Lect.: Isaías 25:6-10; Filipenses 4:12-14, 19-20; Mateo 22:1-14
- Con esta de hoy se completan las tres parábolas con las que Jesús , como dice un estudioso biblista, “ajusta cuentas” con la dirigencia de Israel. Con una visión religiosa y una práctica por completo diferente e incluso opuesta a la oficial, enfrenta la manera de interpretar y vivir la religión de los sumos sacerdotes y las demás autoridades del Templo. Esto le llevaría al conflicto en que se jugó la vida.
- Aunque originalmente en este texto, como en las dos parábolas previas, el escenario es el de la controversia entre las primeras comunidades judeocristianas y la dirigencia judía, su contenido más hondo trasciende ese escenario y mantiene sentido en la actualidad, independiente de la controversia judía. Mateo presenta negativamente la actitud de los supuestos amigos del Rey —en alusión a Dios y a los sacerdotes del templo— que rechazan una invitación a participar en la gran fiesta del Reino por las bodas del Hijo. Aun tratándose de una parábola cabe preguntarse qué razón puede darse para perder la oportunidad de una buena comida y diversión. No podía ser porque no les interesaran los ricos platos y el entretenimiento. Como subrayaba el Papa Francisco en su homilía esta mañana, el rechazo de la invitación proviene de otra razón: sus prioridades. Les interesaban sus tierras y sus negocios más que implicarse en la vida y la misión del Hijo, Jesús, simbolizados por el banquete. Como dice el Papa, estaban más absorbidos por sus cosas, que por compartir con los demás. Es el peligro de la acumulación de riquezas ante lo que el evangelio siempre lanza su alerta.
- Pero hay todavía otro aspecto importante que podemos descubrir en el texto, si lo vemos en conjunto con las otras dos parábolas conectadas, leídas los dos domingos anteriores. El rechazo de la invitación nos permite ver el peligro en el que habían caído los dirigentes religiosos de Israel, peligro que tenemos todos cuando asumimos una actitud de cómodo conformismo con nuestra pertenencia formal a la Iglesia y nos encontramos muy seguros de que es suficiente con la práctica religiosa que tenemos actualmente, sacramentos y devociones, supuesto respeto al nombre de Dios, lecturas de la Biblia, el cumplimiento de ciertas obligaciones, realizado todo por interés en garantizarnos la salvación. Esa actitud de confortable conformismo no dispone favorablemente a la escucha o recepción de algo nuevo, así sea una “Buena Noticia”, si eso amenaza con desestabilizar nuestra tranquilidad actual. Cuando se nos anuncia que el seguimiento de Jesús no es el conjunto de prácticas religiosas en las que estamos instalados o, al menos, no se reduce a eso, tal vez ponemos cara de extrañados y nos cerramos, volvemos la espalda a la oportunidad de redescubrir una nueva y fecunda manera de relacionarnos con Dios. Porque, en el fondo, en esto está el problema, como lo recordaba Francisco esta mañana, el Dios de la vida quiere con nosotros una relación viva; el Dios del amor quiere una relación de amor. No le agrada una mera relación formal, de leyes y rituales y de discursos supuestamente ortodoxos. Pero quizás seguimos en eso por rutina y comodidad. [El Papa no lo dijo, pero podía haber hecho referencia a quienes en la misma Curia Romana, incluso entre cardenales, sacerdotes y en autoridades de órdenes religiosas, dan la espalda al anuncio que el propio Francisco hace de una iglesia que quiere estar más cerca de las necesidades del pueblo, de los sufrimientos y aspiraciones de las personas concretas, para descubrir en la práctica misma el sentido actual de la Buena Noticia.]
- Finalmente, así como el domingo pasado Mateo establecía como criterio de vida evangélica, dar frutos de amor, hoy subraya con la invitación a los que estaban en los caminos, buenos y malos, lo que siempre habíamos visto practicado en la vida de Jesús: su amor por los pecadores, las prostitutas y otros marginados, con los que compartía la mesa, y su preferencia por los pobres. En contraste con los absorbidos por las preocupaciones por sus tierras y sus bienes, estos desposeídos y marginados pueden estar más abiertos a descubrir esa relación viva y amorosa con Dios. Y para ellos, como para nosotros este tipo de relación es la que hace posible que generemos una actitud y una práctica de dar buenos frutos.Ω
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