiástico, a asumir actitudes de superioridad, a aliarse con grupos poderosos , a dedicarse a actividades intraeclesiásticas tradicionales e inofensivas, pero gracias al espíritu de sabiduría que les impulsaba, no cayeron en la trampa. Simbólicamente Pablo VI renunció al uso de la “tiara” , esa triple corona que usaban antes los papas, y a ser portado en la silla gestatoria, (antecesora del papamóvil, solo que para cargar al papa en hombros de “caballeros romanos”). San Romero, por su parte, vivió siempre con sencillez y frecuentó el contacto con la gente sencilla. Eran signos de cambio en una jerarquía eclesiástica acostumbrada al roce y a los privilegios del poder secular.
- La entrega de Pablo VI y de Monseñor Romero a impulsar la Iglesia del concilio Vaticano II, una Iglesia que quería consagrarse a fortalecer “los gozos y las esperanzas, y a compartir las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,” testimoniaron su vida de santidad, pero generaron mucha reacción negativa en sectores ultraconservadores católicos, nostálgicos del poder eclesiástico. Pablo VI fue objeto de muchas críticas y de posteriores intentos por cerrar las ventanas que, con Juan XXIII y el Concilio, había abierto a un mundo no solo moderno sino verdaderamente renovado. La oposición a monseñor Romero fue más violenta y concluyó con su asesinato, su martirio a manos de un sicario del fundador de un partido político salvadoreño, Roberto D’Aubuisson, reconocido ahora como autor intelectual del crimen.
- El reconocimiento y proclamación de la vida de santidad de Pablo VI y Monseñor Romero es, también, la rehabilitación de su línea de pensamiento y acción, retomada hoy por el Papa Francisco. Es un impulso para que nos hagamos partícipes de esa manera de vivir nuestra fe en el Jesús del evangelio.Ω
Excelente el enfoque de la homilía como siempre Dios nos invita a darnos a los más necesitados a ponernos al servicio de los demás y no al contrario.
ResponderBorrarExcelente el enfoque de la homilía como siempre Dios nos invita a darnos a los más necesitados a ponernos al servicio de los demás y no al contrario.
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